En un libro que yo escribí en
el año 2001, del cual se han publicado ya cuatro ediciones, cuyo título es: «El
largo coma de un policía nacional», y cuyo tema, como el lector habrá podido
ya adivinar, trataba sobre la historia y evolución de la banda terrorista ETA,
decía yo, entre otras muchas cosas, que este grupo suele practicar la
estrategia del boxeador que ha sido alcanzado por un certero golpe del contrario
y que, al verse debilitado para esquivar los golpes y contraatacar, se abraza
insistentemente a su adversario con ánimo de ir poco a poco recuperando las
fuerzas perdidas para luego poder nuevamente atacar. Si algo claro ha dejado la
nefasta historia de esta banda es, precisamente, que cada vez que pide una
tregua es para recuperar las fuerzas perdidas, para adiestrar nuevos verdugos,
para proyectar futuros objetivos criminales, para adquirir armamento y
explosivos, para establecer comandos en las ciudades españolas que carezcan de
ellos y para reconstruir los desguarnecidos. Y, naturalmente, hacerlo todo
relajadamente, o sea, con distensión policial, sin ataques por parte de los
medios informativos y abriendo un fingido dialogo con el Gobierno que, como es
natural, nunca llega a ningún sitio. Lo que ETA ha exigido siempre en sus
negociaciones anteriores es totalmente imposible de conceder, pero mientras haya
gobiernos que crean en las treguas de esta banda terrorista, en su supuesta
voluntad de negociar o en su fingido empeño en dejar las armas, tendremos ETA
para rato, porque cualquier boxeador sabe que cuando su contrincante se abraza a
él, es porque está desfallecido y a punto de caer, por ello, el luchador
buscará más el golpe de gracia que permitir por piedad
que el contrario recupere sus fuerzas por medio de continuos abrazos, porque
tanto los luchadores como los gobiernos saben que la piedad
puede ser utilizada en contra nuestra. Y esta afirmación no es nueva, ya en 
el Evangelio, 1 Tim. 6. 5, podemos leer:  «No confiéis en las porfías
de hombres de inteligencia corrompida y privados de la verdad, que tienen la piedad
como fuente de ganancias».