ORDEN DE LA TABLA REDONDA

 

Independientemente de las leyendas griálicas y posteriores escritos e invenciones artúricas, la Orden de la Tabla Redonda o de la Mesa Redonda, como también fue conocida, existió realmente.

 

Lo que ocurre es que de una verdad bastante antigua, los escritores de todas las épocas han ido haciendo que la leyenda del rey Arturo de Inglaterra haya pasado a ser creíble como verdadera. Nunca hubo en la historia de Inglaterra un Rey que respondiese al nombre de Arturo o Arthur, y mucho menos en la época en que los aludidos escritores nos dicen que existió.

 

Lo cierto es que la Orden de la Tabla Redonda fue fundada en el año 516 d.C., por el rey de Brynaich Artus Esa que reino desde el año 500 hasta el 520 d.C. Brynaich o Bernicia, como también fue conocida, era por estos años el comienzo de lo que después ha pasado a ser llamado como la Gran Bretaña. De estos primeros reyes de Inglaterra nos hablan unos escritos muy antiguos que hoy se encuentra repartidos en la Biblioteca Británica, en la Biblioteca Bodleina y en la Biblioteca del Corpus Christi, de la Universidad de Cambridge, conocidos como Las Crónicas Anglosajonas.

 

Como decía anteriormente, esta Orden fue fundada con el objeto de defender el reino de sus numerosos enemigos. Y el Rey Artus Esa elegía a los caballeros más valiente y a los que más se distinguían en la defensa de su reino y de su Rey para ser nombrados por él mismo como caballeros de la Orden de la Tabla Redonda. Ser nombrado caballero de esta Orden era un alto honor.

 

Los Caballeros de esta Orden se ejercitaban para la batalla todos los días más de cinco horas, y eran los defensores en torneos y justas de su Rey y de su Patria. Después de los ejercicios militares, de las fiestas y de los torneos, estos caballeros se reunían, el día de Pascua de Pentecostés, en una mesa redonda construida en mármol y con las patas del mismo material prendidas al suelo para que nadie pudiese moverla de su inicial posición. Allí, sentados cada uno en la silla que le apetecía o encontraba libre, daban su opinión estratégica para atacar al enemigo o para mejorar las condiciones de vida de los súbditos del reino.

 

La mesa era inmensamente grande, dicen las crónicas que tenía ciento cincuenta plazas que no siempre estaban cubiertas. Y las mismas crónicas dicen que alrededor de ella se sentaron los más dignos caballeros de su tiempo. El hecho en sí de que la mesa fuese redonda fue porque el Rey Artus Esa, no quiso que nadie, ni siquiera él, la presidiera. Y para llevar a efecto esta decisión, por orden expresamente suya —como ya se ha dicho anteriormente—, cada uno se sentaba donde le apetecía o donde encontraba un asiento libre.