LA PUERTA SECRETA DE LOS SACRAMENTOS DEL VERDADERO YOGA

Parte 10ª - EL PEZ

Uno de los aspectos más interesantes de la mitología de la India es su concepto de la creación. De ella han sido sacadas las numerosas posturas que se usan en el Yoga. En esta mitología se dice que el primer avatar de Visnú fue Matsya, EL PEZ, forma que adoptó este animal para proteger del diluvio a Manu, el primer hombre que aparecido en la tierra.

La historia de este mito es la siguiente: Dicen que cuando Manu encontró a este diminuto pez, al verlo, dijo: «Si tú cuidas de mí, yo cuidaré de ti». Pero, con el paso del tiempo, el pez se hizo muy grande y Manu, con todo el dolor de su corazón porque no quería separarse de él, no tuvo más remedio que echarlo al agua.

El pez siguió fiel a la promesa que le había hecho a Manu de cuidar de él. Un día, intuyendo que un gran diluvio se iba a producir sobre la tierra, el pez avisó a Manu de que tal catástrofe estaba pronto a originarse, y le aconsejó que, sin demora, construyese un arca.

Al llegar la inundación, al pez le creció un cuerno para que Manu pudiese atar el arca a él. Como Manu carecía de cuerdas, se sirvió de la serpiente Ananta para atar el arca al cuerno del pez. Y entonces, el pez, remolco el arca hasta un lugar seguro.

Este mito, como podemos ver, nos revela una verdad única sobre el yoga; y ésta es que cuando uno cuida de practicar la postura del pez apropiadamente, el pez cuidará de nosotros proporcionándonos energía, sosiego y salud.

Quizás sea necesario contaros aquí, aunque sea brevemente, la leyenda legendaria de Visnu para que, de alguna forma, podáis ir comprendiendo y empotrándose un poco más en esta serie de artículos:

Cuenta la mitología que nos viene de la India que, Mientras que Brahma quedaba establecido en un plano metafísico, las otras dos personificaciones del Trimurti, Siva y Visnú, se convertían en figuras queridas y temidas, en los santos visibles a los que recurrir en un caso concreto, en las personas divinas pero humanizadas de las que se podían contar leyendas y creer prodigios, porque los dioses que se asemejan a los hombres en sus defectos y en sus virtudes, siempre están más cerca de ellos.

Visnú, por ejemplo, fue el héroe amado, el ser celestial que descendía continuamente al mundo al que había dado vida con su aliento divino, para librarlo del mal, que también intentaba perpetuarse sobre su superficie, aprovechando cada una de las nuevas recreaciones. Sus hazañas aparecen relatadas en los avatares y esos textos calan hondo en el fervor popular, porque no hay cosa mejor que poder contar las muchas historias del dios valiente y bondadoso.

Siva, por ser el dios destructor de la trinidad brahmánica, se vio impelido a adoptar cada vez papeles más terribles y así, transformado radicalmente desde su primitivo carácter de deva benefactor, llegó a representar al dios implacable al que se le encomendaba la ingrata tarea de la destrucción, pero no por ello dejaba de dar lo mejor de sí en beneficio de las grandes causas, aunque tuviera que repetir una y mil veces el sacrificio.

Al terrible Siva también se le hizo pronto asumir la tutela de la fecundidad, y los signos fálicos se elevaron por todo el territorio de la India en su honor, en un patrocinio lógico de comprender, porque al ser un dios tan poderoso y valiente, no podía por menos que ser el varón deseable al que dirigirse con devoción, para rogarle que comunicara la gracia de su fuerza y vigor a los hijos esperados.

Hace muchos milenios el dios Visnu comenzó su carrera mitológica como una divinidad más de la naturaleza, tal vez como un dios solar, pero fue ganando puestos constantemente, pasando a un puesto de máxima importancia en la trinidad trimurtiana, al segundo lugar, tras el gran Brahma. Ahora Visnu está a la espera de la última encarnación de su ciclo, después de haber tenido nueve de las diez predichas por el plan brahmánico, habiendo pasado ya por las del pez que salvó a Manú del diluvio, la tortuga que obtuvo la bebida sagrada del amrita, el jabalí que volvió a salvar a la tierra del nuevo diluvio, el león que castigó al blasfemo demonio Hiranya. Trivikrama, el Brahmán enano de los tres pasos, el Parasurama que venció a los chatrias, el Rama ejemplar que se narra en el Ramayana, Rama Chandra, el príncipe negro Krisna.

La décima será el avatar del gigante con cabeza de caballo blanco, de Visnu como Kalki, venido a la Tierra para la batalla definitiva contra el mal en el día paralaya, cuando se acabe el mundo y Siva aparezca también sobre las ruinas del día del fin del mundo. En las populares y muy hermosas epopeyas sacro-poéticas del Ramayana y del Mahabharata, Visnu ya se convierte en el verdadero protagonista de la leyenda, relegando a Brahma, al que fuera poder eterno, a un segundo plano, mientras que él se acerca más y más al fervor popular, y habita en las moradas paradisíacas rodeado del amor eterno de un millar de incondicionales pastoras celestiales, las Gopis y en compañía de Laksmi, divinidad del amor, de la ciencia y la fortuna, según nos cuentan los textos del Ramayana. Cuando Visnu desciende a la tierra a acompañar a los humanos, lo hace tomando cuerpo en un dios de cuatro brazos, generalmente, brazos que portan el disco, el mazo, la concha o la trompeta, y la espada o el loto, emblemas que son representaciones de sus facultades y virtudes, como son los símbolos del Sol, de la fuerza, del combate contra el mal y su justo castigo, respectivamente.

No fue elegido el nombre de esta postura por casualidad, los vedas sabían que muchos peces no dejan proliferar ciertas enfermedades graves allí donde ellos están. Por este motivo, muchos eremitas hindúes y religiosos que buscan vivir en la soledad, se instalan en sitios donde esta clase de peces se hallan. Por ejemplo, en la India hay un pez que los amantes de los acuarios conocen con el nombre de «guppy», que gusta de vivir en charcas y arroyuelos de agua dulce que no deja que en un gran radio de acción de donde vive prolifere la malaria ni el paludismo.

El Consejo Investigador Médico de la Indía ha descubierto este hecho hace algunos años. Hicieron pruebas en esta clase de charcas, arroyos y remansos donde el «guppy» habita, y observaron como al poco tiempo el mosquito anofeles hembra, transmisor de la enfermedad de la malaria y el paludismo, había sido completamente erradicado. A este pez le gustan las larvas, especialmente de esta clase de mosquitos.

Así, pues, y como ya he dicho anteriormente el nombre de esta postura fue elegido, en primer lugar, porque al igual que ciertos peces no dejan proliferar enfermedades graves en los lugares donde habitan, tampoco este ejercicio, siempre que se practique adecuadamente, deja que proliferen ciertas enfermedades en el yogui que lo ejerce; y en segundo lugar, porque es una postura ideal para flotar fácilmente en el agua.

Para practicarlo adecuadamente, este ejercicio se ejecuta de la siguiente forma: Acostado sobre tu espalda. Mantener los pies juntos. Los brazos relajados y estirados a tus costados, y descansando las palmas de las manos sobre el piso. Mantén esta postura un rato con los ojos cerrados y procura que tu respiración sea rítmica. Este primer acto pretende que la persona que lo practica, debido a la postura que mantiene su pecho estirado y los bronquios completamente libres, pueda hallar el arte de la respiración proporcionada, alivie las tensiones acumuladas, flexibilice la espinal dorsal y, con mucha práctica, pueda corregir la anomalía de los hombros caídos o adelantados.

Más tarde hay que arquear la espina doral, dejando que la cabeza cuelgue y que la coronilla de la misma descanse sobre la alfombra donde estemos. Hay que mantener esta postura durante unos 20 ó 25 segundos. Luego, desliza nuevamente tu cabeza al lugar donde antes estaba, baja el pecho y ya, por último, vuelve a hacer que el cuerpo repose nuevamente sobre la alfombra, en la misma posición que al principio se tenía. Mantén otra vez esta postura más o menos el tiempo que al principio la mantuviste.

Antes de seguir adelante con la descripción de algunas «asanas» o posturas, quisiera hacer un intermedio para describiros, lo más sencilla y detalladamente que pueda, algunas premisas que hay que tener en cuenta antes, durante y después de practicar yoga:

Antes de comenzar a practicar, quitaremos de nuestro cuerpo cuanta más ropa, mejor. Si lo hacemos en algún lugar privado, donde estemos solos, nos desnudaremos completamente; si lo hacemos en un lugar público, procuraremos llevar ropa muy ligera, sin fibra, mejor con algodón. Cualquier prenda que sea elástica o nos apriete, la quitaremos al momento: calcetines, calzoncillos, bragas, sujetador e, incluso, un simple reloj de pulsera. Esto se hace para que el torrente sanguíneo, incluido el capilar, no se pueda ver obstruido. Deberemos ir al servicio y evacuar cuanta orina tengamos en nuestra vejiga, y, por último, procuraremos que nuestro estomago haya terminado de hacer la digestión de cualquier comida. Para ello tendremos en cuenta que los dos procesos principales de digestión en el organismo humano, el mecánico y el químico, tienen lugar simultáneamente. Y que las contracciones musculares del tracto que se lleva a cabo en la digestión mecánica, como la hidrólisis que descompone los hidratos de carbono, las grasas y las proteínas en partículas más pequeñas que se lleva a cabo en la digestión química, perturban, molestan y son contraproducentes para cualquier práctica del yoga.

Durante el tiempo en que estemos practicando, nos concentraremos en lo que estamos haciendo. Procuraremos arrojar de nuestra mente las preocupaciones que tengamos, y nos repetiremos a nosotros mismo que nuestra capacidad para conseguir nuestros objetivos son tan óptimos como los de cualquier otro. Así, poco a poco iremos creciendo personalmente, teniendo más confianza en nosotros y nuestros complejos, si los tenemos, se disiparan

Después de haber practicado los ejercicios, naturalmente la ducha es reglamentaria en cualquier clase de gimnasia. Y para seguir con los acciones de activar la circulación sanguínea, procuraremos quitar la «alcachofa» de la ducha y descargarnos fuertes chorros de agua por todo el cuerpo, sin olvidar los genitales. Con ello conseguiremos estimular la circulación sanguínea por todo el cuerpo, regenerar los alvéolos pulmonares e ir adquiriendo una mejor y más rítmica respiración, moderar y prevenir las varices y, sobre todo, descansar las piernas que son los pilares donde descansa en todo momento nuestro cuerpo.

 

IMPRIMIR EL TEXTO                             IMPRIMIR LA PÁGINA