Uno de los aspectos más interesantes de la
mitología de la India es su concepto de la creación. De ella han sido sacadas
las numerosas posturas que se usan en el Yoga. En esta mitología se dice que el
primer avatar de Visnú fue Matsya, EL PEZ, forma que adoptó este animal
para proteger del diluvio a Manu, el primer hombre que aparecido en la tierra.
La
historia de este mito es la siguiente: Dicen que cuando Manu encontró a este
diminuto pez, al verlo, dijo: «Si tú cuidas de mí, yo cuidaré de ti». Pero,
con el paso del tiempo, el pez se hizo muy grande y Manu, con todo el dolor de
su corazón porque no quería separarse de él, no tuvo más remedio que echarlo
al agua. 
El
pez siguió fiel a la promesa que le había hecho a Manu de cuidar de él. Un día,
intuyendo que un gran diluvio se iba a producir sobre la tierra, el pez avisó a
Manu de que tal catástrofe estaba pronto a originarse, y le aconsejó que, sin
demora, construyese un arca.
Al
llegar la inundación, al pez le creció un cuerno para que Manu pudiese atar el
arca a él. Como Manu carecía de cuerdas, se sirvió de la serpiente Ananta
para atar el arca al cuerno del pez. Y entonces, el pez, remolco el arca hasta
un lugar seguro.
Este
mito, como podemos ver, nos revela una verdad única sobre el yoga; y ésta es
que cuando uno cuida de practicar la postura del pez apropiadamente, el pez
cuidará de nosotros proporcionándonos energía, sosiego y salud. 
 
Quizás sea necesario contaros aquí, aunque sea
brevemente, la leyenda legendaria de Visnu para que, de alguna forma, podáis ir
comprendiendo y empotrándose un poco más en esta serie de artículos:
Cuenta
la mitología que nos viene de la India que, Mientras que Brahma quedaba
establecido en un plano metafísico, las otras dos personificaciones del
Trimurti, Siva y Visnú, se convertían en figuras queridas y temidas, en los
santos visibles a los que recurrir en un caso concreto, en las personas divinas
pero humanizadas de las que se podían contar leyendas y creer prodigios, porque
los dioses que se asemejan a los hombres en sus defectos y en sus virtudes,
siempre están más cerca de ellos. 
Visnú,
por ejemplo, fue el héroe amado, el ser celestial que descendía continuamente
al mundo al que había dado vida con su aliento divino, para librarlo del mal,
que también intentaba perpetuarse sobre su superficie,
aprovechando cada una de las nuevas recreaciones. Sus hazañas aparecen
relatadas en los avatares y esos textos calan hondo en el fervor popular, porque
no hay cosa mejor que poder contar las muchas historias del dios valiente y
bondadoso. 
Siva,
por ser el dios destructor de la trinidad brahmánica, se vio impelido a adoptar
cada vez papeles más terribles y así, transformado radicalmente desde su
primitivo carácter de deva benefactor, llegó a representar al dios implacable
al que se le encomendaba la ingrata tarea de la destrucción, pero no por ello
dejaba de dar lo mejor de sí en beneficio de las grandes causas, aunque tuviera que repetir una y mil veces el sacrificio. 
Al
terrible Siva también se le hizo pronto asumir la tutela de la fecundidad, y
los signos fálicos se elevaron por todo el territorio de la India en su honor,
en un patrocinio lógico de comprender, porque al ser un dios tan poderoso y
valiente, no podía por menos que ser el varón deseable al que dirigirse con
devoción, para rogarle que comunicara la gracia de su fuerza y vigor a los
hijos esperados.
Hace
muchos milenios el dios Visnu comenzó su carrera mitológica como una divinidad
más de la naturaleza, tal vez como un dios solar, pero fue ganando puestos
constantemente, pasando a un puesto de máxima importancia en la trinidad
trimurtiana, al segundo lugar, tras el gran Brahma. Ahora Visnu está a la
espera de la última encarnación de su ciclo, después de haber tenido nueve de
las diez predichas por el plan brahmánico, habiendo pasado ya por las del pez
que salvó a Manú del diluvio, la tortuga que obtuvo la bebida sagrada del
amrita, el jabalí que volvió a salvar a la tierra del nuevo diluvio, el león
que castigó al blasfemo demonio Hiranya.
Trivikrama, el Brahmán enano de los tres pasos, el Parasurama que venció a los
chatrias, el Rama ejemplar que se narra en el Ramayana, Rama Chandra, el príncipe
negro Krisna. 
La décima
será el avatar del gigante con cabeza de caballo blanco, de Visnu como Kalki,
venido a la Tierra para la batalla definitiva contra el mal en el día paralaya,
cuando se acabe el mundo y Siva aparezca también sobre las ruinas del día del
fin del mundo. En las populares y muy hermosas
epopeyas sacro-poéticas del Ramayana y del Mahabharata, Visnu ya se convierte
en el verdadero protagonista de la leyenda, relegando a Brahma, al que fuera
poder eterno, a un segundo plano, mientras que él se acerca más y más al
fervor popular, y habita en las moradas paradisíacas rodeado del amor eterno de
un millar de incondicionales pastoras celestiales, las Gopis y en compañía de
Laksmi, divinidad del amor, de la ciencia y la fortuna, según nos cuentan los
textos del Ramayana. Cuando Visnu desciende a la tierra a acompañar a los
humanos, lo hace tomando cuerpo en un dios de cuatro brazos, generalmente,
brazos que portan el disco, el mazo, la concha o la trompeta, y la espada o el
loto, emblemas que son representaciones de sus facultades y virtudes, como son
los símbolos del Sol, de la fuerza, del combate contra el mal y su justo
castigo, respectivamente.
No fue elegido el nombre de esta postura por casualidad,
los vedas sabían que muchos peces no dejan proliferar ciertas enfermedades
graves allí donde ellos están. Por este motivo, muchos eremitas hindúes y
religiosos que buscan vivir en la soledad, se instalan en sitios donde esta
clase de peces se hallan. Por ejemplo, en la India hay un pez que los amantes de
los acuarios conocen con el nombre de «guppy», que gusta de vivir en charcas y
arroyuelos de agua dulce que no deja que en un gran radio de acción de donde
vive prolifere la malaria ni el paludismo.
El
Consejo Investigador Médico de la Indía ha descubierto este hecho hace algunos
años. Hicieron pruebas en esta clase de charcas, arroyos y remansos donde el «guppy»
habita, y observaron como al poco tiempo el mosquito anofeles hembra, transmisor
de la enfermedad de la malaria y el paludismo, había sido completamente
erradicado. A este pez le gustan las larvas, especialmente de esta clase de
mosquitos. 
Así,
pues, y como ya he dicho anteriormente el nombre de esta postura fue elegido, en
primer lugar, porque al igual que ciertos peces no dejan proliferar enfermedades
graves en los lugares donde habitan, tampoco este ejercicio, siempre que se
practique adecuadamente, deja que proliferen ciertas enfermedades en el yogui
que lo ejerce; y en segundo lugar, porque es una postura ideal para flotar fácilmente
en el agua.
Para practicarlo adecuadamente, este ejercicio se
ejecuta de la siguiente forma: Acostado sobre tu espalda. Mantener los pies
juntos. Los brazos relajados y estirados a tus costados, y descansando las
palmas de las manos sobre el piso. Mantén esta postura un rato con los ojos
cerrados y procura que tu respiración sea rítmica. Este primer acto pretende
que la persona que lo practica, debido a la postura que mantiene su pecho
estirado y los bronquios completamente libres, pueda hallar el arte de la
respiración proporcionada, alivie las tensiones acumuladas, flexibilice la
espinal dorsal y, con mucha práctica, pueda corregir la anomalía de los
hombros caídos o adelantados.
 
Más
tarde hay que arquear la espina doral, dejando que la cabeza cuelgue y que la
coronilla de la misma descanse sobre la alfombra donde estemos. Hay que mantener
esta postura durante unos 20 ó 25 segundos. Luego, desliza nuevamente tu cabeza
al lugar donde antes estaba, baja el pecho y ya, por último, vuelve a hacer que
el cuerpo repose nuevamente sobre la alfombra, en la misma posición que al
principio se tenía. Mantén otra vez esta postura más o menos el tiempo que al
principio la mantuviste.
Antes
de seguir adelante con la descripción de algunas «asanas» o posturas,
quisiera hacer un intermedio para describiros, lo más sencilla y detalladamente
que pueda, algunas premisas que hay que tener en cuenta antes, durante y después
de practicar yoga:
Antes
de comenzar a practicar,
quitaremos de nuestro cuerpo cuanta más ropa, mejor. Si lo hacemos en algún
lugar privado, donde estemos solos, nos desnudaremos completamente; si lo
hacemos en un lugar público, procuraremos llevar ropa muy ligera, sin fibra,
mejor con algodón. Cualquier prenda que sea elástica o nos apriete, la
quitaremos al momento: calcetines, calzoncillos, bragas, sujetador e, incluso,
un simple reloj de pulsera. Esto se hace para que el torrente sanguíneo,
incluido el capilar, no se pueda ver obstruido. Deberemos ir al servicio y
evacuar cuanta orina tengamos en nuestra vejiga, y, por último, procuraremos
que nuestro estomago haya terminado de hacer la digestión de cualquier comida.
Para ello tendremos en cuenta que los dos procesos principales de digestión en
el organismo humano, el mecánico y el químico, tienen lugar simultáneamente.
Y que las contracciones musculares del tracto que se lleva a cabo en la digestión
mecánica, como la hidrólisis que descompone los hidratos de carbono, las
grasas y las proteínas en partículas más pequeñas que se lleva a cabo en la
digestión química, perturban, molestan y son contraproducentes para cualquier
práctica del yoga.
 
Durante
el tiempo en que estemos practicando,
nos concentraremos en lo que estamos haciendo. Procuraremos arrojar de nuestra
mente las preocupaciones que tengamos, y nos repetiremos a nosotros mismo que
nuestra capacidad para conseguir nuestros objetivos son tan óptimos como los de
cualquier otro. Así, poco a poco iremos creciendo personalmente, teniendo más
confianza en nosotros y nuestros complejos, si los tenemos, se disiparan
Después
de haber practicado los ejercicios,
naturalmente la ducha es reglamentaria en cualquier clase de gimnasia. Y para
seguir con los acciones de activar la circulación sanguínea, procuraremos
quitar la «alcachofa» de la ducha y descargarnos fuertes chorros de agua por
todo el cuerpo, sin olvidar los genitales. Con ello conseguiremos estimular la
circulación sanguínea por todo el cuerpo, regenerar los alvéolos pulmonares e
ir adquiriendo una mejor y más rítmica respiración, moderar y prevenir las
varices y, sobre todo, descansar las piernas que son los pilares donde descansa
en todo momento nuestro cuerpo.