San Francisco sufre una larga enfermedad en Acre, donde había ido con el propósito de entrevistarse con el sultán de Egipto. Durante su larga enfermedad, da orden de que le pongan delante, para verlo continuamente, el hábito franciscano que tanto representaba para él. Un día se da cuenta de que el hábito, tal como se lo han puesto sus hijos, le está representando una cruz TAU. 

 

Comenzó entonces a pensar qué podría ser, o qué le querría decir aquel mensaje que recibía. Llegó a la conclusión de que el hábito formaba una cruz incompleta, y que cuando el monje lo vestía, la cruz donde Nuestro Señor Jesucristo fue sacrificado quedaba completa. Concluyó entonces diciendo, y así lo ha escrito en muchas de sus obras, que el hábito simbolizaba el ALMA INMORTAL y el monje el CUERPO MORTAL.

 

Desde entonces, san Francisco tuvo siempre a su lado la cruz TAU, e incluso firmaba todos sus documentos y escritos representando esta cruz junto a su firma. Sus frailes siempre la llevaron encima... Para  todo franciscano es parte de la herencia que dejó san Francisco. Llevar la TAU significa  el empeño  de querer sobrellevarla cerca del corazón, en recuerdo de Nuestro Señor Jesucristo, el recuerdo que nos santifica y nos reconforma en nuestra ALMA INMORTAL.

 

La cruz TAU, se convirtió desde entonces en un símbolo franciscano muy importante, ya que sobre ella decía el Papa Inocencio III que: «La TAU es la última letra del alfabeto griego, símbolo de la humildad en que se fundó el Evangelio y señal propia de los hijos de la Pobreza.»  

 

Otra novedad sobre esta cruz y, precisamente por ser elegida y venerada por san Francisco, es que se le atribuían poderes para expulsar a los demonios. Era creencia popular que  la cruz TAU iba siempre en el cuello de san Francisco y de sus hijos, representada en madera, por un hecho que le ocurrió al santo y que fue recogido por su biógrafo San Buenaventura. El advenimiento dice lo siguiente:

 

Y así sucedió que en cierta ocasión llegó Francisco a Arezzo cuando toda la ciudad se hallaba agitada por unas luchas internas tan espantosas, que amenazaban hundirla en una próxima ruina. Alojado en el suburbio, vio sobre la ciudad unos demonios que daban brincos de alegría y azuzaban los ánimos perturbados de los ciudadanos para lanzarse a matar unos a otros. Con el fin de ahuyentar aquellas insidiosas potestades aéreas, envió delante de sí, como mensajero, al hermano Silvestre, varón de colombina simplicidad, diciéndole: «Marcha a las puertas de la ciudad y, de parte de Dios omnipotente, manda a los demonios, por santa obediencia, que salgan inmediatamente de allí».

 

Se apresuró el hermano Silvestre a cumplir las órdenes del Padre, y, prorrumpiendo en alabanzas ante la presencia del Señor, llegó a la puerta de la ciudad y se puso a gritar con voz potente: «¡De parte de Dios omnipotente y por mandato de su siervo Francisco, marchaos lejos de aquí, demonios todos!»

 

Al punto quedó apaciguada la ciudad, y sus habitantes, en medio de una gran serenidad, volvieron a respetarse mutuamente en sus derechos cívicos. Expulsada, pues, la furiosa soberbia de los demonios, que tenían como asediada la ciudad, por intervención de la sabiduría de un pobre, es decir, de la humildad de Francisco, tornó la paz y se salvó la ciudad.

 

Una vez puesto en antecedentes de lo antedicho deberemos saber también que hubo muchas órdenes militares y religiosas que, aunque ya estaban constituidas cuando el santo Francisco hizo publicó su descubrimiento, hicieron suyo este símbolo por creer que tenía los poderes mencionados. Entre estas muchas órdenes, una de las que más llegó a comprender y a hacer suyo el simbolismo de esta cruz, fue la orden del Templo de Salomón. Esta orden, que desde el principio llevaba sobre su escudo la «T», como distintivo y dependencia al TEMPLO, y que era costumbre en ellos bordar, forjar o esculpir la «T» sobre todas sus pertenencias para que nada se les perdiese o fuese sustraído por nadie. Convirtieron una simple «T» que sólo representaba la palabra TEMPLO, en cruz TAU para estar de esta forma acogidos a sus poderes. Por ello deberá usted saber que si la obra que observa está construida antes del año 1226, año en que murió san Francisco, corresponderá a una «T» de Templario; pero, si en cambio, la obra es posterior a ese año descrito, allí donde la vea representada, sea esculpida o pintada, estará usted descubriendo el signo religioso por el cual se expresa el ALMA INMORTAL DEL SER CUYO ÚNICO DESEO ES EL PRONTO ENCUENTRO CON CRISTO. Y este era el motivo por el cual los caballeros del Templo de Salomón llevaron con mucho orgullo la cruz TAU encarnada en sus escudos. Era como ir pregonando aquellas palabras que san Pablo les escribió a los Tesalonicenses, que dicen: «Ipse autem Deus pacis sanctificet vos per omnia et integer spiritus vester et anima et corpus sine querella in adventu Domini nostri Iesu Christi servetur», o lo que es lo mismo: «Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; que todo vuestro ser —tanto espíritu, como alma y cuerpo— sea guardado sin mancha en la venida de nuestro Señor Jesucristo», Aunque haya otros documentos en donde el investigador encuentre que las palabras pregonadas no eran aquéllas sino éstas: «Estad tranquilos, pues quienes pueden matar vuestro cuerpo no podrán nunca matar vuestras ALMAS». Sea como fuere, el mensaje no cambia nunca su contenido, ya que la grandeza de los símbolos es que, si nadie puede cambiar su significado esencial, sí, puede, por el contrario, interpretarlos a su antojo o necesidad personal, haciendo de ellos algo importante y necesario que nos dará el aliento en la lucha y la bienaventuranza en la fe que cada uno de nosotros, por separado, necesitemos según nuestras necesidades, miedos, sospechas o dudas íntimos.

 

Como nota curiosa, hemos de decirle que mucho antes de que san Francisco eligiera este signo como el símbolo del ALMA INMORTAL, ya que el hábito quedaba, y el cuerpo que lo ocupaba expiraba, los celtas, un pueblo que ya existía 2000 años a.C., tenían en su lenguaje una palabra que era «TAU», y que significaba «inmortal». Esto lo podemos saber hoy por los estudios paleográficos que se han hecho en torno a la lengua de estos pueblos.