Vicente Rodríguez López, un artesano que sigue ejerciendo su oficio para hacer feliz al prójimo.
 ![]()
Creo que no hay en toda España región donde haya habido tantos oficios artesanos como los hubo en esta Regio de Murcia. Desde el que hacía cordeta hasta el que aneaba sillas, pasando por el alpargatero, talabartero, abaniquero, curtidor, zapatero, sastre, calcetero y, en este caso, el juguetero que creaba juguetes de cartón con sus propias manos, ha habido en esta región tantos oficios artesanales que sería muy difícil enumerarlos todos. Es una pena que, al haber ido menguando las necesidades del consumidor hacia esta clase de trabajos, porque ahora todo se fabrica mecánicamente y a gran escala, todos estos oficios se hayan ido abandonando.
Vicente Rodríguez López es un artesano que no se rinde. Él dice que morirá con las botas puestas. Tiene el taller en la carretera de El Palmar, a la altura del cruce del camino de Salabosque, y su exposición de juguetes artesanales la tiene sobre la acera, en la misma puerta de su casa.
Pregunta.- ¿Lleva mucho tiempo haciendo esta clase de artesanía?
Respuesta.- Mucho. Creo que toda mi vida.
P.- ¿Está bien pagado este trabajo?
R.- No; este oficio no se paga ni con todo el oro del mundo. No me extraña que otros artesanos hayan tenido que dejarlo para dedicarse a otros trabajos que están mejor remunerados. Mire usted, para ponerle un ejemplo, le diré que para hacer un juguete primero tengo que modelarlo en barro, luego sacar de él el molde, después rellenarlo con mucha paciencia de cartón mojado en engrudo, luego tiene que estar de tres a cuatro días secándose, después hay que lijarlo y retocarlo y ya, por último, pintarlo a mano. Saqué usted mismo sus propias conclusiones.
P.- ¿Y se vende?
R.- No tanto como yo quisiera. La gente ha perdido la tradición de comprar estos juguetes. Ahora priman más los modernos que son eminentemente violentos o bélicos. Sin embargo, hay todavía personas que siguen estimando mi trabajo. Vienen aquí y me compran algún modelo. Unos creo que lo hacen para regalárselo a sus hijos o nietos, pero creo que la mayoría vienen a comprarlos para ellos, ya sea por añoranza o para adornar algún rincón de su domicilio.
P.- ¿Ha tenido que estudiar usted algo para poder ejercer este oficio?
R.- Ya lo creo... Estudié modelado, pintura, dibujo y escultura. Estuve durante mucho tiempo trabajando en el taller del escultor Antonio García Mengual, donde aprendí muchas cosas.
P.- ¿Por qué no siguió el oficio de escultor?
R.- Por una razón muy lógica. Yo me crié sin padres. Así pues, nadie me alimentaba si no lo hacía yo. Desde muy pequeño tuve que trabajar para no pasar hambre. Cuando aprendí a hacer juguetes, enseguida los vendía. Pero para ser escultor tenía primero que darme a conocer, y en la escultura no se da uno a conocer en dos días. El hambre no suele ser nunca buen consejero.
P.- Si este oficio tiene tanto trabajo y contados beneficios, ¿por qué sigue usted realizándolo?
R.- Porque me gusta. Porque es como un amigo que me libró de la necesidad. Porque me entretiene y porque creo que trabajándolo todavía puedo hacer a alguien feliz. Veo que la gente que viene a comprarme es gente mayor, e intuyo que lo hacen porque con estos inocentes juguetes debieron pasar muchas horas felices en su niñez. De esta forma yo soy feliz haciéndolos y el cliente feliz comprándolos. Lo que pierdo en caudal lo gano en satisfacción.
IMPRIMIR EL TEXTO IMPRIMIR LA PÁGINA
![]()