ORDEN DE LAS HERMANAS DEL TEMPLO

 

 

Autores hay que aseguran que en la Orden del Templo de Salomón fueron admitidas Hermanas para que profesaran con ellos siendo monjas. Quienes esto afirman se confunden, ya que su aseveración está fundamentada en que hubo una orden que fue conocida como las «Hermanas del Templo».

Tal vez lo que ignoren los que aseguran esto, es que según podemos ver en la Enciclopedia Católica el nombre completo de esta orden era: «Hermanas de Jesús encontrado en el Templo», y que esta fue una fundación que se estableció en Londres con propósitos educativos en la época de las cruzadas, que más tarde se esparció por toda Inglaterra en los siglos siguientes, pero que fueron luego prohibidas por la Reforma Protestante en el siglo XVI, cuando la Orden de los caballeros del Templo de Jerusalén hacía ya mucho tiempo que había sido extinguida y prohibida.

En 1860 el Cardenal Wiseman, con la generosa colaboración del Abad Roullin, las reestableció en la Archidiócesis de Westminster, de donde se mudaron a Clifton. Pero no fue hasta que abrieron una casa en Vernon, Normadía, cuando comenzaron nuevamente a florecer; desde que abrieron la casa de Vernon, han fundado ya seis casas más en Francia y Bélgica. Hasta 1917 contaban con 170 hermanas. Tienen un hogar para sacerdotes inválidos en Clifton, y su principal trabajo es ahora el cuidado de las personas en todas las clases sociales. Son conocidas como las Monjas Azules en Inglaterra y Francia, debido al hábito azul que usan.

Abundantes relatos de estas monjas templarias nos son servidos convenientemente aderezados por quienes afirman que estas Hermanas convivían con los caballeros del Templo. Uno de ellos es el que nos refiere el caso de una monja templaria toledana que se azotó la espalda con una rama de laurel, y después la plantó en el huerto toda llena de sangre. La rama echó raíces y se convirtió en un majestuoso árbol, obrándose de esta forma un milagro griálico: la sangre derramada que hizo brotar la vida en un laurel como símbolo de la inmortalidad.

Estas, como todas las órdenes monásticas femeninas que fueron antaño fundadas, tienen su historia. Y en ella no entra ni ha entrado nunca que provengan ni que hubiesen nacido a la sombra de la Orden de los caballeros del Templo de Jerusalén. Ellas aseguran que el nombre con que en la antigüedad fueron conocidas, es una eventual coincidencia.

No obstante, y a pesar de todas las afirmaciones que se puedan hacer y de cuantas fábulas que sobre este tema se puedan contar, el artículo de la regla de los templarios lo deja bien claro, ya que como vemos, el copista escribe «Hermana» con mayúscula, lo que quiere decir que las consideraban como Hermanas que podrían vivir bajo la autoridad de la misma Orden aunque fuese en conventos separados, si el escribiente se hubiera referido a hermanas de sangre, lo hubiese escrito con minúscula porque en cualquier regla u escrito monástico que ustedes puedan analizar, aunque no esté recogido en ningún diccionario ni tratado de ortografía de la lengua española actual, observarán que cuando se escribe Hermano o Hermana perteneciente a una misma comunidad o seminarista de la misma, lo hacen siempre con mayúscula. En los Apotegmas de san Antonio Abad, en la regla de san Benito, en la regla de san Agustín, y en otros muchos escritos monásticos, se puede observar lo que aquí estamos afirmando.

De haber existido estas supuestas Hermanas, cuya vida religiosa se asegura estuvo vinculada al Temple, los primitivos encargados de inventar calumnias con propósito de que los caballeros templarios fueran condenados y extinguidos, hubieran echado mano, sin lugar a dudas, de este argumento.

En las bulas de condena y extinción de la orden, que daremos a conocer un poco más adelante íntegramente, traducidas lo más literalmente que podamos, publicadas todas ellas por el Papa Clemente V, encontraremos toda clase de acusaciones, desde sodomía hasta adoración al diablo, pero en ningún sitio hallaremos acusación alguna de concubinato o entendimiento sexual entre freiles y freilas de la misma Orden del Templo.

Tampoco hemos encontrado en las diferentes actas donde han quedado reflejadas las declaraciones de los templarios que fueron interrogados, rastro ni mención alguna de la existencia de estas inventadas Hermanas. Ni tampoco, como es natural, en ningún lugar se advierte que, tal como sería razonable y lógico, las Hermanas del Temple sean suprimidas de todas sus funciones y apartadas de su congregación por el hecho concreto de que ellas pertenecían a la misma orden, obedecían la misma regla y estaban sujetas a las autoridades de los mismo maestres que los caballeros templarios.

En fin, mucho hay de extraño en esta invención que, tal vez, haya sido urdida sola y exclusivamente para que todas esas seudo órdenes que hoy bullen como alubias en un puchero por demostrar que son las únicas herederas del Temple, tengan, además de la capacidad para investir caballeros, también la de investir damas, pues de esta forma el negocio se hace más lucrativo y rentable.