Para aportar mi modesto granito
de arena al IV Centenario del nacimiento de «El Ingenioso Hidalgo don Quijote
de la Mancha», y con el mismo ánimo que siempre me alentó a defender la
igualdad entre todos los seres humanos —entre hombre y mujeres hoy—,
quisiera hacer resaltar de qué forma tan disimulada nos hace descubrir
Cervantes las limitaciones de la mujer de entonces a través de la imagen de
Aldonza Lorenzo, y cómo después, en un alarde de ingenio sin precedentes,
sustrae la imagen tosca, analfabeta y supeditada a la autoridad del varón y la
convierte, como por arte de magia, en Dulcinea del Toboso, o lo que es lo mismo,
la representación del ideal de mujer independiente. El escritor, como temiendo
ser descubierto por ello, no nos deja nunca ver la realidad de estas dos mujeres
que son tan dispares la una de la otra como la noche del día. Y de esta forma,
unas veces nos la descubre como la aldeana alta de pechos y ademanes briosos,
con buena mano para salar carne de cerdo, mientras que otras veces nos la
muestra como la sabia, hermosa y emancipado Dulcinea.
Más tarde, como queriendo
unificar en esta otra mujer las opuestas naturalezas de Dulcinea y Aldonza, nos
presenta a Luscinda, que es ya el prototipo de la mujer igualada al varón. Una
doncella que habla de tú a tú con los hombres; que se atreve a decirle a don
Quijote que era lectora asidua de los libros de caballería y devota de las
justas y de las armas. Pero si el lector se fija bien, percibirá enseguida que
Cervantes nos presenta este personaje con mucha cautela, como si temiese algo.
Pues casi siempre esta doncella está ausente del lector, y sólo se presenta en
el desenlace, cubierta con un antifaz que, al caérsele, deja al descubierto un
rostro de mujer maravilloso. Es como si en ese preciso instante una cortina
oscura cayese y tras de ella apareciera la libertad, la igualdad y todas
aquellas restituciones que el escrito demandaba en casi todos sus escritos para
las mujeres de su tiempo.
No es por casualidad, como hemos
podido comprobar, que entre las frases más célebres de este ilustre escritos
abunden con más insistencia las que aplauden la libertad, como aquella de: «No hay en la tierra, conforme a mi parecer, contento
que se iguale a alcanzar la libertad perdida» o esta otra que dice: «La
libertad es uno de los más preciados dones que a los seres humanos dieran los
cielos».