Parte
  11ª. SALUDO AL SOL
 
En la mitología Hindú el sol
es adorado como símbolo de salud y de inmortalidad. La postura del saludo al
sol tiene su origen en las postraciones que hacían los antiguos hindúes para
dar gracias a Dios por darles y dejarles ver un nuevo día. 
        
        Hay un mantra que es recitado con mucha
        frecuencia antes de comenzar esta postura, que dice: «¡Oh, mi Señor!
        ¡Oh, filósofo primordial, sustentador del Universo! ¡Oh, principio
        regular, destino de los devotos puros, bienqueriente de los progenitores
        de la humanidad! Por favor remueve el resplandor de tus rayos
        trascendentales para que pueda ver así tu forma de bienaventuranza.
        Tú eres la eterna Suprema Personalidad de Dios similar al Sol, y
        yo también lo soy». 
El sol y sus rayos son exactamente iguales cualitativamente. En forma similar,
el señor y las entidades vivientes son exactamente iguales en calidad. El sol
es uno pero las moléculas de su rayos son innumerables. Los rayos del sol
constituyen sólo una parte del sol, y el sol con sus rayos forman en conjunto
el sol completo. Dentro del sol reside el dios del sol, y de igual manera,
dentro del planeta espiritual supremo Goloka, del cual emana el resplandor «brahmajyoti,
reside el Señor eterno. 
        
        Cuenta la mitología que nos viene de
        la India, que los Marut, o sea, los dioses de los vientos, hijos del
        dios Rudra y de la diosa Prasni, tenían gran poder, tanto como el de
        los temporales devastadores que venían desde las montañas, o el de los
        vientos cargados de agua benéfica que aparecían estacionalmente en la
        época de las lluvias, que no era otra cosa sino el orinar de los
        caballos de Rodasi, la otra esposa de su padre Rudra, o el de su madre
        la vaca Prasni. Pero los Marut no estaban solos en el reino de los
        aires, el dios Savitar era quien hacía que se levantase el viento,
        se pusieran en marcha los rayos del sol y fluyesen las aguas de los ríos,
        porque él mismo era el movimiento y hasta el propio Sol, aunque
        entonces tomaba el nombre de Surya. 
        
         
        
        Y algo de verdad debe de haber en la
        anterior afirmación, en cuanto se dice que el viento, las aguas y el
        sol, pueden ser un mismo elemento bajo el nombre de un dios llamado
        Surya. Pues todos los simbolistas han llegado a la conclusión que las líneas
        onduladas que emanan del sol es el símbolo del agua. En una antigua
        tablilla asiria las aguas aparecen como una serie de líneas onduladas
        semejantes a las que se ven en los rayos solares. Y de la misma forma se
        ha simbolizado siempre la fuerza del viento. Con todo, lo cierto es que
        no hay en ello ninguna contradicción: la lluvia, a la que como es
        natural conviene el símbolo general del agua, puede considerarse
        realmente como procedente del sol; y además, como es efecto del calor
        solar, su representación puede confundirse legítimamente con la del
        propio calor. Así, pues, la triple radiación que consideramos es, en
        cierto modo, luz, calor y fuerza; pero es también luz, lluvia y viento,
        esto es, los agentes mediante los cuales el sol ejerce su acción
        vivificante sobre la naturaleza..., de la misma forma que la postura del
        saludo al sol, cuando se realiza juiciosamente, produce un extraño
        equilibrio entre cuerpo, mente y espíritu. 
        
        Nada hay que relaje más a la persona
        que tomar el sol cuando hace frío, es decir, cuando necesitamos
        calentar los huesos. Este acto se convierte en una necesidad cuando el
        hombre llega a la ancianidad. 
        
        El ejercicio del saludo al sol está
        compuesto, a su vez, de doce posiciones que se tienen que entender como
        un solo ejercicio. Este ejercicio, al calentar el cuerpo y los huesos,
        es el que se debe usar para hacer calentamientos antes de comenzar con
        otros ejercicios que necesiten nuestro cuerpo y nuestros huesos
        calientes. 
        
        Estas doce posiciones, son las
        siguientes: 
        COMIENZO. De pie, todo lo derecho que
        puedas, con la cabeza y el cuerpo erguido y todo lo relajado que puedas.
        Mantén los pies juntos y el peso de tu cuerpo recayendo en las plantas
        de tus pies. Las rodillas derechas y los brazos relajados caídos a los
        lados del cuerpo. Procura respirar profundamente. 
        PRIMERA. Seguimos de pie en la misma
        posición anterior. Ahora ponemos las manos en posición de oración,
        enfrente del pecho y las puntas de los dedos frente a la boca. Expira el
        aire que antes respiraste. 
SEGUNDA. Volvemos a respirar. Estiramos los
brazos hacia arriba y nos doblamos un poco hacia atrás con la cintura,
empujamos las caderas hacia fuera y apretamos los glúteos. Siempre con las
piernas estiradas y juntas. 
                
                      
  TERCERA.
Volvemos a expirar el aire que tenemos en los pulmones. Nos doblamos por la
cintura hacia delante e intentamos apoyar las palmas de las manos en el suelo.
Si no puedes hacerlo con los pies rectos y juntos, dobla las rodillas cuanto
haga falta. No os preocupéis si no podéis conseguirlo. Lo importante es
intentarlo. Llegar hasta donde nos permitida nuestra edad o nuestras
deficiencias físicas, si las tenemos. 
        
        CUARTA.  Volvemos a respirar. Seguimos
        en la misma postura anterior. Llevamos ahora la pierna derecha hacia atrás
        y apoyamos la rodilla en el suelo. Levanta la cabeza hacia arriba y
        procura mirar el techo. Una vez logrado esto, volvemos la cabeza a su
        estado inicial. 
        
        QUINTA.  Volvemos a expirar. Llevamos
        ahora la otra pierna hacia atrás, cono lo que las dos quedan juntas.
        Ahora intentaremos que el peso del cuerpo sea soportado únicamente por
        las palmas de las manos y los dedos de los pies. 
        
        SEXTA.  Volvemos a expirar. Bajamos las
        rodillas hasta tocar el suelo; luego hacemos los mismo con la cabeza
        para intentar tocar con la frente el suelo. Para conseguir esta postura
        no tendremos más remedio que doblar las puntas de los pies, y dejar que
        las manos bajen. 
        
        SÉPTIMA. Volvemos a respirar. Ahora
        intentamos tocar con toda la parte baja el suelo, es decir con las
        piernas. Y, al mismo tiempo doblamos la cintura y volvemos a levantar la
        cabeza para mirar nuevamente el techo o el cielo. 
        
        OCTAVA. Volvemos a expirar. Subiendo
        las nalgas, intentamos hacer una «V» con nuestro cuerpo. Nuestro apoyo
        solo se sustentará en la palma de nuestras manos y en las plantas de
        nuestros pies. 
        
        NOVENA. Volvemos a respirar. Volviendo
        a la posición que teníamos antes de intentar hacer la «V» con
        nuestro cuerpo, llevaremos el pie derecho hacia delante (hay que
        intentar introducirlo entre las manos). No hay que preocuparse si no
        sale perfecto, el objeto es intentarlo. Después, se haya introducido más
        o menos el pie entre las manos, volveremos a levantar la cabeza y
        miraremos nuevamente hacia el techo o cielo. 
        
       DIEZAVA.  Volvemos a expirar. Nos
        ponemos de pie, como al comienzo. Seguidamente, intentamos llevar
        nuestras manos a los tobillos, inclinando nuestro cuerpo, si alguien ve
        fácil tocar los tobillos, puede intentar llevar las palmas de la mano
        al suelo. Igual que ya se hizo en la posición tercera. Repito: No os
        preocupéis si no podéis conseguirlo. Lo importante es intentarlo.
        Llegar hasta donde nos permitida nuestra edad o nuestras deficiencias físicas,
        si las tenemos. 
        
        ONCEAVA. Volvemos a respirar. Estamos
        nuevamente erguidos. Estiramos las manos hacia arriba, después sobre la
        cabeza y luego, las ponemos en la cintura. 
        DOCEAVA. Volvemos a expirar. Volvemos a la
posición inicial y, procurando llevar una respiración lo más rítmica que
podamos, estaremos así durante cinco o seis minutos. Como meditando. Como
esperando que todas las fibras de nuestro cuerpo vuelven a formar parte de su
        unidad
 
 
  
  
              
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