ORDEN DE SOCINO
Selio Socino nació en Lena de una familia
noble en 1525, y habiendo aprendido leyes se retiró a Lombardia en 1546, y en
Vicenza tuvo varias conferencias con otros Anti Trinitarids
y fundadores de otras sectas, a saber, con Ochin el fraile capuchino apóstata,
con Gentil, y Pablo Alisatis: informado en el senado de Venecia de todas estas
juntas y conferencias, todas las personas que a ellas concurrían, que se dice
pasarían de cuarenta, se vieron obligadas a huir. Selio Socino atravesó
Francia, Flandes y Alemania, y por último vino a pasar a Londres, Pero viendo
que por allí no podía en parte alguna sembrar con seguridad sus errores, se
contentó con escribir privadamente en defensa de ellos; y vol viéndose a
Swizerlandia, se estableció en Zurich, haciendo sus ciertas entradas en
Alemania. Murió en Zurich en 1562: envió varios de sus escritos a algunos
amigos suyos de Toscana, y muchos de estos incurrieron en sus falsas opiniones.
Entre ellos su sobrino Fansto Socino que había nacido en Lena en 1530, y había
también estudiado las leyes, la abrazó sucesivamente, y se retiró de su
patria.
Estando en León cuando murió su tío pasó
de a Zurich, y se apoderó de todos sus papeles, para calificarse bien para
propagar su doctrina. Volviese luego a Florencia, y por algún tiempo obtuvo un
empleo en la corte del gran duque, hasta que resolvió hacerse predicante para
reformar a los calvinistas, etc., fuese para esto a Basilea, y publicó su
libro, sobre Jesucristo el Salvador, en que renovó abiertamente la herejía
Samosatena y Photiniana. Blandrata a quien Calvino y Beza pintan como incapaz de
escribir con utilidad, le convidó á Transilvania; desde donde pasó a Polonia
en 1519. Los antitrinitarios de aquel reino estaban divididos en cincuenta
sectas diferentes, pero conocidos todos con el nombre general de unitarios. Tenían
sus conventículos en muchas ciudades de Polonia; pero su metrópoli era Racovia
en la inferior Polonia, bajo la protección del señor de aquella ciudad, que
había renegado del calvinismo. Aqui tenían un colegio vasto y numeroso, en que
Juan Crelio, que nació en 1590 cerca de Nieremberg, fue el más célebre
profesor y maestro desde 1612. Su nombre es el más famoso después del de
Socino, en la lista de los ministros socinianos: sus libros sobre la unidad de
Dios, sobre la santificación de Cristo contra la respuesta de Grocio a Socino,
son muy estimados en aquella secta. Este colegio permaneció hasta 1630, en que
fue suprimido en castigo de los alborotos y riñas de los estudiantes, que
hablan derribado las cruces públicas y profanado las iglesias. Fausto Socino
vivió muchos años en Cracon y murió en la casa de campo de un caballero del
país nueve millas de aquella ciudad en 1640.
Los arrianos y socinianos de Polonia
favorecieron a Regolzi, principe de Transilvania en sus guerras contra Polonia,
con lo que exasperaron de tal modo atestado que les desterraron del reino en
1658, sin darles más tiempo que el de un año para vender sus efectos y bienes.
Gran número de ellos se retiraron a Holanda, aunque allí no se les permitía
el ejercicio público de la secta, como por varios hechos lo prueba Bayle. Véase
Vita Fausti Socini descripta ab equite Polono, año 1684, etc. Los principales
principios de los socinianos son, que todas las doctrinas de las Escrituras
deben de tal suerte entenderse que nada tengan sobre la razón o que sea
misterio: y todas las expresiones que parezca contener esto considerarse frases
exagerativas de las lenguas orientales: porque pretenden que nada se dé a la fe
ni a la religión que la razón no pueda comprender. De aquí se sigue que los
artículos de fe varían según la capacidad de cada uno. En segundo lugar, enseñan
que Cristo fue formado por Dios como un hombre extraordinario, nacido de la
Virgen María, elevado a los cielos, e imbuido de aquella porción de poder y
conocimiento divino que se llama Espíritu Santo, y vuelto a enviar a la tierra
en calidad de embajador a los hombres a enseñarles su voluntad y su ley. Niegan
que su muerte fuese satisfacción para nuestros pecados; pero dicen que aquellos
que obedecen sus preceptos, lo que puede hacer cualquier hombre por sus fuerzas
naturales, resucitarán en otros cuerpos, y gozarán de una vida feliz en aquel
lugar bienaventurado en que Dios goza de sus felicidades: pero que los malos serán
condenados a tormentos temporales por cierto tiempo, después de lo cual serán
reducidos a un estado de aniquilación. Algunos de entre ellos condenan el
jurar, las guerras, los magistrados, y todo castigo capital o de muerte. El modo
del gobierno eclesiástico de estos se diferencia muy poco del de los
calvinistas. Bautizan solamente a los adultos, y lo hacen por inmersión, y la
idea que tienen de la Eucaristia es como la de los zwinglianos o calvinistas. El
primer catecismo de esta secta fue compuesto en Cracovia en 1174. Fausto Socino
compiló uno nuevo, que fue aumentado después, con el título de Catecismo de
Racovia; en el cual no se explican todos los puntos de la doctrina sociniana ,
porque se reduce más bien a una Apología para los estrenos, que a instrucción
para los propios. Véanse los comentarios de Schimidio sobre él: a Koechcr,
Bibliot. Theolog. Symbol. p. 636, y á Oeder, etc. Algunos socinianos conceden
que Cristo había tenido cierta existencia por creación antes de haber nacido
de la Virgen María, interpretando todos los Pasajes en que se dice o atribuye a
él la creación de la espiritual suya, o renovación sacándole del pecado con
la perfección de su ley. Socino enseñaba, que Cristo podía ser reverenciado y
alabado, lo que sostuvo contra Francisco Davides, y sus discípulos Franken,
Somer, etc., a quienes Socino llamaba semijudaizantes, y publicó contra ellos
un libro que está entre sus obras tomo 2. Es cosa que pasma el que este hombre
solicitase que prendiesen a Davides, sin embargo, de que decía que este punto
era de muy poca importancia, añadiendo que harían sin duda mejor los que no
rogasen a Cristo, sino a Dios solo. Subieneitsky le llama también punto de poca
importancia. (Hist. Reform. Polon. l. 3, c. n.) Aquellos socinianos que niegan
que Cristo deba ser objeto de nuestras preces y súplicas, culto y adoración,
son llamados comunmente budneanos, del primer autor de su doctrina, Simon Budneo.
A quien siguió un número grande de antitrinitarios a Lituania y Polonia rusa,
cuando Socino y sus amigos le privaron de su oficio de maestro y predicador, y
apartaron de su comunión a todos los secuaces de él. Budneo se dice que
abandonó después esta parte de su doctrina, y volvió a la comunión de los
socinianos. (Véase á Landio. Bibl. p. 94.) Una fracción opuesta entre los
unitarios adhirió a Estanislao Farnovio o Farnesio, que murió en el año de
1614. Y por el nombre de este se llamaron farnovianos: defendían la doctrina de
Pedro Gones, primer antitrinitario de los que se retiraron a Polonia; y a estos
nunca les expelieron de su comunión los socinianos; pero por último en Polonia
les atrajeron a sus opiniones. Los socinianos generalmente reducen la ciencia
del Espíritu Santo á una mera operación de la Deidad.
Desde que los socinianos fueron echados de
Polonia no parece haber tenido en parte alguna forma de Iglesia pública, y
gobierno peculiar eclesiástico, sino en Transilvania, donde aún subsiste,
aunque en cierto modo segregados. Véase la Historia de aquella iglesia
sociniana por Teltner. Cuando intentaron establecerla en Holanda en tiempo de
sus más celosos predicantes, Erasmo, Joannis, Andrés, Voidovio, y Cristóbal
Ostorodo, los magistrados y teólogos calvinistas trastornaron todas sus
diligencias con su celo y vigilancia (Teltnerib.)
Samuel Crelio que murió muy viejo en Ámsterdam,
se tiene por el mejor y más sutil de los escritores de su secta; y quiso más
bien llamarse por Artemon Artemonita que Sociniano. Entre los arminios de
Holanda y Holstein muchos desde el pelagianismo incurrieron en el socinianismo,
principalmente Simón Episcopio, principal discípulo de Arminio, profesor de
Leyden, que no pudo ser oido en el Concilio de Dort, y murió en 1643. Véase a
Conrado Urstio. El gran principio del socinianismo, de que no se admita misterio
alguno en la religión, o cosa que sea sobre la razón humana, lisonjea sin duda
la soberbia del corazón, pero es la inconsecuencia más extravagante del
hombre, que conozca la debilidad, flaqueza y cortedad de su discurso en todas
las cosas tanto en sí como fuera de sí, pues no hay parte por pequeña que sea
en el universo que no sea un enigma para él: mucho más en un cristiano, a
quien las Escrituras presentan una religión fundada en revelación y en
misterio. Esta inconsecuencia es más patente al examinar de más cerca la
doctrina de los más hábiles socinianos, diversa enteramente en sus nociones,
entre sus mismos secuaces, llenas todas sus opiniones de extravagantes
misterios, mucho más incomprensibles que
aquellos de que ellos tanto se ofenden, si
es que puede darse nombre de misterio a una inconsecuencia de razón y a una
insensatez infundada. La necesidad también y la evidencia de la revelación
divina, que con su misma claridad desvanece las tinieblas del deísmo,
manifiesta meridianamente los artificiosos subterfugios y estudiadas evasiones
del socinianismo, que no es más que una mera remoción del deísmo, o una nueva
religión natural. Porque los socinianos modernos defienden ser útil la
revelación, pero no necesaria para adquirir el conocimiento de la religión, y
llaman la dispensacion tanto judaica como cristiana una mera republicación de
la ley natural. En el sepulcro de Socino se grabó el siguiente epitafio: Tota
quidem Babylon destruxitTecta Lutherus, Muros Calvinus, sed fundamenta Socinus.
Lutero dejó a descubierto Babilonia: Calvino destruyó sus murallas; pero
Socino removió sus mismos cimientos. Donde en lugar de Babilonia podemos leer
cristianismo. Los calvinistas que sobre aquel principio sociniano rechazaban el
misterio Eucarístico, y varios otros artículos, y que establecían la religión
sobre puros principios de la razón natural, sin querer conceder deben fundarse
en la autoridad de Cristo, se vieron muchas veces perdidos para responderá los
socinianos mismos de la defensa de los misterios mucho más incomprensibles de
la Santísima Trinidad y Encarnación. No obstante, no queriendo apartarse del
todo del cristianismo desnudándole de cuantas ventajas trae consigo,
reprimieron a veces aquellos errores con la espada. Pero posteriormente muchos
de ellos sacudieron enteramente el suave yugo del cristianismo, y adoptaron el
sistema sociniano de la Republicación. Diderot y Alembert en su Enciclopedia,
en el artículo Ginebra, le atribuyen en general a los más de los ministros y
profesores de aquel Estado. Los pastores de ellos en Ginebra año de 176
publicaron una apología o justificación en que negaron aquel cargo, pero de un
modo que todo el mundo quedó más persuadido que antes de lo cierto de la
acusación. Y Alembert, en la Miscelánea, impresa en Paris y en Londres repite
el mismo cargo, en las palabras siguientes, hablando del gobierno de Ginebra: El
perfecto socinianismo es la religión de los más de sus pastores. Despreciando
todo lo que puede llamarse misterio, imaginan ser el primer principio cierto de
la verdadera religión, no proponer cosa alguna como artículo de fe.
Como no eran reconciliable con la razón
natural. Así cuando se veían argüidos con la necesidad de la revelación, tan
esencial a la doctrina del cristianismo, substituyen ellos el término de
utilidad que les parece mejor. En esto, aunque no sean ortodoxos, van a lo menos
consiguientes a sus propios principios.