En el año 1932, hace hoy 71 años,
el novelista Herbert George Wells, sociólogo e historiador inglés, autor entre
otras muchísimas novelas de: «La isla del doctor Moreau», «La mente en el límite
de sus posibilidades» y «El cerebro del mundo», sabiendo los periodistas de
un semanario inglés, que le estaban entrevistando, la fama que este escritor
había adquirido como adivino, le animaron para que hiciese un vaticinio de cuál
sería el estado de nuestro mundo para dentro de cincuenta años. El novelista
dijo:
«Querría profetizar cosas agradables, pero es mi deber decir
exactamente lo que veo. Veo un mundo conducido por soldados, por patriotas 
por usureros y por aventureros de las finanzas; un mundo abandonado a la
suspicacia y al odio, un mundo que pierde rápidamente todo lo que conserva de
libertades privadas y que se precipita hacia duros conflictos de clases y que se
prepara para nuevas guerras. 
»La maquinaria económica descarrilara en todos los países. Las catástrofes
se fraguaran ante los ojos atónitos de los vivientes; la producción disminuirá,
el comercio languidecerá y los servicios de enseñanza y de higiene pública
serán cada vez más costosos, y por ello su nivel bajará sensiblemente. Así,
pues, es probable que dentro de cincuenta años los hombres tengan menos
seguridad, su alimentación sea más deficiente y vivan de una manera menos
confortable que hoy.»
Yo hablo poco y escucho mucho,
gracias a ello he podido darme cuenta de que, en mi modesta opinión, en todas
las predicciones se yerra mucho y se acierta poco. Y que pese a los detractores
o ensalzadores sistemáticos de las generaciones presentes, pasadas o futuras,
la Humanidad está siempre en lo mejor de su época, y es de una candidez
absoluta suponer que bastan en la historia del mundo cincuenta o setenta años
para que los individuos buenos se tornen perversos, para que el que hoy vive
confortablemente mañana viva deficientemente, y para que las sociedades
civilizadas se conviertan mañana en bárbaras.
Si no estamos en un desierto
viendo falsos espejismos, creo que cada vez vivimos mejor. Las ciencias de hoy
son mejores y más completas que las de ayer. Cualquier universitario daría
ciento y raya a los más celebres sabios de otras épocas, ya que si resucitara
Euclides no sabría qué es la teoría de la relatividad, Hipócrates se quedaría
absorto ante las nuevas técnicas quirúrgicas, y Platón no podría intervenir
hoy en ninguna tertulia que tratara de política. Pero igual les ocurrió a
ellos, eran sabios en su época porque comparados con los sabios de tiempos
posteriores eran más instruidos y más ilustrados.
La ciencia nos asombra todos los
días con sus nuevas maravillas y el conocimiento rasga sus velos a cada momento
para mostrarnos nuevas formas de alimentarnos, distintos modos de vivir y
trabajar con más comodidad y mejores accesos a la información y a la cultura.