ORDEN DEL ESPÍRITU SANTO DE MONTPELLIER

 

Un caballero de Montpellier llamado Guy de Guado, hizo edificar en esta ciudad, en el año del Señor de 1195, un hospital destinado a los enfermos pobres, y lo puso bajo la protección de Santa Marta. Algunas personas piadosas se asociaron al fundador para ayudarle en su empresa que bien pronto se hizo famosa.

Este establecimiento, bien organizado, y sabiamente administrado, dio resultados muy satisfactorios; de manera que el Papa Inocencio III concibió el proyecto de constituirla en orden hospitalario, religioso y militar. Proyecto que se llevó a debido efecto según la bula  expedida por dicho pontífice el día 23 de abril de 1198, aprobando la fundación hecha por Guy de Guado; dándole los correspondientes estatutos y el nombre de: «Orden del Espíritu Santo de Montpellier».

Inocencio III, convencido de la utilidad incontestable de esta orden, que se recomendaba por la práctica de las buenas obras y por su caridad evangélica, fundó otra de la misma clase en Italia, con el título de: «Orden del Espíritu santo de Saxia», que pronto se reunió a la de Francia.

Durante muchos siglos, ambas constituciones prestaron importantes servicios; mas poco a poco cambiaron las circunstancias, hubo agitaciones, se organizaron nuevas órdenes, y la de Francia declinó sensiblemente hacia el reinado de Enrique IV, y quedó olvidada por completo en el reinado de Luis XIII, en la mitad del siglo XVII.

Un decreto del mes de diciembre del año de 1572, declaró extinguida y suprimida la orden del Espíritu santo de Montpellier; y ordenó que todos sus bienes y rentas fuesen confiscadas a favor de la orden de San Lázaro de Jerusalén, y de la hospitalaria de Nuestra Señora de Monte Carmelo.

Este inesperado decreto llenó de consternación a los miembros de la orden, que rehusaron darle cumplimiento, y eligiendo un Gran Maestre, llamado Coste se declararon en abierta oposición a las órdenes del monarca.

Dos decisiones del Consejo de Estado, una en el año 1689 y otra en el año 1690, confirmaron el decreto, y acabaron de exasperar a los caballeros que, lejos de obedecer, protestaron de nuevo.

En vista de tan obstinada resistencia, la autoridad real, no queriendo proceder de ligero en este asunto que tenía muy alarmados tanto al tribunal como a los habitantes de Montpellier, nombró una comisión de magistrados para examinar detenidamente los motivos alegados por los caballeros. El informe fue favorable a éstos, y con un real decreto de 1693, fueron anulados los anteriores y restablecida la orden del Espíritu Santo de Montpellier.

Esta victoria adquirida a costa de tantas luchas, discusiones y tribulaciones de toda naturaleza, estuvo muy lejos de producir entre los individuos de la orden la paz y la unión, que fue turbada con motivo de la elección de Gran Maestre, reinando entre ellos la discordia después de vivas y apasionada contestaciones, hasta que por un decreto de 4 de enero de 1708, se declaró la orden puramente religiosa, y en consecuencia debía ser gobernada por un Gran Maestre regular.

Últimamente, y ya por una bula del Papa Clemente XIII, se refundió en la Orden de San Lázaro.