LA LEYENDA DE LA NIÑA
  
  
  Cuentan que, haciéndose acompañar por una compañía de soldados y
  caballeros templarios que le servían de escolta, el maestre de la encomienda
  de Miravet (Tarragona) que iba haciendo un reconocimiento de los pueblos,
  aldeas y propiedades que recientemente le habían sido donadas por el rey,
  advirtió la presencia de una niña de no más de cinco años que iba
  descalza, y llevaba sobre su espalda una carga de leña muy superior a sus
  fuerzas.
La vista de la linda y desarrapada chiquilla hizo mella en el corazón del maestre, que ordenó parar la marcha, y le preguntó a la niña su nombre y su domicilio.
Al día siguiente, un Hermano sirviente procedente de la encomienda entregó a la niña un paquete de parte del maestre que administraba la comarca.
Abrió la niña el paquete. Dentro encontró unos calcetines largos, y unas botas de cuero femeninas. Uno de los calcetines contenía cuatro monedas de oro; y el otro, dulces y golosinas elaborados por los Hermanos reposteros.
A los tres días, la niña se presentó en la puerta de la encomienda y le dictó al Hermano escribiente, que para ese menester se ponía en la entrada a la vista de cuantos ciudadanos necesitaban escribir o leer algún documento o escrito, una carta para entregar al maestre que decía: “Vuestra bondad me ha producido la más grande alegría. Mi padre se ha guardado el dinero; mis cuatro hermanitos se han comido las golosinas, y mi madre se ha quedado con los calcetines y con los botines porque a mí me estaban grandes”.