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Hablamos hoy con Francisco Sánchez Martínez, secretario de la Asociación de Amigos de la Poesía del Casino Cultural de Murcia, un jubilado que cultiva y ama profundamente la poesía y que ha encontrado en dicha Asociación la oportunidad de crear y transmitir sus paradigmas poéticos:
—¿Satisfecho de pertenecer a esta Asociación?
—Sí; ya llevamos camino de los dos años de actividad y los resultados están superando las perspectivas que nosotros mismos dispusimos cuando creamos la Asociación.
—¿A qué atribuye este éxito?
—A nuestros presidentes...
—¿Presidentes?
—Sí, he dicho bien. El primero es don José Guirao, presidente del Casino de Murcia, quien ha estado siempre junto a nosotros para ofrecernos cuanto hemos necesitado. Su colaboración ha sido absoluta en todos los planos. Es mucho lo que esta Asociación le debe. Por ello, y en reconocimiento a las muchos privilegios que de él hemos recibido, fue nombrado por unánime aclamación de la Asociación, Socio de Honor de la misma. El segundo es don Julián Serrano González-Tejero, quien además de ostentar el cargo de Presidente de la Asociación, es, gracias a sus desarrollados conocimientos intelectuales y poéticos, como un hermano mayor para unos y como un padre para los miembros más jóvenes.
—¿Qué objetivos persigue esta Asociación?
—El objetivo principal es hacer que la poesía llegue a todos los ámbitos públicos para que comience a ser comprendida y amada. Creemos que la gente no la comprende, y al no comprenderla se ha ido distanciando de ella. La poesía fue decayendo, y para salvarla, los poetas fueron expresándola con velo, con túnica, con falda larga, en minifalda, en bañador, en biquini, en top lees, y desnuda. Pero cuanto más la desvestían, más incomprendida era. Nuestro trabajo es comenzar a mostrarla tal como es: natural y lozana, sin cosméticos ni desnudeces.
—¿Podríamos conocer algún poema suyo?
           
  —Sí, ahí va una parte de uno de mis últimos
  poemas. Se titula: Mis Besos.
...Le
  pido al  Padre y al Hijo
gozos
  de Espíritu Santo,
y
  un lugar entre los buenos
para
  mis padres y hermanos,
y
  cada nombre es un beso,
como
  un suspiro, tan manso
como
  pueda ser el aura
más
  suave de lo dinámico,
como
  el que doy a mis hijos
y
  a mis nietos, tan humano,
que
  las luces de mi alma
se
  encienden a su contacto,
porque
  en esa descendencia
me siento fructificado...
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