Casi
              todos los tratados comienzan la exposición de su materia por una
              definición o delimitación del terreno que intentan someter a su
              estudio de forma sistemática. Sin embargo, una buena definición
              debería constituir más un punto de llegada que un punto de
              partida. De todas formas, el caminante necesita conocer el esbozo
              y el plan de su itinerario. Sólo buscamos aquello que al menos
              añoramos. Aquello que es cuestión para nosotros. Y todos
              nos preocupamos por saber qué comportamiento puede ser calificado
              de "moral" en la vida diaria. Y, en consecuencia,
              podemos preguntarnos qué alcance tiene una disciplina teológica
              que se ocupe eventualmente de la moralidad del comportamiento
              humano.
              De
              forma obligatoriamente provisional podríamos intentar definir el
              campo de lo moral, es decir, deslindarlo frente a lo que no
              pertenece al ámbito de lo moral. Se oye muchas veces que una
              determinada conducta es inmoral. En ese caso no se alude solamente
              al campo de lo "inmoral" . Una conducta respaldada por
              las leyes de una comunidad puede ser percibida como inmoral por la
              misma comunidad: las leyes, en efecto, pueden ser manipuladas por
              grupos de presión o no responder a la sensibilidad de los
              ciudadanos. También puede ocurrir lo contrario: una actuación
              moralmente laudable puede ser considerada ilegal. Los héroes y
              los mártires son una prueba evidente de ello.
              Pero
              la conducta moral ha de ser deslindada también del ámbito de lo
              "religioso", aunque esa diferencia resulte difícil para
              hombres que han vivido en una cultura en la que la religión y la
              moral han vivido estrechamente unidas. De todas formas, es
              difícil constatar que hombres muy religiosos -al menos en
              apariencia- observan una conducta inmoral. Y, por el contrario,
              algunos pensadores que ha reflexionado sobre las existencias
              morales se han proclamado abiertamente a-religiosos. La verdadera
              religión se manifiesta en modos concretos, pero el fenómeno
              religioso se opone absolutamente a ser confundido con las acciones
              morales, por ejemplo con el ejercicio de la justicia en el
              comercio con los hombres, con la manifestación de un espíritu de
              beneficencia y de servicio hacia los miserables.
              Lo
              moral tampoco coincide, por otra parte, con el comportamiento
              declarado por una decisión mayoritaria, expresa o tácita, de la
              sociedad. Una adhesión cuantitativamente significativa no realiza
              automáticamente una transmutación de los valores morales.
              Lo
              moral no se identifica, finalmente, con el comportamiento asumido
              sobre el fundamento de un sentimiento, de una intuición, de una
              "corazonada". Aun relativizando la culpabilidad -y algo
              menos de mérito- de las acciones u omisiones nacidas de un
              sentimiento, los hombres siempre han estado de acuerdo en la
              legitimidad de un juicio moral sobre el comportamiento objeto.
              Tras
              este deslinde previo, tal vez se podría aventurar que lo moral se
              refiere, en consecuencia, a la realización de la misma humanidad.
              Es bueno el comportamiento que lleve al hombre a ser
              verdaderamente hombre, con independencia de lo que eventualmente
              determinen las leyes o las religiones, los pactos consensuados o
              las decisiones del sentimiento. La bondad se parece a la verdad.
              En una y en otra nos encontramos con una actividad humana -pensar,
              decir, hacer, omitir- y con una realidad . Tanto la verdad como la
              bondad evocan un puente tendido entre esos dos márgenes: un
              encuentro verdadero -cuando se da esa ecuación, cuyos términos
              habrá que reconsiderar más adelante.
              La
              teología moral vive, por consiguiente, en el contexto de una
              cultura determinada . Pero vive en medio de ella, sin caer en las
              tentaciones de la huída o del mimetismo. Reflexiona sobre el
              mundo concreto en el que le ha tocado vivir, sin evadirse hacia
              otro siglo o hacia otro lugar. Pero reflexiona sobre ese mundo sin
              identificarse incondicionalmente con sus valores habituales.
              Adopta más bien un talante dinámico y evangelizador. También en
              Teología Moral sigue vigente el antiguo axioma de san Ireneo de
              Lyon: "Lo que no se asume no queda salvado".
              Ahí
              se encuentra la clave para la resolución del problema de la
              identidad y la especificidad de la Moral cristiana. La
              Teología Moral, como la esperanza, debe ayudar al cristiano a
              mantener una "reserva crítica" ante las realidades y
              realizaciones del mundo y de las sucesivas culturas, que son
              asumidas y juzgadas a la luz de la Palabra de Dios. Las
              realizaciones del reino de los hombres preanuncian y ejemplifican
              cuasi-sacramentalmente el advenimiento del Reino de Dios. Pero el
              Reino de Dios no se gota ni se reduce al anuncio de las
              realizaciones del reino de los hombres. Preparado por el esfuerzo
              humano, trasciende con su gratitud todos los esfuerzos.
              En
              consecuencia, ni los no creyentes podrán eximirse del amor, como
              si fuera exclusiva de los creyentes, ni los creyentes olvidarán
              el anhelo natural y las "semillas de la Palabra de Dios"
              que se encuentra ya en el esfuerzo humano y en la lucha por el
              bien, la justicia o la vida.