SAN
JUAN DE LA PEÑA
El Cáliz divino se hallaba en aquel tiempo en una pequeña capilla que
había sido construida bajo tierra, cuya entrada estaba vigilada durante las
veinticuatro horas del día por dos templarios, uno a la derecha y otro a la
izquierda del arco peraltado que formaba la cavidad de la puerta.
La capilla era redonda. Sus paredes estaban construidas de grandes
bloques de piedras que se veían sin enlucir ni pintar. En la cabecera del
redondel que formaba el piso, justo enfrente de la puerta de entrada, se descubría
un sencillo altar obrado en piedra. Sus patas habían sido formadas de tres
bloques de piedra, dos traseras en forma de columnas redondeadas, y una
delantera de forma rectangular, un poco más gruesa que las dos anteriores. 
Sobre el humilde altar, ausente de ornamentos, e incluso de mantel que
lo cubriera, se hallaba la reliquia más preciada, la más buscada y la más
valiosa: el Santo Grial de Nuestro Señor Jesucristo. Una copa de ágata pulida
de color fuego que, quitándole el valor que esta piedra podría tener por
aquellos tiempos, que sería sin lugar a dudas mucho porque esta clase de
piedras estaban catalogadas como preciosas, no tenía sobre su alisada
superficie ornamentos, esmaltes, tallas, perlas, oro, diamantes ni ninguna otra
clase de joyas.
Tras del altar, en cuyo centro estaba colocada la santa prenda, se
encontraban cuatro columnas que habían sido talladas en la misma pared. Los
capiteles y las bases de estas columnas eran de la misma piedra con que se habían
construido los muros que cerraban la capilla; las columnas, en cambio, habían
sido obradas con un mármol de tonos amarillentos que hacían juego con el
sagrado vaso. 
Tanto las columnas, como la capilla, como el altar, como las paredes,
estaban ausentes de ornamentos; ni animales, ni personas ni vegetales se veían
por ningún sitio. 
En el interior de aquella pequeña capilla hacía frío. Aunque carecía
de ventanas y estaba herméticamente cerrada, al haber sido excavada bajo el
nivel de la tierra que circundaba al monasterio, se había logrado mantener una
temperatura constante ya fuese verano, otoño, primavera o invierno. 
Esta es la modesta capilla donde se guardaba el Cáliz
bajo estricta y fuerte vigilancia antes de ser trasladado
 a la Catedral de
Valencia.