¿Se puede matar en nombre de Dios?
Esta una de las preguntas que siempre me suelen hacer: «¿por qué san Bernardo alentaba la institución de esta clase de órdenes religiosas y militares, estando prohibido por el Nuevo Testamento expresamente la muerte de cualquier prójimo, incluso la de nuestros enemigos, a quienes hay que amar y hacer bien, antes que matar y odiar?
Para contestar esta pregunta, debo decir que no podemos ver estos tiempos con el punto de vista de aquellos otros; las continuas guerras de los reyes, la invasión de los musulmanes que vinieron adorando a otro Dios y el Antiguo Testamento donde Dios protege a los que luchan por él, dieron lugar a tres clases distintas de combatir por amor, veamos.
Por amor de Dios al rey: «Pues defenderé esta ciudad para salvarla, por amor a mí mismo, y por amor a mi siervo David». (2Reyes 19, 34)
Por amor de Dios al guerrero que lucha contra pueblos que adoran a otros dioses: «Destruiréis todos los pueblos que Dios os entregue en vuestras manos. Vuestro ojo no les tendrá lástima, ni jurararéis culto a sus dioses, porque eso sería motivo de tropiezo...». (Deuteronomio, 7, 16)
Por amor a Dios: «Pero tus siervos, todos los que están armados para la guerra, cruzarán delante del Señor antes de la batalla...». (Números, 32, 27)
Sin embargo, no quiero dar la impresión de que en aquellos tiempos no se levantaron voces contra el hecho de que hubiesen órdenes religiosas que fuesen a la guerra a derramar su sangre o la del prójimo en nombre de Dios, no fue así. Fueron muchas voces las que se levantaron contra este incomprensible acto admitido y socorrido por la Iglesia. Y ello dio lugar a que los mejores teólogos del momento salieran a la tribuna para justificar con sus escritos o prédicas este servicio cristiano. Uno de los más sobresalientes escritos que fueron editados por aquellos tiempos acerca del asunto que nos ocupa, fue el de Santo Tomás de Aquino:
Extracto de: Suma Teológica, II-II, q. 188, art. 3.
De si se puede instituir una orden religiosa para la milicia
Parece que no:
1. Toda religión pertenece al estado de perfección. Mas a la perfección de la vida cristiana pertenece lo que el Señor dice (Mt. 5, 39): Yo os digo, no resistáis al mal; y si alguno te golpeare en una mejilla, presentarle la otra. Todo lo cual repugna a la profesión militar. Luego ninguna orden religiosa puede ser instituida para la milicia.
2. Ninguna religión puede ser instituida para algo injusto. Mas como dice San Isidoro (Etimol. 18, c. 1): Guerra justa es la que se hace por edicto imperial. Siendo, pues, los religiosos personas privadas, no les es lícito hacer la guerra. Luego ninguna religión puede ser fundada para la milicia.
Por otra parte, está lo que afirma San Agustín (Ad Bonifacium. Epist. 189): «No pienses que nadie que sirve a las armas puede complacer a Dios. Pues en eso andaba el santo David, del que el Señor dio un grave testimonio». Ahora bien, justamente para esto se fundan las religiones, para agradar a Dios. Luego nada prohibe el que alguna orden religiosa sea instituida para la milicia.
Respuesta. Como se dijo anteriormente, una religión puede ser instituida, no sólo para las obras de la vida contemplativa, sino también para las de la activa, en cuanto pertenecen al socorro del prójimo y obsequio de Dios; pero no en cuanto tienen un fin mundano.
Ahora bien, la profesión militar puede ser ordenada al socorro del prójimo, no sólo respecto de personas particulares, sino también mirando a la defensa de toda la república. Por lo que se dice de Judas Macabeo (1Mac. 3, 2-3) que peleaba con alegría la pelea de Israel y así extendió la gloria de su pueblo. También puede ser ordenada la profesión militar a la conservación del culto divino, como se dice en el mismo lugar: Nosotros peleamos por nuestras vidas y por nuestras leyes; y posteriormente dice Simón Macabeo: Ya conocéis cuántas guerras hicimos yo y mis hermanos y la casa de mi padre por las leyes y por los santos de Israel.
Por consiguiente, puede ser instituida convenientemente alguna religión para la milicia; mas no por un fin mundano, sino para defensa del culto divino y salvación del pueblo; o para la defensa de los pobres y oprimidos, según aquello del salmo (81,4): Sacad al pobre y liberad al necesitado de la mano del pecador.
1) A lo primero, se ha de decir que el no resistir al mal puede entenderse de dos maneras: Una, condonando la injuria propia. Y así puede ser algo perteneciente a la perfección, cuando así conviene hacerlo para la salvación de otros. Otra manera, tolerando pacientemente las injurias de otros. Y esto puede pertenecer a la imperfección e incluso al vicio, si se puede resistir convenientemente al que injuria. Pues dice san Ambrosio: La fuerza que con la guerra defiende la patria de los bárbaros o la que defiende a los enfermos o de los ladrones a los compañeros es plenamente justa. Como dice el Señor: No exijas lo que es tuyo; y, sin embargo, si alguien no exigiese lo que pertenece a otros, pecaría. Es loable dar lo propio, pero no lo ajeno. Y con más razón las cosas de Dios no se han de descuidar, pues como dice el Crisóstomo: «Es muy impío disimular las injurias de Dios». (In Math. Homil.5)
2) A lo segundo: Una religión no se instituye para la milicia en el sentido de que sea lícito a los religiosos hacer la guerra por propia iniciativa o autoridad, sino solamente por la autoridad de los príncipes o de la Iglesia.