INTRODUCCIÓN
Durante
los más de nueve siglos que hace desde que la Hermandad de los Pobres Compañeros de Cristo se unieron con el
piadoso deseo de escoltar y proteger a los peregrinos cristianos que desde
tierras muy lejanas llegaban al puerto de Jaffa para visitar el Santo Sepulcro
de Nuestro Señor Jesucristo en Jerusalén hasta nuestros días, hemos sido
desconcertados testigos de numerosas revelaciones sobre estas milicias de
Cristo.
Presuntos
autores, aparentes oradores, teóricos investigadores y, prácticamente, un
enjambre de iniciados, nos han explicado con preponderante exactitud la verdad y
nada más que la verdad sobre el tema que nos ocupa. 
Como si
fuesen hagiógrafos sagrados elegidos por Dios para darnos a conocer las auténticas
verdades de la Hermandad que posteriormente pasó a ser conocida como la Orden
del Templo, sin proporcionar en ningún momento fuentes documentales que
demuestren lo que afirman porque, o bien creen que es el mismo Dios quien les
excita, mueve e inspira con su fuerza sobrehumana a escribir, o bien piensan que
sus lectores son personas que creen tanto en ellos que cualquier cosa que
escriban o digan nunca podrá ser rebatida porque no existe más verdad que la
que ellos difunden.
Gracias a
esta forma tan permitida e iluminada de manifestar sus hipotéticas verdades,
hemos llegado a saber que Jesús no murió en la Cruz; que se casó con María
Magdalena, que tuvieron hijos y que ambos vivieron felices y comieron perdices
en un lugar del mundo de cuyo nombre no quieren acordarse. Su familia y su
descendencia son el auténtico Grial. 
Esa
sangre sagrada convertida en vino que Jesús dio a beber a sus discípulos
mientras les decía: bebed todos de él
porque esta es mi sangre, que durante tanto tiempo ha estado siendo buscada
por reyes, papas, grandes señores y caballeros, no se encuentra en esa Copa
donde supuestamente se cree que Jesús bebió cuando celebró la última cena,
sino que se encuentra corriendo por las venas de su misterioso y secreto linaje.
Un linaje esmeradamente vigilado, protegido y defendido por los caballeros
templarios.
Como
quiera que las versiones que se acaban de mencionar sobre el Grial, sean
versiones que yo no comparto, como gentileza a todos aquellos que hayan decidido
leer este libro, voy a dar a conocer la mía. Una versión que me ha llevado
varios años de costosos viajes y dificultosas investigaciones. Es la siguiente:
En el año del Señor de 1149, don Ramón Berenguer IV, Príncipe de Aragón y Conde de Barcelona, acompañado de una nutrida tropa de cristianos, entre los cuales se encontraban cuatro compañías de caballeros templarios, toman definitivamente la ciudad de Mequinenza. Agradecido el Príncipe de Aragón con las tropas templarias por el ardor y bravura que habían demostrado en batalla, y tal vez pretendiendo que estas milicias de Cristo se perpetuaran en sus tierras, les concede, entre otros muchos privilegios, el alto honor de ser los custodios del Santo Grial que en aquellos tiempos se encontraba en el monasterio de San Juan de la Peña.