LA PUERTA SECRETA DE LOS SACRAMENTOS DEL VERDADERO YOGA

Parte 12ª. MEDITACIÓN.

En este última artículo, de este monográfico que se ha estado dando por partes, me gustaría insistir en que el verdadero encuentro con el yoga es la MEDITACIÓN. También he de decir que es la parte más difícil de llevar a cabo.

En un artículo anterior, veíamos como Arjuna, el guerrero oriental que tenía remordimientos de conciencia cuando tenía que luchar contra sus propios parientes, le decía a Krisnha que el sistema de yoga que había resumido para él no era práctico ni posible de soportar porque la mente es inquieta e inestable. Veíamos también como Krisnha, no insiste en que Arjuna siga practicando el yoga de la meditación. Con ello nos da a entender que esta es una ciencia totalmente libre. Hay que decir voluntariamente y con todo nuestro empeño si decimos practicarlo o no.

Si alguien me preguntará dónde radica la dificultad para llevar a cabo el yoga de la meditación, yo le contestaría que se halla en la dificultad que la persona tiene a la hora de encontrar un lugar solitario y adecuado, es decir, un lugar donde tengamos la completa seguridad de que en ningún momento seremos interrumpidos.

En el Bhagavad gita se dice lo siguiente:

Sucau dese pratishapya
Shiram asanam atmanah
Naty ucchitarm nati nicam
Cailajina kusottaram  

Tatraikagram manah krtva
Yata cittendriya kriyah
Upavisyasane yunjyad
Yogam atma visuddhaye.

Para practicar el yoga
hay que ir a un sitio retirado,
poner hierba en el suelo
cubrirla con una piel de tigre.
El asiento no debe ser muy alto
ni demasiado bajo.
habrá que sentarse firmemente,
y practicar el yoga
controlando la mente y los sentidos,
y así purificarás tu corazón.
 

Por qué habrá que sentarse sobre pieles de animales peligrosos, sencillamente porque los reptiles no se acercarán a donde estén estas pieles y los meditadores no serán molestados ni atacados por una de estas serpientes.

Como se puede observar, la comodidad es lo que prima para que el yogui se sienta agradablemente y pueda de esta forma llegar al clímax de la meditación. Por ello se aconseja que el asiento, dentro de unas normas, es decir, ni demasiado alto ni demasiado bajo, sea del gusto del meditador. Y en esta comodidad también entra el que nuestras posaderas no se encuentren con la dureza del suelo o del asiento, y tengamos que estar más pendientes del dolor o las molestias, que de la meditación Para ello también se nos aconseja que pongamos hierba bajo la piel de leopardo. En sitios donde no existan esta clase de reptiles venenosos, bastará con poner sobre la hierba una alfombra o una tela suave, ya que en estos casos no tendremos que defendernos de ningún peligro.

Ahora que menciono estos peligrosos reptiles, me viene a la memoria un día que estaba con el maestro, cuidando un pequeño huerto de verduras que teníamos detrás de la casa. En un momento de nuestro quehacer, me pareció oír unos gritos. Y así se lo dije al maestro. Paramos un momento de trabajar y, en el silencio que se produjo, oímos ambos unos gritos de dolor.

Corrimos hacia donde venían los alaridos, y, al poco, encontramos a un pobre leñador que sentado sobre el suelo se apretaba fuertemente la pierna derecha. Echamos una veloz ojeada al pie, donde se veían dos gotitas de sangre, que eran como dos pizcas de rocío mañanero de las que aparecen sobre las verdes hojas de los árboles.

El viejo maestro, llevó la mano hasta la mordedura, quitó con una brizna de hierba las dos gotitas de sangre, que parecía que eran de cera porque no resbalaban, y estuvo unos instantes contemplando los orificios que habían quedado desnudos.

El leñador era presa de un dolor insoportable.

El maestro, volvió apresuradamente a la cabaña y volvió con un tarro de cristal en cuyo interior se podía ver un líquido marrón, espeso como la miel. Seguidamente dio al leñador tres cucharaditas de aquel espeso líquido y después me dio el tarro para que yo lo aguantara. Acto seguido, cogió una pequeña correa que había traído también, se la rodeó a la pierna y le hizo una especie de torniquete con ella.

En el semblante del leñador, se podía adivinar cómo el dolor aumentaba por momentos, porque daba grandes «ayes» y se retorcía por el suelo. Movía la pierna mordida con dificultad y no paraba de pedir agua. Agua que no se le pudo dar por mandato expreso de mi maestro.

Más tarde los dos puntitos violáceos de la mordedura comenzaron a desaparecer bajo la monstruosa hinchazón que en el pie del leñador se estaba produciendo. La piel parecía querer romperse de tensa que se ponía. «Esto se pone feo» —murmuró el maestro—, mirando con preocupación aquel pie, lívido, y ya con pequeños signos, según me pareció a mí, de gangrena. Sobre la honda ligadura de la pequeña correa que antes se le había puesto, a forma de «torniquete», la carne se desbordaba como una monstruosa morcilla.

Los dolores eran cada vez más lacerantes, y llegó un momento en que el leñador no hacía más que echarse mano a la ingle. La sequedad de garganta, sequedad que no podíamos aliviar porque hubiera sido contraproducente, aumentaba por momentos. De pronto, en su desesperación, pretendió levantarse, y un fulgurante vómito lo mantuvo casi medio minuto arrojando.

Cuando la pierna entera era ya casi un bloque deforme y durísimo, la hinchazón comenzó a remitir, la sequedad de boca desapareció. El leñador comenzó a sentirse más aliviado.

Tres días estuvo acostado en un jergón de nuestra cabaña el leñador. Tomando el caldo que provenía de unas hiervas que el maestro le preparaba, y bebiendo de tres a cuatro litros de agua diariamente. El veneno fue, de esta forma, expulsado por la orina y por la sangre.

Esta es otra habilidad que los ascetas y los hombres que deciden vivir en soledad en la India deben aprender: el secreto de los antídotos venenosos y el saber, por la observación de la mordedura, a qué clase de reptil pertenece. Cada reptil inyecta un veneno diferente y, por lo tanto, para cada clase de mordedura hay que tener un contraveneno desigual. Esta sabiduría es tan antigua como el mismo yoga, fue adquiriéndose a través de los años, haciendo pruebas con diferentes hiervas en las personas mordidas. Ahora, en este momento, son conocidos casi todos lo contravenenos, pero para llegar a esta certeza, cuántos hombres habrán tenido que morir en aras de este conocimiento.

Quienes intenten entrar a través de las puertas de la MEDITACION tendrán que tener en cuenta además que ésta tiene algunas pautas fundamentales que son aconsejables seguir, aunque no son obligatorias, para llegar a un equilibrio entre la mente y el cuerpo.

1. Aplacar nuestro estado de ánimo y disipar nuestros problemas antes de comenzar. Toda perturbación mental que surge en nuestro pensamiento  será siempre debida al placer que antes hayamos experimentado, a la alegría o triunfo, al gusto o disgusto.

2. Estar atentos a toda forma mental que haga su aparición en nuestra mente y procurar solucionarla. Al principio siempre ocurre. Con el tiempo uno se acostumbra a dialogar con esos pensamientos, y a darle soluciones inmediatas. Es como cuando queremos conseguir que un animal de compañía duerma en un lugar cómodo que nosotros le hemos proporcionado. Al principio cuesta mucho trabajo, pero llega un día en que el animal comprende que ese es su sitio para dormir. De la misma forma, los problemas acumulados durante nuestro trabajo o vivencias familiares, llegan a saber que, mientras que nosotros dormimos en la meditación, ellos deben dormir en su lugar sin molestar a su dueño.

3. Si el cuerpo esta cómodo, la mente estará también cómoda, será receptiva, estará tranquila y se aplacarán los fuerzas negativas que hacen inquieto al yogui.

4. Ser constantes en la meditación, tenaces, firmes..., el mundo no se hizo en un día. Ya sabéis que el temor es un estado de debilidad mediante el cual podemos ser vencidos fácilmente.

5. Buscar sitio adecuado. Si no podéis hacerlo en un lugar solitario, al aire libre, con hierba bajo vuestra piel de animal felino, alfombra o paño ligero y suave,  y os veis empujados a hacerlo en vuestro domicilio, no os olvidéis de descolgar los teléfonos, cerrar bien las ventas para que no entre ruido y desconectar el timbre de la puerta. Esto es así, porque al principio, cuando uno no ha alcanzado el método de la meditación, no pasa nada; pero cuando uno ha alcanzado el hábito de la meditación profunda, es tan peligroso que te saquen de pronto de ella, como peligroso es despertar a un sonámbulo.

6. Observar las luces que, en forma de diferentes proyecciones vienen y se van de nuestra mente, y disfrutar de la relajación de esa especie de extraña música que nuestros sentidos auditivos perciben.

7. Mantened siempre los ojos cerrados. Llegará un día que, aunque los tengáis abiertos, no veáis nada de lo que tengáis delante. Entonces se habrá producido en vosotros el prodigio de que, mientras estéis meditando, veáis sólo con los ojos del alma.

8. Después de una meditación bien efectuada, la meditación no termina. Sigue después en la ducha, en el baño, en la comida y en el sueño. Estará con nosotros, mientras estemos solos desde que la realizamos; se irá de nosotros en cuanto salgamos a la calle o nos reunamos con otros, aunque no del todo, porque poco a poco, meditación a meditación, iremos siendo más tolerantes, comprensivos y cariñosos.

Para aquellos que no les haya quedado muy claro cómo lograr la calma mental, lo diremos ahora con palabras del actual Dalai Lama Tensin Giatso. Él nos aconseja lo siguiente:

Respecto al tiempo que debemos emplear cada día para una sesión de meditación, decimos que, al principio, lo más conveniente son sesiones cortas y frecuentes. Cuando un principiante trata de meditar durante un largo periodo de tiempo, no experimentará una meditación adecuada cualificada, sino que, en su lugar, se sentirá cansado, con el peligro resultante de que la estabilización meditativa sea fallida. Así pues, es mejor realizar sesiones de diez o quince minutos, pero muchas veces al día.

La mañana es el mejor momento más indicado para meditar, pero, del mismo modo que mantenemos un fuego para que pueda ser utilizado en diferentes ocasiones, debemos mantener el continuo de la meditación de tal forma que lo que hemos adquirido en la practica anterior no se pierda totalmente para cuando comencemos nuestra próxima sesión. Una persona perfectamente cualificada no precisa de mucho tiempo para obtener la realización de la calma mental, puede lograrse en un año o incluso en meses. No obstante, esto se aplica a una persona que dispone de todas las circunstancias concordantes.

Cuando mantenemos la estabilización meditativa en la forma que la dejamos en nuestra última sesión meditativa, nos establecemos espontáneamente en la estabilización meditativa del noveno nivel, llamado: «emplazamiento en la igualdad meditativa», libres de las faltas de sopor y la excitación. Entonces, los estados desfavorables de la mente y del cuerpo —tales como que nuestros cuerpos y nuestras mentes no sean normalmente útiles para la virtud— son eliminados gradualmente. Por el momento, no podemos utilizar nuestras mentes de acuerdo con nuestros deseos, pero a medida que nos vamos familiarizando con el noveno nivel de la estabilización meditativa, la fuerza de la inutilidad va disminuyendo de tal forma que finalmente se genera un antídoto para ella, llamado: «flexibilidad mental».

El signo que indica la pronta generación de la flexibilidad mental es una sensación de hormigueo en el área del cerebro. La sensación no es desagradable; es agradable, y su generación se debe a que un viento especial, un aire interno, ocupa todo el cuerpo. La sensación es comparable a la de una mano cálida que reposa sobre una cabeza recién afeitada. Se dice que este signo ocurre justo en el momento anterior al surgimiento de la flexibilidad mental y, de hecho, algunas personas que han cultivado la estabilización meditativa así lo han afirmado.

Dependiendo del poder de haber generado esta estabilidad de la mente llamada: «flexibilidad mental», un viento favorable circula por el cuerpo; esta es la causa que genera la flexibilidad física. Con la penetración de este viento en todas las partes del cuerpo, eliminamos la inutilidad de éste, la cual nos  impide dirigirlo hacia las actividades virtuosas de acuerdo con nuestros propios deseos, y generamos la flexibilidad física.

La generación de la flexibilidad mental, a su vez, genera el gozo de la flexibilidad física, una sensación de bienestar que se extiende por todo el cuerpo. Aunque es realmente gozosa, carece de conexión con el gozo descrito en el Mantra. No implica un concentrado énfasis en los puntos importantes del cuerpo, sino que se debe simplemente al aislamiento de la mente sobre un objeto de observación: se debe, simplemente, al poder de tal estabilización meditativa.

La generación de la flexibilidad física produce el gozo del cuerpo; ello provoca el gozo de la flexibilidad mental que hace gozosa la mente. Al principio, el placentero gozo metal es, quizás, excesivamente fuerte, pero luego se estabiliza gradualmente, el elemento de la excitación se calma; en este punto se alcanza la flexibilidad no fluctuante. A partir de aquí, uno posee una estabilización de la calma mental totalmente cualificada.

Una vez alcanzada tal estabilización meditativa, los objetos externos buenos y malos, tales como las formas visibles y demás, que generan deseo, odio y oscurecimiento, no parecen ser tan sólidos como antes; mediante la fuerza de la familiarización con la estabilización meditativa, aparecen de un modo menos concreto. Los objetos que observamos desde la perspectiva de la experiencia de la estabilización meditativa parecen disolverse por sí mismos, y la mente se interioriza de inmediato. Consecuentemente, no existe, en este momento, peligro alguno respecto a la usual dispersión de la mente hacia el exterior. Además, al tiempo que disminuyen las distracciones externas, nuestra mente permanece experimentando su entidad personal de mera luminosidad y conocimiento; debido a ello, disminuye la generación interna de concepciones buenas y malas. Y aun cuando éstas se generen, son como burbujas producidas por el agua, no son capaces de mantener en funcionamiento su propio continuo, desaparecen instantáneamente.

Otra característica de la calma mental es que cuando uno se encuentra en la igualdad meditativa, no surgen siquiera las apariencias del propio cuerpo y demás. Además, uno percibe que la mente se ha transformado en una inmaculada vacuidad tal que es indivisible en el espacio.

Aquellos de vosotros que estéis interesados en seguir profundizando en los secretos de la meditación o, si lo queréis decir de otra forma, en el adiestramiento de la mente, se os puede recomendar leer el libro escrito por el maestro Shantideva, que lleva por título: «Realizando las acciones del Bodisatva». En este libro se establece en primer lugar, la igualdad de uno mismo ante los demás, basándose en el hecho de que todos los seres humanos deseamos la felicidad y no el sufrimiento. De este libro sacamos el siguiente verso:

Cuando las cosas animadas e inanimadas
No moran frente a la propia mente,
Entonces, ya que no aparece ningún otro aspecto,
Hay pacificación en la no aprehensión.

El Bhagavad gita  dice sobre el yogui que fracasa que es algo parecido al estudiante que no obtiene su título por haber abandonado la escuela. Esto quiere decir que el fracaso nunca se produciría si fuésemos constantes y tuviésemos en cuenta que hay personas que corren más que otras, que comen más que otras, que saltan más que otras... Aunque nosotros seamos de la clase catalogada como: «menos que otras», tendremos que ser constantes para conseguir cualquier cosa que nos propongamos. A veces un principiante no encuentra el camino, a veces está deseando de salir de la sesión para encontrarse con alguien... Estos son obstáculos salvables porque llegará un día en que el alumno se dé cuenta de ellos. Lo que no podemos hacer es tirar la toalla. En el Bhagavad gita  Krisnha le dije a Arjuna, hablando de esta cuestión, que incluso si alguien cultiva sinceramente sólo un uno por ciento del saber espiritual del yoga, no caerá nunca en el fracaso.

No hay que olvidar nunca que los humanos somos débiles y que la energía material que nos condiciona es muy fuerte. Adoptar de pronto una vida espiritual es para el ser humano más o menos como declarar la guerra a la energía material. Dicha energía estará siempre intentando, antes, después y en el presente, atrapar el alma condicionada tanto como sea posible, y cuando el alma intenta escapar de sus garras avanzando en el saber, sobre todo en el saber espiritual, la naturaleza material se hace más estricta y vigorosa en sus esfuerzos, con ello lo quiere es poner a prueba la sinceridad del aspirante al saber espiritual. De forma y manera que hay muchas posibilidades de fracasar en la búsqueda del yoga, grandes sabios como Arjuna fracasaron al principio. Lo importante es resolver con valentía. Seguir una y otra vez, como hizo el guerrero Arjuna, hasta conseguirlo. Hay un famoso proverbio hindú que dice: «El fracaso es el pilar del éxito». Y este proverbio se hace más cercano en el camino de la espiritual, porque en ella el fracaso no debe desanimarnos. Ya que, tal como se dice en los escritos sagrados védicos, «Aquel que toma el camino propicio del cultivo espiritual, nunca será vencido completamente».

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