Estoy de acuerdo con José María Aznar cuando defiende
la no supresión del cuerpo de la Guardia Civil porque, de hacerlo así, se
destruiría una buena parte de las memorias de España. La historia de este
benemérito cuerpo comienza con el reinado de Isabel II y, de ahí hasta
nuestros días, ha ido escribiendo una larga y valerosa historia.
Mediante decretos, el primero de
28 de marzo de 1844 y el segundo de 13 de mayo del mismo año, fue creado es te
cuerpo de seguridad pública que tuvo, y sigue teniendo, naturaleza militar. Y
fue fundado dependiendo, en lo concerniente al servicio, del Ministerio de la
Gobernación, y en lo concerniente a organización y disciplina, al Ministerio
de la Guerra.
Para organizar y poner en marcha
este cuerpo fue elegido el Duque de Ahumada, quien tomó como ejemplo para
crearlo, el cuerpo de gendarmes francés y el de los mossos de escuadra de
Cataluña. Este prestigioso y rígido militar dotó al cuerpo de la Guardia
Civil de una severa reglamentación y de la famosa Cartilla, cuyo
documento marcó para siempre la personalidad del cuerpo: capacidad de
sacrificio, fuerte disciplina, espíritu benemérito, lealtad...
Y estoy de acuerdo también con
José Luis Rodríguez Zapatero cuando afirma que si se unificasen los cuerpos de
la Policía Nacional y el de la Guardia Civil, los españoles saldríamos
grandemente beneficiados. Y es verdad, porque los servicios que se llevasen a
cabo ya no serían individuales, sino en conjunto, obteniendo con ello que ambos
cuerpos, ya siendo uno, no se ocultaran descubrimientos ni pruebas y que,
tampoco se encontraran, como ya ha sucedido otras veces, en el mismo sitio y a
la misma hora, acechando un inmueble para efectuar una detención, con el
consiguiente peligro de enfrentarse los unos a los otros por desconocer que
ambos eran cuerpos policiales, con las mismas órdenes y con la misma misión.
Este afán de llevar todo en
secreto coexiste en los dos cuerpos porque el mérito de una acción es glosada
en medios informativos, condecorados sus miembros y encumbrados los mandos que
dirigieron la acción.
Y después de estar de acuerdo
con ambos dirigentes políticos, yo me pregunto: ¿acaso no habría una solución
intermedia para llegar a una benéfica solución? ¿Acaso no se pueden unificar
ambos cuerpos bajo un único mando, sin que por ello tenga la Guardia Civil que
perder su condición de tal ni su uniforme? Si esto se llevase a cabo, además
de disfrutar los españoles de unas investigaciones policiales más provechosas,
más completas y más cortas, conseguiríamos también un ahorro sustancioso,
pues no es lo mismo mantener dos cuerpos policiales que uno; un montón de
academias para unos y para otros; dos servicios informáticos; dos parques móviles...
Y así, sucesivamente, saquen ustedes su propia conclusión, y si alguno
entiende de números, podrá comprobar de dónde puede sacar el Gobierno el
dinero para pagar ese sueldo que ambos cuerpos vienen reivindicando desde hace
ya tanto tiempo, sin haber obtenido todavía ninguna clase de solución.
Si la Guardia Civil continuara
siendo la Guardia Civil, su historia seguiría vigente por los siglos de los
siglos, como lo ha venido siendo hasta ahora, pues no ha sido la primera vez, ni
creo que sea la última que se le pide un cambio a tan benemérito cuerpo:
Durante la II República, la Guardia Civil fue separada del Ministerio de la
Guerra e integrada en el de Gobernación. Cuando comenzó la guerra civil española,
fue convertida, por decreto de 30-8-1936, en Guardia Nacional Republicana. Más
tarde, y por Ley del 15-3-1940, tuvo que hacerse cargo de las funciones del
Cuerpo de Carabineros...
Es una pena que los políticos
estén más interesados en oponerse a todo lo que venga del contrincante que a
buscar soluciones intermedias, sin darse cuenta que el servicio que prestan a
los españoles que representan adquiere en ellos particulares exigencias de
dedicación y de auxilio hacia quienes con sus votos los pusieron donde están.