PREGUNTAS HECHAS POR LECTORES Y CONTESTADAS POR EL AUTOR

MARIO. Buenas Tardes señor Galera. Ante todo gracias por enviarme su estudio realizado sobre la Orden del Cister.
Quisiera preguntarle la relación existente entre la Orden del Cister, san Bernardo y La Orden del Temple. ¿Es la orden del temple parte o sucesora de la orden del Cister?.

Apreciado amigo Mario, en primer lugar quiero decirte que la Orden de Templo de Jerusalén, tal como verás más adelante, sí se puede considerar espiritualmente como bastante cercana la orden del Cister; pero nunca como sucesora porque la Orden de los Templarios fue extinguida por el Papa Clemente V en el año 1314, y la orden del Cister todavía sigue existiendo.
            Y ahora, para contestar a tu pregunta, me vas a permitir que lo haga de una forma cronológica: La orden del Cister fue creada por san Roberto en el año 1098 con el objeto de restaurar la regla de san Benito en todo su rigor. La primera casa o monasterio de los del cister fue ubicado en Cîteaux, a unas cuatro leguas de Dijon, el pueblo donde vivía san Bernardo. Éste, seducido por la forma de vida que los monjes del cister practicaban, de disciplina, oración, recogimiento y sacrifico, decidió entrar en el monasterio de Cîteaux y hacerse monje del cister.

            Vistió Bernardo el hábito religioso en el año 1109. Transcurrido el año de noviciado y suficientemente probada su vocación, profesó en el mismo monasterio durante tres años. Transcurrido este tiempo, san Esteban envió al joven Bernardo al frente de un grupo de monjes con el mandato expreso de fundar una nueva comunidad en el Valle de Absinthe (Valle de la amargura), en la diócesis de Langres. Bernardo y sus acompañantes llegaron a este lugar el día 25 de junio de 1115 y fundaron la nueva comunidad con el nombre de Claire Vallée o Clairvaux, que el santo había cambiado de Valle de la amargura en Claro Valle.
            La inteligencia de san Bernardo y sus dotes de administrador y de director espiritual, fueron las causas de que sus superiores se fijasen en él para elevarlo a la categoría de abad.
             El santo fue investido como abad definitivamente en el año 1117 de las manos del obispo de Châlons-sur-Marne, Guillermo de Champeaux.
             La influencia de este santo varón comenzó a notarse pronto en los asuntos franceses e incluso en los de la Santa Sede. Defendió los derechos de los pobres; preconizó las potestades de la Iglesia frente a las intromisiones de reyes y príncipes, y recordó a los obispos sus deberes.
             La vida religiosa de San Bernardo, desde que toma el hábito del cister hasta que muere, discurre bajo el influjo de las cruzadas. Incluso el papa Eugenio III, que había siso en otro tiempo su discípulo, viendo el ardor que ponía en todas las prédicas para convencer a los reyes, príncipes, señores y soldados de fortuna para que se decidiesen ir a  Jerusalén para liberarla de los enemigos de Cristo, le encarga que predique varias cruzadas.
            San Bernardo puso toda su voluntad y trabajo para convencer a los nobles y soldados de fortuna de que era necesario librar la Tierra donde había nacido Nuestro Señor Jesucristo de infieles y descreídos.
             Pero como siempre ocurre cuando una persona pone todo su interés, trabajo e ilusión en la consecución de un propósito —y en este ejemplo no había diferencia entre aquellos tiempos y los nuestros—, san Bernardo tuvo una gran desilusión. No quedó contento con la función bélica que los portadores de cruces habían llevado a cabo en Tierra Santa. Él esperaba más de ellos, mucho más… Tanto, que cuando su antiguo discípulo, el papa Eugenio III, le sugiere que predique la Tercera Cruzada, él, en una carta que le envía a su amado discípulo, le dice:

¿Te imaginas lo que harían conmigo, en las actuales circunstancias, si otra vez por mi predicación volvieran los nuestros a la guerra y fueran también vencidos? ¿Crees que me escucharían si les exhortara a que por tercera vez repitieran el viaje y acometieran una hazaña en la que ya habían fracasado por dos veces? Pues ahí tienes a los israelitas, que, sin tener en cuenta su repetido fracaso, obedecen por tercera vez y vencen. Pero nuestros hombres dirían: ¿Cómo sabremos que esto procede del Señor? ¿Qué señal realizas para que te creamos?.

La desilusión que los soldados cruzados dejaron en el ánimo del santo, encuentra su restitución cuando su tío André de Monbard, le escribe diciéndole que un grupo de caballeros, entre los cuales se encuentra él, han decido quedarse en Jerusalén para formar una orden religiosa y necesitan de su espiritual ayuda para constituirse.
            Esta era la tierra que necesita el santo, una orden militar y religiosa que dedicase su esfuerzo en librar la tierra donde había nacido Nuestro Señor Jesucristo de los enemigos del cristianismo. Una Orden que fuese disciplina, obediente y religiosa. Desde ese momento en adelante, a pesar de haber estado ayudándoles durante mucho tiempo tanto espiritual como monetariamente del dinero que recibe de las donaciones que le hacen los grandes señores, se dedica en cuerpo y alma a proteger, velar y recomendar a esta Orden militar y religiosa.
            Él es, sin lugar a dudas, el que los recomienda al patriarca de tierra santa y al rey de Jerusalén Balduino II, para que sean acogidos y ayudados caritativamente tanto en la sede patriarcal como en el reino. De otra forma no podríamos explicarnos por qué, el rey Balduino, le escribió al abad de Claraval una carta diciéndole que sus protegidos los de la Orden del Templo, siguiendo sus recomendaciones, habían sido acogidos y ayudados tanto por él como por el Rey Balduino.
            Bernardo ve en esta orden la respuesta a todas sus súplicas. Los pobres compañeros de Cristo, nombre con el cual se habían presentado a él en el año 1118, un año después de haber sido nombrado él abad de Claraval, con la pretensión de ser a la vez monjes y guerreros, era la tierra que el santo necesitaba. Un tierra fértil donde —por medio de la obediencia—, nadie lucharía en Jerusalén para enriquecerse, sino, sola y exclusivamente para librarla de sus enemigos.
            El gozo que se produce en el animo del santo cuando Los pobres compañeros de Cristo lo eligen para ser guía y consejero de la Orden, queda suficientemente plasmado en el libro de la Alabanza a la nueva milicia del Templo, que a continuación vamos a dar a conocer. Allí, el santo Abad, cuando habla de los monjes soldados dice:

...Los soldados de Cristo, en cambio, con seguridad pelean las batallas de su Señor; sin temor ni de pecar al matar al enemigo, ni del peligro de su propia muerte, pues cuando quieran pueden inferir o sufrir la muerte, ello nada tiene de crimen y merece mucha gloria. En lo primero se lucha por Cristo; en lo segundo Cristo es como premio; el cual con agrado recibe la muerte del enemigo como justa venganza y se ofrece al soldado como consuelo. El soldado de Cristo, pues, mata con seguridad de conciencia y con más seguridad muere. Para sí gana si sucumbe, para Cristo triunfa, si vence. Pues no sin causa lleva la espada; pues es ministro de Cristo para venganza de los facinerosos y alabanza de los buenos. Así, cuando mata a un malhechor no es propiamente un homicida sino, por así decirlo, un malicida, pues ejecuta la venganza de Cristo en aquellos que obran mal y es considerado como defensor de los cristianos...

Y en el capítulo II del mismo libro, que trata de la «Milicia seglar», en contraposición a los monjes, el abad dice lo siguiente:

 ¿Cuál será, pues, el fin o el fruto de la que yo no llamo milicia, sino malicia secular, si siendo vencedor peca mortalmente y cuando es muerto perece para siempre? Pues no otra cosa mueve las guerras entre vosotros y suscita las contiendas, sino o un irracional movimiento de ira, o un vano deseo de gloria o bien cualquier apetito de posesiones terrenas. Por causas tales no es lícito ni matar ni morir...

Como hemos visto, los monjes soldados son justificados de matar a cuantos enemigos de Cristo se pongan en su camino, mientras que los seglares quedan en entredicho. De ahí que los ideales, tanto jurídicos como morales, adquieran una asombrosa complejidad según el tiempo y las necesidades del hombre que habita en este mundo.

Espero, amigo Mario, que por medio de la lectura de la información que te mando, te hayas dado cuenta de que tu pregunta queda suficientemente contestada y aclarada. Porque la relación que existe entre la Orden del Cister, San Bernardo y los Templarios, está bastante unida en la historia.

JAIME ULL. Me gustaría que me ayudarás con un poco de información y unos cuantos nombres. Después de la persecución..., o aún antes, tiene que haber nombres de templarios navegantes famosos... También quisiera saber el origen de la JOLLY ROGER; no lo tengo muy claro.

Amigo Jaime, sobre navegantes templarios poco se sabe que pueda sustentarse en referencias históricas, y mucho que haya salido de la imaginación de autores que dan como verdad lo que la ciencia histórica niega. Algunas órdenes militares (las que más dinero fueron acumulando a lo largo de su vida) fueron poseedoras de flotas que estuvieron bajo el mando directo de los maestres que mandaban dichas órdenes. Sin embargo, al contrario de lo que se ha venido creyendo, las tripulaciones de estas flotas no estaban integradas por caballeros de las orden. Las órdenes compraban los barcos y contrataban a los marineros. Desde el capitán hasta el último grumete eran todos empleados de las órdenes que los habían contratado. Solamente hay un marinero que la historia nos dice que fue templario, y que mandó uno de los barcos propiedad de la Orden del Templo de Salomón. Este fue Roger de Flor. Toda la historia de este caballero la podrás encontrar en mi última obra titulada: «LA VERDADERA HISTORIA DE LA ORDEN DEL TEMPLO DE JERUSALÉN. A la luz de la documentación histórica». En la página 203 dedico todo un capítulo a describir a este caballero.
                 En cuanto al origen de la «Jolly Roger», se sabe que cuando los corsarios aparecieron en Europa por ser necesarios para algunas naciones que de esta forma podían atacar a sus enemigos sin ser culpados por ello, ya que aunque estaban a las órdenes de reyes y emperadores, luchaban y despojaban bajo una bandera a la que se dio en llamar «Jolly Roger» para evitar de esta forma luchar bajo la bandera de su reino, y no recibir represalias de los países atacados. El nombre de esta bandera, o sea el de «Jolly Roger», fue elegido por los dos países de la Europa cristiana que en aquellos tiempos más soldados y dinero aportaban a la lucha en Tierra Santa: Inglaterra y Francia. Jolly es un adjetivo inglés que significa: Terror; y Rouger, es rojo en francés. El nombre completo era leído como: TERROR SANGRIENTO. En un principio los barcos que navegaban bajo alguna bandera cristiana, no eran atacados. Fueron creados para contrarrestar y diezmar a los barcos árabes y, también, para luchar de tú a tú contra los piratas berberisco que eran pagados por los reyes musulmanes.
            Algunos autores, basándose en Rouge (rojo), afirman sin escrúpulo alguno que estos barcos navegaban bajo las órdenes de los templarios. Sin embargo, eso habrá que demostrarlo con fuentes documentales. Y cuando esté demostrado, yo seré el primero en admitirlo.
                Cuando el tiempo de las cruzadas fue pasando y las tropas cristianas dejaron de ir a Jerusalén para liberarlo, a la bandera negra con la calavera, cruzada o no, por dos huesos, se la fue conociendo como «Jolly Roger». Fue entonces cuando los cristianos, al no tener Tierra santa donde luchar, comenzaron a declararse la guerra entre ellos. Y, como es natural y lógico, todos los países en contienda dieron patente de corso a algunos de sus navegantes que comenzaron a navegar bajo esta bandera. Fue entonces cuando la mencionada bandera comenzó a aparecer con diversas variantes: con espadas, con relojes de arena, con lanzas... El principal objetivo de la guerra marítima del corso (corsarios o piratas) era el de atacar destruir el comercio del enemigo. De esta forma se tendía a quebrantar la resistencia económica y militar del adversario.

NELSON SEGURA. Me gustaría saber a qué grupo religioso perteneces... Jesús, la Iglesia Católica, el Vaticano... Gracias por su atención.

Apreciado señor don Nelson Segura, las personas que nos dedicamos a escribir y que, por lo tanto, podemos influir en quienes nos admiran, en cuanto a que podrían —afectados por nosotros— elegir profesar la misma fe o las mismas ideas políticas que nosotros, tenemos que ser muy cuidadosos a la hora de confesar nuestras creencias tanto políticas como religiosas. Los que tenemos algo de popularidad no podemos usarla para hacer campañas políticas ni religiosas. Eso sería inmoral y deshonesto, porque nadie posee la verdad absoluta. Y el que crea que su religión o su política son las únicas verdaderas, estará rayando en el fundamentalismo. Sin embargo, he de decirle, que yo personalmente soy de los que creen y están totalmente convencidos que el Dios de todas las religiones del mundo es el mismo Dios en el que cree usted y en el que creo yo. Esta es la razón por la cual yo considero a todas las criaturas del mundo, con independencia de sus creencias religiosas, políticas, de raza o de cualquier otra cuestión, HERMANOS sin importarme ninguna de sus creencias porque, sean cuales sean, las respetaré sin condiciones, y exigiré asimismo que sean respetadas las mías. La experiencia religiosa no es la misma en todas las personas, ni siquiera en aquellas que profesan la misma religión. Y esto es así, mi apreciado amigo, porque la experiencia religiosa consiste en la percepción que cualquier persona hace del mundo en el que vive como signo de la realidad divina, o de la vivencia que tiene de Dios en el desarrollo de su vida. Por medio de su propia experiencia religiosa, la persona capta la percepción del otro en lo terreno y en lo humano, descubriendo en ese encuentro el fundamento de su existencia.

PABLO MONTOYA. Sabiendo que está muy ocupado, me disculpará si me animo a pedirle ayuda, pero es la persona indicada a quien debo recurrir. Resulta que hay una secta de Hare Krishna que está atrayendo a varios jóvenes de mi familia porque argumentan que Jesús conocía a los Vedas y que seguía los dictados de Baghabad Ghita. Incluso llegan a decir que Cristo no oraba a Dios Padre, sino a Krishna. También dicen que Constantino modificó las Escrituras, especialmente los Evangelios en el Concilio de Nicea para su conveniencia, y que bajo amenaza de muerte obligó a los obispos a aceptar sus cambios para adaptarlos el Imperio romano. En pocas palabras, que es una mentira...

Apreciado señor don Pablo Montoya, En cuanto a lo que me dice sobre la secta de los Hare Krishna, debo decirle que estos individuos lo que hacen es aprovecharse de la juventud y, en general, de quienes no conocen a fondo la religión cristiana ni la de los Vedas.
             El vedismo, religión de la cual procede la religión de los Hare Krishna, así como la mayor parte de las doctrinas hindúes, es la forma más antigua  conocida de las religiones indias, representada sobre todo por los cuatro textos religiosas básicos, considerados como revelados: los VEDAS.
            El vedismo se sitúa, aproximadamente, entre los siglos XX y X antes de Jesucristo. Esta religión constituye una síntesis sublimada, expurgada por la élite sacerdotal, de antiguos concepciones religiosas indoeuropeas, de índole naturalística, con algunos cultos indígenas y algún que otro elemento aislado, tomado probablemente del Asia anterior. De ahí que los que profesan esta religión, según el texto dieciséis de su libro sagrado, recen a Dios de esta forma:

¡Oh mi Señor! ¡Oh, filósofo primordial,
sustentador del Universo! ¡Oh, principio
regulador, destino de los devotos puros,
bienqueriente de los progenitores de la humanidad
Por favor remueve el resplandor
de tus rayos trascendentales para que pueda
ver así Tu forma de bienaventuranza.
Tú eres la eterna Suprema personalidad de
Dios similar al Sol, y yo también soy sol.

Los dioses vedas son personificaciones emanadas del ser divino primordial, dotadas todas de inmortalidad.
                 Cabe distinguir dos categorías de dioses: los devas y los asuras.
                 Los devas son divinidades de la naturaleza y personificaciones representativas de las clases guerrera y agrícola. Entre los devas cabe destacar a Dyaus (cielo), Surya (sol), Usas (aurora), Sandra (luna), Vaya (viento), Maruts (truenos), Prithivi (tierra), Avins (estrella matutina y vespertina, protectora de los campesinos y ganaderos).
            Los asuras son divinidades que personifican conceptos éticos. VARUNA, señor del firmamento, supremo árbitro de la ley moral. MITRA, señor de la luz del día, que vigila la fidelidad de los hombres. ARYAMAN, dios del matrimonio y de la hospitalidad.
            La diferencia entre devas y asuras está en que no sólo representan realidades divinas, sino sobre todo en que los devas dependen de los sacrificios, contenidos en los himnos de alabanza, mientras que los asuras son independientes de los sacrificios y del ritual. Con el tiempo, y como es natural y lógico, los devas, tenidos por poderosos y dadores de riquezas, victorias, ganado y descendencia, gozaron de gran popularidad; mientras que los asuras fueron degradándose hasta convertirse posteriormente en seres malignos o demonios.
            Krishna, la deidad a la que adora esta secta, es una persona histórica y mitológica a la vez. Desde el punto de vista histórico, fue un príncipe de Yadava, Estado situado al Oeste del río Jumna, aliado de los pandava de la epopeya de Mahabharata y fundador y reformador del culto a Bhagavat, más tarde se le identificó con la propia divinidad de su pueblo y, finalmente, con Vishnú.
                Desde el punto de vista mitológico, Krishna, nació en la tercera edad del mundo, octavo hijo de Vasuveda, se libró de la muerte que le esperaba siendo entregado ocultamente a un pastor. En la vida pastoril sostuvo relaciones amorosas con Rhada, venerada como divinidad. Para los que practican esta religión, la pasión de amor de Rhada con Krishna simboliza el deseo que puede tener un alma humana de unirse a Dios. La leyenda sigue contando las grandes empresas que realizó Krishna, hasta que, ya muy anciano, murió por efecto de una flecha que se le introdujo en el talón, única parte vulnerable de su cuerpo.

El cristianismo, por el contrario, aunque posee algunos de los caracteres definidos en la religión de los vedas, tiene respecto a ella diferencias bastante nobles y esenciales. En Cristo se cumplen las aspiraciones de todos los pueblos, expresados en sus religiones. Cristo recoge también la revelación, que había sido dada fragmentariamente al pueblo de Israel, y la plenifica, porque él es el Revelador de Dios, por antonomasia (Hebreos. 1,1.)
            El cristianismo no hunde sus raíces en la tierra sacralizada, como la religión de los Vedas, ni en la prehistoria nebulosa del grupo étnico, familia, clan, tribu, nación..., como las religiones celestes, tan propicias para lo mítico.
            El cristianismo arranca de un fundador conocido, persona y personaje histórico: Jesús de Nazaret. Su existencia histórica está atestiguada no sólo por los libros sagrados cristianos: evangelios, hechos de los apóstoles, etc., sino también por escritos no cristianos, como Flavio Josefo (siglo I d. C.), o Tácito (siglo I d. C.).
            La diferencia que existe entre Jesús y los dioses antes descritos, es la misma que existe entre la historia y el mito. La pasión y muerte de Jesús fue un hecho histórico; su resurrección fue un acontecimiento real, algo que sucedió verdaderamente. En cambio la muerte y resurrección de los dioses de los antiguos cultos fueron solamente imágenes míticas de los procesos y fuerzas naturales, sentidos y entendidos filosóficamente. La muerte de la vida natural en el Otoño, y su aparición en primavera se simbolizaba en la muerte y resurrección de una divinidad mítica. De ahí que la participación del hombre en estos cultos mistéricos no sea más que participación en el ritmo de la naturaleza, entregada a su proceso de florecer, madurar y morir. Estos cultos no pueden librar al hombre de la estreches de la existencia y del poder del pecado, porque no pueden conducirle a una realidad de verdad superior a él y distinta del mundo de la experiencia. De ahí la enorme diferencia respecto a Cristo. Jesucristo no es un mito sino historia. Jesucristo rompe el proceso circular de la naturaleza, el eterno retorno; quiebra el anillo que enlaza nacimiento y muerte y que era inevitable para el hombre natural. Cristo nació y murió una vez, en un tiempo determinado y en un lugar que puede ser incluso visitado. La muerte de Cristo ya no se repite: murió de una vez para siempre y ya no muere más. Cristo, pues, se distingue esencialmente del mito del eterno retorno de la naturaleza. Además, murió voluntariamente por nosotros. En cambio, los dioses míticos mueren imprevistamente, contra su voluntad, sin tener en cuenta para nada ni el honor de sus dioses ni la redención de los hombres.

No sé si quedará suficientemente aclarada su pregunta, mi apreciado amigo,  si no fuese así, le ruego que me lo haga saber.

ENRIQUE CARVAJAL AYALA. Quisiera preguntarle, porque sé que tiene conocimiento sobre el perfil de quien fuese Obispo de Cartagena, sobre el año 1490, el Cardenal Bernardino López de Carvajal; así como el tío de éste, el también Cardenal Juan de Carvajal, y el sobrino de ambos, el obispo de Plasencia Gutiérrez Vargas de Carvaja, si tiene algún artículo u obra publicada relacionada con la simbología del arte sacro, de cuya huella dejaron constancia los tres personajes en objetos, monumentos e iglesias...

Apreciado señor don Enrique Carvajal Ayala, dándole las gracias por su amable escrito, paso a decirle que yo personalmente no he escrito ningún artículo sobre el Cardenal don Bernardino López de Carvajal. Esto no quiere decir que algún día lo haga, ya que la figura de este Cardenal —tal vez por su agitada historia—, tenga bastante interés para los posibles lectores. Su deseo de ser Papa, lo empujó a aliarse con el rey francés Luis XII que rivalizaba contra los intereses de Roma y contra los de España, encabezando el «Conciliábulo de Pisa» en el año 1511, que le valió la pena de ser excomulgado, aunque más tarde, dándose cuenta de sus errores, pidiera perdón humildemente ante el Papa León X, quien le restituyó todas sus anteriores cargos. Por esta razón tuvo el alto honor de, cuando murió, ser enterrado en la iglesia de la Santa Cruz de Jerusalén, en Roma, de la que al ser titular, pudo ser soterrado en ella, obedeciendo sus últimas voluntades.