Situada en un alto otero,
  ve
  transcurrir bajo sus grandes sillares el río Serpis, cuyas tranquilas y
  limpias aguas, después de transitar durante algún tiempo celadas por un
  misterioso y apretado desfiladero conocido como «El Barranco del Infierno»,
  terminan regando la rica y fértil huerta de las localidades cercanas.
El castillo de Perputxent,
perteneciente a la antigua villa de L’Orxa, es un enclave que todavía se
mantiene espléndidamente conservado. Erigido en un alto otero bajo el cual se
despliega el sereno valle del Serpis, eleva hoy su majestuoso porte
creado antaño con grandes sillares que a pesar de su vejez y deterioro todavía
se muestran tan erguidos y enteros como si hubiesen sido colocados ayer.
Construido
por los musulmanes, fue durante mucho tiempo propiedad del caudillo árabe Al-Azraq,
quien no pudiendo aguantar las continuas ofensivas de las tropas aragonesas
firmó al fin el conocido pacto de «Pouet», por el cual el caudillo musulmán se
comprometía a ser vasallo del rey Jaime I. 
Quebrantado
el pacto por el caudillo musulmán en varias ocasiones, el rey aragones no tuvo
más remedio que tomar sus tropas y dirigirse hacia la villa de Lorcha con ánimo
de desposeer al traidor de todos sus bienes. En el año 1260, casi destruido por
los gravosos ataques que sobre sus muros fueron ocasionados por las tropas de
don Jaime, fue recuperado el castillo y concedido después —tanto el castillo
como la villa— al señor don Gil Garcés de Azagra. 
Años
más tarde, el señor de Azagra se lo cedería a don Arnau de Romaní, y éste, en
el año 1289 se lo donó a la Orden de los caballeros del Templo de Salomón, bajo
cuya administración y gobierno estuvo la villa de L’Orxa y su castillo hasta la
extinción de sus milicias. 
Extinguida
la Orden del Temple, el mencionado castillo y villa tendría que haber pasado a
depender de los Hospitalarios de San Juan, pero el rey don Jaime II, por lo que
explicaremos más abajo, no era muy amigo de obrar así y destinó al castillo una
compañía de soldados de su propio ejército para que se hiciesen cargo de su
vigilancia.  
La historia dice que la Orden de Montesa fue creada por el rey Jaime II para sustituir el vacío que la Orden del Temple había dejado, pero ajustándonos a la verdad habrá que decir que fue creada por este Rey porque temía que la Orden de los Hospitalarios se hiciesen los dueños y señores de sus posesiones, ya que no sólo contaban los del Hospital con sus propias posesiones sino que por disposición de la bula «Nuper in Concilio» publicada por el papa Clemente V en mayo de 1312, se estaban haciendo cargo de todos los bienes que antes habían pertenecido al Temple. De ahí que, ante el temor que mostraba este Rey a que cualquier orden militar pudiera hacerse más fuerte, numerosa y rica que sus propias tropas reales, don Jaime le escribiese al Papa una carta de la cual sacamos el siguiente fragmento: «...que los bienes del Temple, que están en la tierra de mi reino, sean donados a alguna orden de caballería actual o por fundar, pero que no se consienta de ninguna forma que sean donadas a la Orden del Hospital...»
El Papa, después de algunos tiras y aflojas, ante la presión de los soberanos de la Península Ibérica, después de hacerlo constar así en bula «Licet Pridem» editada el día 13 de enero de 1313, en la cual decía, entre otras muchas cosas: «Excluimos de dicha donación, unión e incorporación, la propiedad de la antigua orden del Templo en los reinos y las tierras de nuestros hijos queridos en Cristo, los reyes ilustres de Castilla
de Aragón, de Portugal, y de Mallorca...», concedió al fin su aprobación para que el rey Jaime II pudiera fundar la Orden de Montesa con el propósito de que se hiciese cargo en la Corona de Aragón de todos los bienes que anteriormente habían pertenecido al Temple.De esta forma fue como siete años después de haber sido extinguida la Orden del Temple, o sea en el año 1319, por privilegio dictado por Jaime II, el castillo de Perputxent y su villa pasaran a ser administradas por la Orden de Montesa, según podemos leer en el documento, entregados en las manos de su Comendador frey Aranu de Jordi.
La reconstrucción del castillo de Perputxent se debe a las tres órdenes militares que en él habitaron, comenzando la misma en el año 1289 con la Orden del Temple y terminando en el año 1646, en cuya época quedó desocupado. En este tiempo la villa fue donada a un grupo de mallorquines con órdenes expresar de repoblarla, y el castillo, privado ya de su necesidad defensiva, quedó deshabitado y yermo.
Después de ser conquistada esta ciudad, les fue donado a los de la
  Orden del Temple, en pago de sus buenos servicios, un viejo amarradero que
  ellos convirtieron en un valioso puerto.
En el año del Señor de 1244, el rey Jaime I conquistó la ciudad de Denia y su deseado castillo. En pago a tan alto servicio, el rey Jaime I concedió a los del Templo en usufructo la mitad de un viejo puerto que había sido usado hasta ese momento por los musulmanes que habitaban la ciudad, con órdenes explicitas de que desde allí fuese vigilada y defendida de cualquier incursión enemiga que pudiera venir por el mar. La otra mitad fue reservada para servicio propio de embarque y desembarque del pueblo y para que los pescadores pudieran ejercer su trabajo con más libertad.
Los
templarios comenzaron a mejorar el puerto, a colocar más puntos de amarre, y a
prolongar un poco más la tierra que se adentraba en el mar con el propósito de
que los barcos pudiesen tener más espacio para cargar y descargar. Obra que
llevaban a cabo mientras combatían a los piratas berberiscos, ya que por
aquellos años las incursiones de los
piratas árabes por todo el Mediterráneo eran interminables. Los desprotegidos
pueblos, villas y aldeas costeras se veían atacados frecuentemente por grupos
de musulmanes que, además de despojarlos de cuanto tenían de valor, ya fuese en
domicilios particulares o iglesias, arrasaban, quemaban, esclavizaban y mataban
cuanto encontraban a su paso, ya fuese casa, animal o persona que no les
valiera para ser vendido o muy grande para transportarlo en sus barcos.
Debieron de desempeñar
muy bien este servicio los de la Orden del Temple, ya que, tal vez en pago a
sus estimables funciones, además de cederle el privilegio de utilizar todo el
puerto, el día 4 de noviembre del año del Señor de 1272 el rey Jaime I concede también
facultad a los maestres, comendadores y caballeros del Temple para conducir
libremente por mar toda clase de mercancías, ya sean particulares, reales  o para otras casas de la Orden.