HISTORIA GENERAL DEL REINO DE MURCIA

  1. Un documento del Conde de Floridablanca
  2. Don Diego de Saavedra Fajardo
  3. Bula
  4. Carta del papa Clemente IV al rey de Aragón Pedro III
  5. Alfonso X El Sabio
  6. Las cantigas del Rey Sabio
  7. Dos vírgenes paralelas en la historia
  8. La Orden de Santa María de España
  9. Circular de la Junta de Murcia solicitando la formación de la Junta Central
  10. Carta en razón de la justicia y tratamiento que se haga a los ladrones que hurten
  11. La Campana llamada de los moros de la torre de la Catedral de Murcia
  12. Fundación
  13. El Escudo
  14. Puertas de la antigua muralla
  15. Real, Ilustre y muy noble Cofradía del Santísimo Cristo del Perdón
  16. Hermandad del Santísimo Cristo del Rescate
  17. Real y muy Ilustre Cofradía de la preciosísima sangre de Nuestro Señor Jesucristo

Un documento del Conde de Floridablanca

Instrucciones del Conde de Floridablanca a la Junta de Murcia, para la erección de la Suprema Central del Reino, comunicadas a la de Cataluña, y publicadas

El Conde de Floridablanca, como primer consejero de Estado y como uno de los vocales elegidos para la Suprema Junta Central, hace presente a la de Murcia los puntos siguientes:

 1. Que convendrá que los vocales nombrados salgan juramentados de Murcia ante su Junta con la fórmula que acompaña, y que lo mismo se ejecute con las demás Juntas con dicha fórmula u otra equivalente que ellas adopten; de cuyo modo podrán luego que se hallen en el lugar señalado para la Central, elegir presidente, el cual haya de hacer el mismo juramento en manos del prelado más digno que hubiere en el lugar anunciado. Todo esto y lo demás que se dirá, deberá comunicarse sin pérdida de tiempo a las demás Juntas.

 2. Que los vocales que llegasen sin haberse juramentado en sus Juntas, harán el juramento ante los que ya lo estuvieren por las suyas, luego que llegasen y se presenten en el lugar de las sesiones.

 3. Que los vocales lleven certificación de sus Juntas de haber sido nombrados, con expresión de haber hecho o no el juramento; cuyas certificaciones se pongan por ahora en la Secretaría del Consejo de Estado, para entregarlas al Secretario de la Central luego que ésta lo haya elegido.

 4. Que para evitar competencias y disputas de precedencia se sortee la que hayan de tener los vocales en asiento, firma y tiempo de votar, a cuya suerte se arreglen todos.

 5. Que el Secretario del Consejo de Estado avise por ahora de orden del mismo Consejo a los de Castilla, y Guerra, Inquisición, Indias, Hacienda y Órdenes, y Comisaría General de Cruzada, estar nombrados por las Juntas de las capitales del Reino, los vocales que consten de las certificaciones que le habrán entregado, y también dará igual aviso a los individuos del Consejo de Estado, para que les conste hallarse formada la Junta Central Gubernativa, para los fines y objetos que a su tiempo les irán comunicando por el presidente o secretario de la misma Junta.

 6. De todo esto enterará el Conde al Secretario del Consejo de Estado Don Josef Pizarro, previniéndole que poniéndose de acuerdo con el Excelentísimo Señor Conde de Altamira, a quien también escribirá el Conde u con otro cualesquiera que sirva la mayordomía mayor, señalen en el Palacio Real aquel salón que fuere más a propósito para las sesiones de la Junta, pudiendo valerse del mismo en que tenía la gubernativa que dejó establecida nuestro Rey el Señor Fernando VII con su Presidente el Señor Infante Don Antonio, a cual se entenderá que sucede en todo la Central del Reino.

 7. Que el mismo Pizarro cuide de que se ponga un estrado para las sesiones, decoroso, con bancos y canapés decentes, mesas pequeñas, y escribanías de plata, una para cada dos vocales, de modo que sin dejar su asiento puedan anotar y escribir lo que les convenga.

 8. Que asistan de porteros interinamente, y hasta que los nombre la Junta en propiedad, los de la primera Secretaría de Estado, a cuyo cargo correrán las prevenciones de papel, lacre y demás cosas necesarias para los despachos de la Junta.

 9. Y finalmente que la Junta Central ha de tener su guardia de Alabarderos, y además la que custodiare a palacio, sea de los regimientos de guardias Españolas, y Walonas, o sea de la guarnición de Madrid, previniéndolo así a sus jefes respectivos.

El Conde mira con grandísimo respeto el establecimiento de la Junta Central, que ha de ser de mayor autoridad que las Cortes, porque éstas sólo tenían el derecho de acordar para proponer al Soberano y esperar su resolución; y la Central ha de tener facultades para decidir en mucha parte de los negocios de la gobernación general del Reino, y resolver las consultas del Consejo, y otros tribunales.

Desea el Conde como lleva dicho que todo se comunique a las Juntas compañeras, y que se persuadan que sólo piensa en la felicidad general, en el honor del Reino, y sus capitales, y en evitar dificultades y embarazos en la ejecución, renunciando, como renuncia, a otro destino que el de simple vocal, y esperando que entablada la formación de la gran Junta, se le deje retirarse a su casa y celda para cuidar de su alma, y que es lo que más le urge, estando en los ochenta años de su edad.

Murcia, 19 de agosto de 1808.

Firmado el Conde de Floridablanca.

Y enterada esta Junta de todos sus artículos y cláusulas las aprobó por aclamación, como que manifiesta cada una de ellas un celo puro del bien de la monarquía, un amor desinteresado por el bien de la Patria, y un conocimiento exacto de las medidas y precauciones que deben tomarse para el decoro y seguridad de la Junta Central, y mandó se imprima inmediatamente y se despache por extraordinario, remitiendo un ejemplar a cada una de las Supremas del Reino y demás que corresponda.

Firmado: Clemente de Campos – Josef, Obispo de Cartagena - Joaquín de Elgueta - Julián Martín de Retamosa.

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Noticias Biográficas de Don Diego de Saavedra Fajardo
Revista CARTAGENA ILUSTRADA, Núm. 17. Mayo de 1872. Artículo escrito por A. Blanco.

Cada vez que la historia de nuestra patria nos presenta alguno de esos hombres ilustres, cuyo genio, abriéndose paso a través de los siglos, llega hasta nosotros como las ráfagas de una luz vivísima que rompe las tinieblas de una encapotada noche, el alma se recrea ante tan gloriosos recuerdos, y el corazón rebosa de orgullo al sentirse palpitar por el amor de lo grande y de los sublime.

Don Diego de Saavedra Fajardo es uno de los timbres más preclaros no sólo de nuestra provincia, sino de España y aún de Europa; y si hasta ahora su nombre ha sido más apreciado en las naciones extranjeras que entre nosotros, culpa es del atraso que las luchas políticas han causado en nuestra patria, cuando todos los pueblos marchaban rápidamente por la senda de la civilización y del progreso.

Este grande hombre, uno de los genios más eminentes que brillaron en el reino de Felipe IV, nació en Algezares, lugar situado a media hora de Murcia, el día 6 de mayo de 1584, siendo bautizado en Santa María de Loreto de dicho pueblo. Sus padres don Diego de Saavedra y doña Fabiana Fajardo le educaron en los más sanos principios de la religión y de virtud, los que no dejaron de arraigar profundamente en su alma. El haber sido trasladado a Murcia a los pocos días de su nacimiento, ha dado lugar a que algunos eruditos, y entre ellos don Nicolás Antonio, hayan querido atribuir a esta ciudad la gloria de que Saavedra viera en su recinto la luz pro primera vez. Sin embargo no es infundada su razón, porque Algezares ha sido considerada siempre como calle de Murcia, y especialmente hoy que pertenece al distrito judicial de San Juan.

En el año 1600, a los 16 de su edad, ingresó en tan famosa Universidad de Salamanca en la cual alimentó y desarrolló su inteligencia que debiera causar algún tiempo después la admiración del mundo. Siendo caballero de la Orden de Santiago, desempeñó el cargo de secretario en Roma del cardenal don Gaspar Borja, y poco después le acompañó a Nápoles cuando fue nombrado virrey de aquellos estados.

A pesar de no recibir más que la primera tonsura eclesiástica, fue nombrado canónico de la iglesia de Santiago (donde nunca residió) por los servicios prestados al cardenal Borja en las elecciones de Gregorio XV y Urbano VIII y por haber desempeñado con feliz resultado varias comisiones. Algún tiempo después fue nombrado secretario del rey; y por no renunciar a su canongia ni a su carrera diplomática, quiso permanecer en Roma de donde le nombraron embajador, pasando después con el mismo cargo a otras naciones a cusa de su disposición para viajar. En 1636 asistió a la elección de Fernando III, rey de Romanos en la ciudad de Ratisbona, y a ocho dietas en los cantones de Helvecia, desempeñando posteriormente el cargo de ministro de España en Baviera.

La monarquía española que, desde los reyes Católicos, había adquirido la supremacía en Europa, decayó sucesivamente en los reinos de Felipe III y Felipe IV. Para restablecer el antiguo esplendor de España, era preciso conquistar a Portugal, someter a Cataluña, debilitar el poder de los franceses y hacerse respetar a la faz de las naciones. Con este propósito se congregaron en Munster los primeros diplomáticos de Europa, y España envió a Saavedra en compañía de los condes de Peñaranda y Zapata. En dicha reunión manifestó Saavedra un talento tan grande y una política tan elevada, que sostuvo con la mayor dignidad la independencia de su patria, sin que nadie se atreviera a empañar, ni aún ligeramente, los maravillosos florones de su brillante corona. Este hecho tan gigantesco, este paso tan notable atrajo a nuestro diplomático muchos admiradores, y hasta la mayor parte de los extranjeros le rindieron la admiración que merecía en hombre de su política y talento.

Vuelto a Madrid, mereció un premio de sus servicios ser nombrado introductor de embajadores, siendo al poco tiempo ministro del Consejo de Indias. Hasta entonces nadie se había retirado de su cargo, por encumbrado que fuera con tanta gloria como Saavedra: empero a los dos años de residencia en dicha capital, le asaltó una enfermedad que lo condujo al sepulcro el día 24 de agosto de 1648, a los 64 años de su edad. Fue enterrado en el oratorio del vicario general  de R. R. padres Recoletos; mas dos siglos después, para que la revolución no profanase sus restos, el señor don Pedro Sainz de Varanda, comisionado por la Academia de la Historia, de la que era socio, trasladó sus cenizas a la iglesia de San Isidro el real, donde actualmente se encuentran.

Este eminente diplomático, el más grande político que nuestra historia registra en sus anales, no inmortalizó solamente a España de la manera que llevamos dicha: la gloria quizá más colosal que legó a nuestra amada patria fueron sus escritos. Hablamos de sus Empresas Políticas. Esta grande obra fue impresa por primera vez en Viena en 1640, siendo al poco tiempo en Holanda, Francia, Bélgica, Italia y otras naciones. Dedicóla al príncipe de Asturias don Baltasar Carlos, muerto en la flor de su edad, para moralizar e ilustrar su educación.

Desde la legitimidad y origen del gobierno, hasta los más pequeños detalles de economía pública, se hallan consignados en esta obra; y no como Luis XIV proclama la fuerza como el medio más eficaz de dirigir una nación, sino la inteligencia, que es a la que se debe hablar como la parte principal del hombre. Encomiada y alabada por los mejores críticos nacionales y extranjeros, es lo suficiente para que reconozcamos en ella un mérito elevado: como pureza y corrección en el lenguaje castellano, baste decir que es la primera después de la obra inmortal de Cervantes.

La república literaria es otra de sus obras. Fue publicada 22 años después de su muerte en Santiago por don José Salinas, precedida de un prólogo de don Francisco Ignacio Porras, canónigo de aquella catedral y en ella se descubre una inclinación profunda y un artificio sencillo y delicado. La corona gótica y Las Locuras de Europa son consideradas como sus escritos inferiores si bien algunos eruditos, y entre ellos don Gregorio Mayans, encuentran bastantes trozos de un mérito indiscutible. Sin embargo debemos pasar por alto los defectos que encontramos en sus escritos especialmente en estos dos últimos porque como él mismo nos dice, fueron producidos en el corto espacio del tiempo que le permitían sus negocios y viajes.

Hasta hace poco tiempo, nadie se había acordado de perpetuar la memoria de esta hombre que tan gloriosos recuerdos nos ha legado, ni un modesto monumento como se han levantado a otros, acaso no tan acreedores como el ilustre Saavedra. Pero una comisión de jóvenes murcianos, entusiasmados por las grandezas de nuestra provincia, solicitó y obtuvo del Excelentísimo Ayuntamiento, permiso para colocar una lápida en la plaza Mayor de Algezares, el 6 de mayo del año en que escribimos, como para conmemorar el aniversario de su nacimiento.

Pobre es, en verdad, una sencilla lápida para un genio que tanto se merece; pero acaso esto sea el principio que haga despertar en el corazón de los murcianos, el sentimiento de otra idea más elevada que perpetúa el buen nombre del más grande político de nuestra patria.

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Bula a una iglesia de Murcia
Registro de bulas pontificias. Armario 7. Libro 12. Página. 67

Postque tandem, sic debitum naturae solvens dominus Nicolaus episcopus, defunctus est, apud dictam maiorem ecclesiam Murciae sepultus, ubi jacet in capella, capitulari claustri ad manum sinistram altaris.

Cui successisse comperitur in ipsa Carthaginensi ecclesia dominus Guillermus de Simel, gallicus; et fuit episcopus nonus. Qui vocatus ad Curiam Romanam, tunc Avinione consistentem, cum exspectaret capellum. Cardinalatus, ibi Avinione defunctus est, el sepultus in domo fratrum Minorum.

Cui etiam illico dominus Fernandus de Pedrosa Cordubensis, famosus in sacra pagina magister; et fuit episcopus decimus. Hic, ut comperimus, inchoavit opus novum aulae ipsius ecclesiae maioris Murciae, quae de novo ad latus antiquae miro opero lapideo, ut cernitur, fabricatur. In quo, ut fertur, appositus fuit primus lapis die vigesima secunda Januarii, anno Domini Mº. CCCº. XCIIIIº. Hic vixit multissime tribulatus propter bandositates pro tunc urgentes, quibus se immiscere voluit, ambulans extra Ecclesiam per tempora multa quasi exul. Et tandem in suo regressu defunctus est et sepultus hic Murciae in dicto opere novo, in capella quam in capite ipsius operis, sub invocatione beati Hieronymi, incoeperat, et semistructam reliquerat. Ubi, in terra plana, jacet humiliter tumulatus.

Post cuius obitum, ad supplicationem serenissimi domini regis Henrici effectus fuit episcopus Carthaginensis dominus Panlus de sancta Maria, natione Burgensis (284); et fuit in ordine undecimus. Hic, tempore suo, de et super jurisdictione ac cura et jure episcopali, quam et quod ecclesia Carthaginensis in praeceptoriis et tota valle de Segura habet, diutius in Romana curia litigans, unam pro se adiudicatoriam et contra Priorem de Ucles ordinis Militiae sancti Jacobi de Spatha sententiam reportavit, quae etiam in rem transivit judicatam. Hic etiam de novo creavit in dicta Ecclesia quatuor dimidias portiones sacerdotales; et eas octo aliis dimidiis portionibus primaevis, quae ibi erant, associavit. Quorum praetextu et ne propterea mensa Capitularis gravaretur, summam ducentorum florenorum de Aragonia, de praestimoniis officialatus Murciae, eidem mensae quoad potuit univit; licet unio ipsa nondum sortita fuerit effectum. Qui post ea, successu temporis, ab ipsa Carthaginensi ecclesia ad Burgensem translatus exstitit, it inibi defunctus; ac tandem apud ecclesiam sancti Pauli, ordinis Praedicatorum, quam de novo construi fecerat, sepultus; ubi honorifice requiescit.

Post quam quidem translationem sic de persona ipsius domini Pauli faciam ad Burgensem ecclesiam, illico et immediate effectus fuit episcopus Carthaginensis, seu de ecclesia Pacensi cui tunc praeerat translatus, reverendissimus in Christo pater, dominus frater Didacus de Mayorga, nativus patruus noster carissimus; et fuit Carthaginensis episcopus in ordine duodecimus. Homo magnae scientiae et virtutis per cuius industriam circumspectam opus novum praedictae ecclesiae beatae Mariae maioris Murciae, ut ipsa nostra Carthaginensis ecclesia sicut praemittitur translata consistit, multimodum recepisse dignoscitur incrementum. Cum enim tunc, tempore videlicet adventus ipsius domini Episcopi, ecclesia ipsa in redditibus fabricae deputatis paenes nihil haberet pro illius tam sumptuosa constructione praeter unum per unum tertiolum sicut habebat unaquaeque parochialis ecclesia eiusdem civitalis, et sic opus ipsum tam magnum vix assurgi poterat a fundamentis, ipse Dominus, defectui tanti operis providens, de consilio voluntate et assensu dominorum Decani et Capituli ac cleri universi suae dioecesis synodaliter congregati, pie statuit et ordinavit ut annis singulis ex fructibus decimalibus, ecclesiae et dioecesis Carthaginensis ad eeosdem dominos Episcopum, Decanum et Capitulum ac clerum et ecclesias suas parochiales spectantibus videlicet pro qualibet parochia ipsius dioecesis, omnes fructus decimales quinti decimatoris, seu quos quolibet anno quintus decimator illius parochiae dare deberet, integre habeat; sicut habet fabrica ipsius ecclesiae Cathedralis perpetuo pro illius constructione et aliis necessitatibus suis. Qua ex causa, ex tunc in antea dictum opus continuatum exstitit; ac votivum, ut supra meminimus, habuit incrementum. In quo etiam idem Dominus capellam unam, sanctorum Francisci el Antonii de Padua invocationibus instituit et dotavit.

Hic etiam tempore suo consuetam, sive regulam divinorum officiorum in eadem Ecclesia repertam innovavit, et quasi e novo edidit; et juxta illam novum missale, completum officium continens quale antea secundum regulam istam Carthaginensem conscriptum non fuerat, e novo composuit et Ecclesiae legendum dedit.

Quo tandem post multa ita ad decrepitatem deducto ut jam, in lecticulo suo continue jacens, quicquid de his quae pontificalis officii sunt exercere nequiret, dominus papa Eugenius IV, volens indemnitati ipsius Ecclesiae praecavere, eum a vinculo quo ipsi Carthaginensi ecclesiae tenebatur absolvens, ipsum ab ea ad ecclesiam Caesariensem transtulit; ac de persona nostra eidem Carthaginensi ecclesiae, sic per huiusmodi absolutionem vacanti, providit; nosque ipsum illi, Deo gratias, in episcopum praeficere voluit et pastorem.

Post quam translationem, paucis evolutis diebus, idem dominus frater Didacus, sic archiepiscopus effectus, apud jam dictam civitatem Murciae, die Martis, quae computabatur XXII Maii, anni Domini millesimi quadringentesimi quadragesimi secundi in nocte obiit; et requiescit sepultus ad praesens in praedicta ecclesia beatae Mariae maiore, quam ibi fecerat ut praefertur.

Unde Nos Didacus de Comontes, Carthaginensis episcopus jam dictus, per justam viam translationis successisse dignoscimur eidem patruo nostro; et per consequens omnibus aliis Carthaginensibus episcopis praedecessoribus suis; qui, ut praemisimus, in eadem successive fuerant usque ad eum. Qui omnes et singuli suis temporibus usque in praesens omnia et singula villas et loca supra designata cura suis territoriis, quae pro terminis episcopatus ecclesiae Carthaginensis a principio sibi data et assignata fuerant ut scripsimus supra, ac civitates, villas, castra, terras et loca alia, quae intra illa clauduntur, seu ab ipsis designatis circumcincta consistunt, et eorum territoria habuerunt tenuerunt et possederunt pacifice et quiete terminis et territorio ipsius episcopatus; et in hac possessione eamdem Cartaginensem ecclesiam per eos hactenus fuisse et esse reperimus, nec est qui contrarium viderit umquam. Quam quidem dioecesin, sive episcopatum, etsi unum, distinctum fuisse et esse comperimus por membra. Sicut esse conspicimus in Ecclesia universali quae, licet sit una, est tamen in plura singularia membra por orbem terrarum diffusa, ad instar cuius etiam ipsa membra per submembra quamplura subdistincta sunt et ordinata; ita etiam apparet in hac ipsa nostra ecclesia Carthaginensi et eius jam dicto episcopatu. Qui, quaniquam sit unus ut praemisimus, est tamen distinctus in plura membra; in plures videlicet offlicialatus atque archipresbyteratus et vicariatus, qui ut comperimus noscuntur esse sequentes, scilicet, etc.

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Bula del papa Clemente IV al rey de Aragón Pedro III.
Reg. de Bulas pontificias. Armario: 22. Tomo:14

Clemente IV le escribe al rey Pedro, hijo de Jaime I de Aragón, felicitándole por el éxito militar obtenido contra los moros en Murcia y le insta a continuar.

Dilecto filio nobili viro Petro carissimi in Christo filii nostri illustris regis Aragonum primogenito.

Persuadet ingenita tibi nobilitas hiis rebus intendere, illis studiis inherere, que et gratiam tibi divinam impetrent et laudem apud homines tue titulis probitatis acquirant. Hoc sane probat non levibus argumentis laudabilis illa constantia, qua fidei zelo succensus, dum circa partes Murcie Sarracenorum audisses agmina congregata sanguinem sitientium populi christiani, obie-cisti te perfide gentis insultibus et infra civitatem eandem adeo, prout fertur, eosdem artasti, quod victualium defectu compressi non possunt effugere manus tuas. In hiis ergo tue strenuitatis initiis grato tibi congratulantes applausu nobilitatem tuam rogandam duximus et hortandam, quatenus bene cepta pervigili cura continuans magnanimitatis paterne providus imitator sic ad finem negotium perducas optatum, sic, ubicumque potueris, pugil Christi cultum eius repressis crucis hostibus studeas propagare, ut et in tuis processibus Dei letifices civitatem et ab omnium retributore bonorum beatitudinis eterne premium assequaris. Verum, quia penes matrem fideli-um fidei residet magisterium et ecclesie fideique negotia adeo sunt connexa, quod neutrum sine altero potest legitime promoveri, nobilitati tue consulimus, te rogamus et hortamur attente, qua-tenus ecclesias et personas ecclesiasticas semper habeas in honore et sic in devotione huiusmodi tuam solides iuventutem, ut, cum etatis provectioris fueris et curis maioribus occupatus, portes assueta suavius et in tam piis actibus magis ac magis cotidie delecteris statuens ante oculos mentis tue, quibus hactenus incrementis profecerint devoti principes et ecclesiastice libertatis amici quamque viliter et abiecte ceciderint, qui viam aliam, immo devium potius sunt secuti. Nos sane, sicut carissimum in Christo filium nostrum patrem tuum sincere dileximus, sic et te tenere brachiis dilectionis amplectimur tuum in Domino desiderantes profectum, quia te credi-mus ad magna et Deo placentia reservari.

Datum Perusii, II Kalendas Octobris, anno I.

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Alfonso X El Sabio
Antonio Galera Gracia

Por carecer los cronistas de antaño de los sofisticados y modernos instrumentos que hoy tenemos la suerte de disfrutar, sus crónicas están, algunas veces, sobre todo aquellas que tuvieron que realizarse mucho tiempo después de haberse producido, llenas de anacronismos cronológicos e históricos. No obstante, los documentos que dejaron estos pasivos narradores escritos en sus crónicas, son a los únicos que podemos conectarnos para saber con más certeza lo que aconteció a un personaje histórico o en una época determinada.

Nos vemos en la necesidad de hacer saber lo antedicho porque para ser verdaderamente imparciales, tendremos que recurrir, siempre que la exactitud así lo aconseje, a los documentos dejados por estos artistas de la escritura cuya voluntad, devoción e inclinación radicaba siempre en glorificar y encumbrar las vidas y los acaecimientos de las manos que los alimentaban.

De «Las Crónicas de Alfonso X», que se encuentran en la Biblioteca Nacional, sacamos el siguiente documento:

De cómo el rey don Alfonso siendo infante ganó Murcia y su tierra, y después que fue rey se le alzaron los moros de este lugar.

En el noveno año del reinado de este rey don Alfonso, que fue en la era de mil doscientos y noventa y nueve años, andando el año del nacimiento de Jesucristo en mil doscientos y sesenta y un años, porque en los hechos que acaecieron con el rey don Fernando dice la historia que este rey don Alfonso, siendo infante, ganó el reino de Murcia y dice que en aquel tiempo reinaba en Murcia Aben Haxel, y esto merece ser puesto en los hechos de este rey don Alfonso, y porque se dijo en otras partes que aquel Aben Haxel no reinaba en Murcia, el historiador, según lo que vio escrito, dice así: 

Que en la era de mil y doscientos y sesenta y cuatro años (1264 menos 38 igual a 1226), después de ser muerto Aben Hud, fue alzado por rey en Arjona Mahmad Aben Alhamar. Y después que el rey don Fernando que había ganado la ciudad de Córdoba y las ciudades y villas del obispado de Jaén, ayudó a este Mohamad Aben Alhamar para que ganase el reino de Granada y de Almería. Y en este tiempo los de Murcia, no queriendo tener por señor aquel Aben Alhamar, aunque hubiese ayudado al rey don Fernando, tomaron por rey a Al-booquez y enviaron sus mensajeros al rey don Alfonso su hijo, siendo infante, y le enviaron decir que le darían la ciudad de Murcia y todos los castillos que hay desde Alicante hasta Lorca y hasta Chinchilla. Y este rey don Alfonso, siendo infante, en cuanto recibió el mensaje, fue allá con mandato y voluntad del rey don Fernando, su padre, y fue recibido como señor y le entregaron la ciudad y todos los castillos y dejaron todas las fortalezas en poder de los cristianos, y la ciudad de Murcia y todos los otros lugares que estaban en poder de los moros. Y fue de la siguiente manera: Que el rey Fernando y el infante don Alfonso su hijo tuviesen para ellos la mitad de las rentas, y Al-booquez tuviese la otra mitad, este Al-booquez fue vasallo durante toda su vida del rey don Fernando y después del infante don Alfonso desde que comenzó a reinar en Castilla y en León.

Este documento que acabamos de reproducir, con sus aciertos y sus errores,  marca el principio del idilio que se produjo entre el rey don Alfonso X, conocido también como El Sabio, y los habitantes del fecundo reino de Murcia. Allí, en el interior de la catedral, se halla la muestra más palpable de este hecho indiscutible. En la parte izquierda del altar Mayor se descubre en una imponente capilla magníficamente tallada en piedra, guarnecida con relieves, cenefas y símbolos, que fue obrada por el constructor Jacobo Florentín y embellecida por el escultor Jerónimo Quijano, se encuentra sepultado en una urna funeraria el corazón del rey Sabio custodiado por dos maceros reales, que fueron esculpidos en piedra y puestos allí para que velaran tan importante reliquia por toda la eternidad. 

Este hecho tan importante, por histórico y entrañable, es bastante desconocido incluso entre personas que se dedican a la enseñanza y a la investigación histórica.  Algunas de ellas creen que el corazón de don Alfonso X está enterrado en Jerusalén. Por esta razón, y para que no quede ninguna duda al respecto, es por lo que nos vemos en la necesidad de aclarar esta imprecisión o falta de información precedente.

Hubo una vez, siendo el Rey Alfonso muy joven todavía, que de tanto oír que su linaje procedía del rey Salomón, llegó a creer que él mismo podría haber heredado, si no todas, sí algunas particularidades de este regio antepasado suyo. Fue entonces cuando comenzó a ser conocido como «el Sabio», y se sabe que en la elección de este apodo tuvo Alfonso abundante implicación. De aquella época data el escrito que el joven Rey, lleno de devoción y beatitud, ordenó escribir en un testamento que decía: «quel mio coraçón sea llevado a la Sancta Tierra de Ultramar, e que lo sotierren en Ierusalem, en el Monte calvario, allí do yacen algunos de nuestros abuelos...»

Hay un momento en la existencia de todo hombre, y ese momento llega siempre cuando alcanzamos la madurez, que nos damos cuenta que hemos derrochado nuestra vida buscando notoriedad. La soledad, que nos acompaña desde que nacemos hasta que morimos, nos empuja a buscar la aceptación, el cariño o la admiración de los demás. Necesitamos ser halagados, reconocidos, saludados, oídos, señalados por la calle... Ser cacique, gobernador, presidente, general..., o incluso dios, es la meta de toda persona desde que nace hasta que muere. Llega un día, como digo, que aunque hayamos alcanzado muchos títulos y sido muy famosos, nos damos cuenta que seguimos estando tan solos o más que antes. Percibimos que hemos perdido la mayor parte de nuestra vida buscando la felicidad en las cosas grandes, sin darnos cuenta que la felicidad se encuentra en las cosas muy pequeñas. Y es entonces cuando nos agrada comenzar a disfrutar de aquellas amistades que te quieren por ti mismo y no por lo que representas, del paseo, del hogar, de la familia, de una atardecer precioso... Nos damos cuenta entonces, y sólo entonces, que el ideal de la vida es no forjarse demasiadas ilusiones,  porque correremos el peligro de no verlas nunca colmadas. El militar funda su felicidad en ser cabo, luego en ser sargento, luego brigada, luego teniente..., y así sucesivamente. Pero mientras haya escalafón, el ansia de alcanzar el siguiente empleo, lo avocará al descontento y a la infelicidad... Todo es vanidad de vanidades. El sol se alza, luego se pone y corre con el afán de llegar a su lugar, de donde vuelve a levantarse. Gira el viento al mediodía, luego al norte, va siempre dando vueltas y retorna a sus giros. Los ríos van todos al mar, y la mar no se llena nunca porque de allá de donde vienen las aguas tornan luego, para volver a correr... Estas últimas palabras que acabamos de citar pertenecen al Eclesiastés. Son ejemplos que el Rey Alfonso leyó en muchas ocasiones, pues no en vano hizo traducir la Biblia al romance castellano. Estamos seguros de que fue entonces cuando se dio cuenta que su corazón siempre estuvo latiendo en vida por aquellos sencillos súbditos murcianos que lo querían porque era bueno y no porque era Rey. Y entonces comenzó a querer de la misma forma que una madre ama a sus hijos y, al final de sus días, cuando percibió que la muerte le rondaba, cambió de parecer y ofreció al reino de Murcia lo más preciado que todavía conservaba: su corazón.

El rey don Alfonso X se pronunció documentalmente tres veces en su deseo de que sus restos reposasen en la ciudad de Murcia. La primera se produjo el día 3 de junio del año del Señor de 1277. En este privilegio hacía pública el Rey su voluntad de que se crease en Murcia un convento que sería llamado «Monasterio de Santa María la Real», demostrando con este acto el gran amor y devoción que siempre había sentido por la Virgen María. Estableció también que dicho monasterio se construyese dentro del Alcázar Mayor de la ciudad, y que estuviese administrado por los frailes del Cister, a los cuales profesaba gran devoción por haber sido san Roberto su fundador con el piadoso objeto de volver a recuperar en toda su obligación la rígida regla de san Benito. Regla por la cual sentía el Rey tal admiración, que no dudó en imponérsela a la Orden de Santa María de España, cuando por él fue creada en el año 1272 con el propósito de que vigilaran y defendieran todas las posesiones marítimas de su reino. Y, naturalmente, también por haber sido san Bernardo el alma y guía de los caballeros templarios, a cuyos monjes soldados debía el Rey, así como a otras órdenes que también intervinieron, la reconquista del reino de Murcia... Hoy ese monasterio es conocido como «Iglesia de Santa María de Gracia».

El reino de Murcia estuvo con su Rey incluso después de haberle sido usurpado el trono por su hijo Sancho. Por ello, quizás, dictó el siguiente documento que es parte de su primer testamento: «Por el grand bien et merced et onrra que nos El y fizo, amamos et deuemos querer este regno entre todos los otros, et por ende, escogiemos nostra sepultura en la çibdad de Murcia... En la iglesia que fizimos en nostro alcázar et establecemos y concuento de monges de la Orden del Cister que rueguen a Dios por nostros pecados también en vida como en muerte, et esto fazemos porque es lugar mas seguro et mas onrrado.»

Tal vez llegados a este momento surja la pregunta de cómo le fue usurpado por su hijo Sancho el reino, pues ocurrió que habiendo muerto el último emperador provisional don Guillermo de Holanda, y siendo Alfonso X el sucesor para regir el Imperio Romano Germánico, aún sabiendo que el Papa Gregorio X estaba en contra de su nombramiento, viajó a Roma para entrevistarse con el Papa, y pedir de él que diera su aprobación. El Papa no quiso recibirlo, y le envió un mensaje en el que le exigía que retirase de su mente las pretensiones de ser emperador bajo pena de sufrir las censuras papales que lo condenarían de por vida a estar separado de la Iglesia. En su largo alejamiento, había dejado Alfonso X al frente de su reino a su hijo y sucesor Fernando de la Cerda, pero éste murió en su ausencia, a la edad de veinte años. Al morir Fernando, le sucedió en el gobierno su hermano Sancho, quien dedicándose a conceder beneficios y honores, fue ganándose poco a poco la confianza de los nobles de la corte. De esta forma, cuando el rey Alfonso regresó de su largo y costoso viaje, no tuvo más remedio que aceptar a su hijo Sancho como heredero del reino. Cosa que hizo en contra de su voluntad, ya que él defendía y decía que por derecho le correspondía el trono al primogénito de su hijo Fernando de la Cerda.

La segunda vez que se pronuncio para dar fe de lo que aquí estamos afirmando, fue en un testamento que el Rey dictó el día 8 de noviembre de 1283. En él, don Alfonso mantiene su decisión de ser enterrado en Murcia.

La tercera vez que el Rey se pronunciaba en su testamento, volvía a confirmar en él la misma voluntad que ya había expresado en los dos anteriores. Fue redactada el día 21 de enero de 1284, y allí decía lo siguiente: «Mandamos que nuestro cuerpo sea en el nostro manasterio de Sacta María la real de Murcia, que es cabeza deste regno e el primer logar que Dios quiso que ganasemos a su seruicio e a onrra del rey don Ferrando nostro padre e de nos e de nuestra tierra.»

Quienes busquen en el archivo histórico de Sevilla, se encontrarán con el testamento que ya hemos referido, o sea el tercero y último. En él hallarán la ordenanza que ya hemos mencionado, y bajo ésta,  otra en la que el mismo Rey determina que su cuerpo sea enterrado en la ciudad de Sevilla, junto a sus padres, y que el libro de las cantigas de Santa María fueran entregadas para ser cuidadas y conservadas en la misma iglesia donde su cuerpo fuese enterrado. Después de estas instrucciones hay otra en la que dice que sus entrañas sean concedidas a la ciudad de Murcia, a cuyos habitantes aprecia hondamente. Pero teniendo en cuenta que el rey don Alfonso murió el día 4 de abril de 1284, y que el último testamento está fechado el día 21 de enero del mismo año, o sea apenas tres meses de vida, no sabemos cómo este Rey, enfermo y sin fuerzas, pudo tener aliento para decretar dos disposiciones tan desiguales en el mismo testamento. Pero sea como fuere, es algo que hay que alabar y agradecer, porque siendo el corazón el órgano más importe que se aloja en nuestro cuerpo, no es de extrañar que sea la propiedad más amada de cuantas herencias divinas gozamos... El corazón es, y ha sido siempre desde que el mundo comenzó a ser mundo, la personificación de la vida y el emblema del amor...    

Bajo la urna funeraria de este prestigioso Rey, encontrará el visitante  que se acerque a ella, una inscripción que dice: «Aquí están las entrañas de Su Majestad el Rey don Alonso X, el cual muriendo en Sevilla, por la gran lealtad que esta ciudad de Murcia le tuvo, en su testamento las mandó sepultar aquí.»      

Tal vez parezca esta forma de dividir los cadáveres algo macabra en los tiempos en que vivimos, pero esta forma de proceder era muy frecuente en la Edad Media. La partición del cuerpo muerto de un rey, de un religioso que hubiera vivido santamente o de un general muy apreciado por la tropa, para repartir luego su cuerpo muerto en lugares distintos no era ninguna novedad en aquellos tiempos. Carlos V de Francia tuvo tres tumbas: una para su corazón, otra para sus entrañas y otra para su cuerpo. Y muchos de estos corazones, cuerpos cercenados o entrañas, se han conservado hasta nuestros días gracias a que todos ellos fueron introducidos en urnas de plomo.

Todo esto se puede saber hoy gracias a que hubo, hay, y supongo que seguirá habiendo en el futuro, médicos que para ayudar a dar luz a los anales históricos, practican autopsias a los personajes que de ellos la historia dice que su cuerpo fue dividido con algún propósito piadoso, de estado o militar. Sin ir más lejos, y ya que estamos reflexionando sobre el testamento de Alfonso X el Sabio, hemos de decir que el doctor don Juan Delgado Roig, un sevillano que nació en el año 1892 y murió en 1962, autor entre otras obras de: «Los signos de la muerte en los Crucificados de Sevilla"», «Divagaciones sobre la risa y el llanto»  y «La tradición Concepcionista de la Cofradía Primitiva de Nazarenos del Silencio»,  en su libro: «Examen médico legal de unos restos históricos». Libro que se encuentra en Sevilla, Archivo Hispalense, tomo IX, documento XXVI, dice, concretamente sobre el cadáver de Alfonso X, lo siguiente: «En el tórax pudimos comprobar un corte quirúrgico de la 3ª, 4ª, 5ª y 6ª costillas del hemitórax izquierdo, como a unos cuatro centímetros de la inserción vertebral, y otro corte paralelo al anterior en el mismo hemitórax, que llega a unos tres centímetros por fuera del esternón. Estos dos cortes paralelos, rectos y de traza limpia, como de haber sido ejecutados con una cizalla o tijera anatómica, sirvieron seguramente para poder extraer el corazón y alguna otra víscera del cadáver real...»

Y estos hechos contrastados, nos llevan a manifestar que el rey don Alfonso X debería ser reconocido como patrón de los donantes de órganos. Y lo manifestamos así porque creemos que cuando a los demás hombres distinguidos se les privaba de los órganos una vez  que ya estaban muertos, siempre por intereses de Estado o de Iglesia y nunca porque el difunto lo hubiera elegido en vida libremente, el rey don Alfonso, por el contrario, lo hizo de la misma forma que los donantes modernos lo hacen: en vida y por propia voluntad. Por ello podemos decir con toda seguridad que los motivos que empujaron al Rey a materializar este entrañable acto, fueron los mismos que hoy llevan a los donantes anónimos a rendir los suyos: Amor, desprendimiento, caridad, ternura y voluntad de servir. Es decir, que su órgano dé vida al cuerpo que se trasplanta.


Como el lector podrá comprobar, el año que figura en este capítulo con respecto a la Era es el 1299. Así que para aquellos que no lo sepan, debemos decir que bastante tiempo después de haber sido adoptada por toda la Europa cristiana la Era de Jesucristo, en la península ibérica continuaron utilizando un modo muy particular de contar los años. Este modo de contar los años fue conocido como: Era Española o Era Hispánica, y también fue conocido, aunque menos, como: Era de Augusto, Era de César y Era Gótica. Este modo particular de contar los años tiene su punto de partida el día primero de enero del año 716 de Roma, año en que se sitúa el fin de la conquista por los romanos, y que es, por tanto, coincidente con el año 38 antes de J.C., y, por consiguiente, el año primero de la Era Cristiana coincide con el 39 de la Era Hispánica; de donde se deduce que para reducir a nuestro computo un año cualquiera expresado con arreglo a la Era, bastará restar de éste la cifra 38. De ahí que para saber la fecha exacta con respecto a la Era, el cronista haya tenido que hacer la siguiente operación: 1299 menos 38 igual a 1261.

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Las cantigas del Rey sabio
Antonio Galera Gracia

Compuestas por una colección de 429 poemas escritos en galaico portugués, por ser la lengua más dulce y poética que existía en aquel tiempo, las cantigas de Santa María son, en su mayoría, un compendio de milagros obrados por mediación de la Virgen, acompañados todos de música, que evidencian muy a las claras la gran devoción que el rey Alfonso X sentía por la madre de Nuestro Señor Jesucristo. Para no ser nosotros quienes hagamos una presentación de estas cantigas, por aquello de que nuestra amor patrio puede influirnos, veamos de qué forma las glosa el historiador don Fidel Fita Colomé:

«Son las cantigas del primogénito de San Fernando una obra literaria de gran valor, en cuya edición y estudio justamente entiende la Real Academia de la Lengua; mas ni por serlo ni por haberlas embellecido con larga mano la poesía, la música y la pintura en la segunda mitad del siglo XIII, dejan de pertenecer a la historia...»

Estas suntuosas composiciones poéticas han llegado hasta nosotros en cuatro códices diferentes: Dos que pertenecen al Escorial: uno es el códice «J.b.2», conocida como «E Códex». Este es el más completo de los cuatro porque consta de 417 cantigas. El otro es el códice «T.j.1», conocido como «T Codex». Está considerado como el más antiguo de los cuatro y, tal vez porque se le hayan perdido o malogrado algunas cantigas, sea por lo que solamente contenga 195 de las más de 400 que fueron escritas. Una pérdida irreparable, ya que en las que todavía quedan se pueden admirar cientos de miniaturas en colores que describen con mucho detalle la vida y costumbres de aquellos tiempos medievales.

El tercero es el códice de Toledo, que actualmente se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid, conocida como «To Códex» y también como «Tol Códex»

Y el cuarto y último, es  el códice «II, I, 213» de la Biblioteca Nacional de Florencia, conocida como «F Códex».

Las mencionadas cantigas del rey Sabio, están consideradas en todo el mundo como una joya histórica de incalculable valor, han sido traducidas a infinidad de idiomas, entre ellas al japonés. E aquí una muestra. Corresponde a la estrofa tercera de la cantiga número 126 del códice de El Escorial:  

かつて エルチェでマリア様
誉れ高き そのお方
癒し賜うた 瀕死の男を
弓に撃たれ 傷つきし
・・・繰り返し句・・・

                                 

Pero las cantigas que más nos interesan para seguir escribiendo y dando a conocer todo aquello que concierna a la historia del Reino de Murcia son, precisamente, aquellas que fueron compuestas directa o indirectamente para dar fe, exaltar o enaltecer a las antiguas patronas de Murcia y Cartagena, y a la patrona de la Orden de Santa María de España.

La cantiga número 100, dedicada a Santa María, y en la cual el rey Sabio designa a la madre del Señor con el título de «Strela do dia», es decir, «Estrella del día», haciendo patente en ella que la Virgen es la estrella que nos guía hacia Jesús, y por la cual la Orden militar y religiosa de Santa María de España fue conocida tanto por el nombre de «Santa María» como por el de «La Estrella», ya que como vemos, Santa María y la Estrella son una misma cosa, en su estrofa primera dice así. En esta cantiga, a todo color, aparece la virgen con una estrella de ocho puntas sobre la cabeza y vestida con el manto rojo de la Orden:

Santa Maria,
Strela do dia,
mostra-nos via
pera Deus e nos guia.

Es decir:

Santa María,
Estrella del día,
muéstranos el camino
que nos guía hacia Dios.

                              

En esta cantiga se inspiro el escritor Luis de Eguilez para componer en el año 1870 «La Salve Marinera», dentro de una zarzuela que se tituló: «El molinero de Subiza», con música de Cristóbal Quadriz. Una canción que por sus vínculos marinos y castrenses fue adoptada por la Armada española hace ya mucho tiempo como una de sus favoritas. La mencionada canción comienza así:

Salve, Estrella de los mares,
de los mares iris, de eterna ventura.
Salve, ¡oh! Fénix de hermosura
Madre del divino amor.

Todos sabemos que existe una sola virgen: la virgen María, la madre de Nuestro Señor. Pero al haberse creado, a través de los siglos, tantas y tan diversas advocaciones a una misma virgen, ha dado lugar a que cuando se habla o se mienta a una, lo digamos en singular, pero que, sin embargo, cuando enumeramos dos o más advocaciones diferentes, tengamos que hacerlo en plural, es decir, las vírgenes. Porque no es lo mismo mencionar una, obedezca a la advocación que obedezca, que hacer mención de una retahíla de ellas con advocaciones o nombres diferentes. Por esta explicación que damos, es por lo que, y aún a sabiendas de que no es correcto, hemos decidido hablar de aquí en delante de «vírgenes» cuando sean más de dos las advocaciones mencionadas, y de virgen cuando se refiera a una sola. Podíamos habernos evitado esta explicación, pero la hemos creído conveniente para evitar, precisamente, que nadie se enfade por el amor que cada uno de nosotros profesamos a nuestra patrona, creyendo, con toda la razón, que la nuestra es la única virgen que existe, cuando en realidad todas las demás, sean nombradas por el tratamiento que sea, son todas en una, la única virgen que existe.

La devoción que el rey Alfonso X mostró por la madre de Nuestro Señor Jesucristo, dio origen a que, en aquellos tiempos y en casi todos sus reinos, fuesen nombradas como patronas vírgenes con advocaciones diferentes, pero todas con el título antepuesto al nombre de Santa María. De esta forma es como vemos, a través de las cantigas, que en cualquier lugar del reino de Alfonso el Sabio aparezca siempre como patrona una Virgen, y que el Rey, para no hacer distinción entre ellas les anteponga a todas «Santa María de tal o cual ciudad»; por ejemplo, en la cantiga número 12, es Santa María de Toledo; en la 53, Santa María de San Esteban de Gormaz; en la 118, Santa María de Zaragoza; en la 143, Santa María de Jerez de la Frontera; en la 209, Santa María de Vitoria; en la 242, Santa María de Castrojeriz; en la 255, Santa María de Villalcázar de Sirga; en la 276, Santa María de Segovia; en la 303, Santa María de Burgos; en la 324, Santa María de Sevilla... E incluso cuando hace mención de un día festivo, como es el caso de la cantiga 419, dice Santa María de agosto, haciendo alusión a Nuestra Señora de los Ángeles, cuya festividad es el día 2 de agosto, que en aquellos tiempos era muy apreciada y rezada porque la tenían como patrona de las gentes que andaban por los caminos.

Las pocas vírgenes que el Rey menciona por su propio nombre son Santa María de la Arrixaca, en Murcia, y Santa María de Montserrat, en Barcelona.  Pero hay que entender que cuando en una cantiga se dice «Santa María de éste o de aquél lugar», se está refiriendo el Rey a la patrona o virgen principal del lugar que es citado. De esta forma es como podremos observar que si el milagro fue obrado en la ciudad de Toledo, como es el caso de la cantiga número 69, donde Santa María obra el milagro de hacer oír y hablar a un hombre que era sordo mudo, entonces debemos de intuir que la Santa María que obró el milagro, no era otra sino Santa María La Blanca, esa Virgen tan graciosa que lleva al niño en sus brazos, y mientras sonríe radiante de felicidad, el niño le acaricia la barbilla en actitud casi humana. De la misma forma tendremos que entender que cuando el milagro se produce en Cartagena, se estará loando a Santa María del Rosell.

Como nota aclaratoria, tal vez también tendríamos que decir que a las ciudades que el monarca dedica más cantigas es a Murcia y a Sevilla, y que esto seguramente fue debido a que dos de los pintores del Rey, uno llamado Pedro Lorenzo, y el otro Juan Pérez, fuesen vecinos de Murcia y de Sevilla respectivamente, pues se sabe que este último vivía frente a la catedral de Sevilla.

Como quiera que sería muy extenso reproducir en estas páginas las 417 canciones de que están compuestas las Cantigas de Santa María, vamos a traer aquí, a título de información y estudio, tres de las cantigas que acabamos de citar, las de Santa María de la Arrixaca de Murcia, la de Santa María del Rosell de Cartagena, y la de Santa María La Blanca de Toledo. Luego, tras de éstas, daremos a conocer la que el Rey dedicó a la Orden Militar y Religiosa de Santa María de España. 

La que el Rey dedica a Santa María de la Arrixaca de Murcia, la número 169, es la siguiente:

Esta é dun miragre que fezo Santa Maria por ha sa eigreja que é ena Arreixaca de Murça, de como foron mouros acordados de a destroir e nunca o acabaron.

A que por nos salvar
 fezo Deus Madr' e Filla,
 se sse de nos onrrar
 quer non é maravilla.
 
E daquest' un miragre direi grande, que vi
des que mi Deus deu Murça, e oý outrossi
dizer a muitos mouros que moravan ant' y
e tian a terra por nossa pecadilla.

A que por nos salvar...
 
Da eigrej' antiga, de que sempr' acordar
s' yan, que ali fora da Rea sen par
dentro na Arreixaca, e yan y orar
genoeses, pisãos e outros de Cezilla.

A que por nos salvar...
 
E davan sas ofertas, e se de coraçon
aa Virgen rogavan, logo sa oraçon
deles era oyda, e sempre d' oqueijon
e de mal os guardava; ca o que ela filla.

A que por nos salvar...
 
Por guardar, é guardado. E porende poder
non ouveron os mouros per ren de mal fazer
en aquel logar santo, nen de o en toller,
macar que xo, tian ensserrad' en sa pilla.

A que por nos salvar...
 
E pero muitas vezes me rogavan poren
que o fazer mandasse, mostrando-mi que ben
era que o fezesse, depois per nulla ren,
macar llo acordaron, non valeu ha billa.

A que por nos salvar...
 
E depois a gran tempo avo outra vez,
quand' el Rei d' Aragon, Don James de gran prez,
a eigreja da See da gran mezquita fez,
quando ss' alçaron mouros des Murç' ata Sevilla.

A que por nos salvar...
 
Que enton a Aljama lle veron pedir
que aquela eigreja fezessen destroir
que n' Arraixaca era; e macar consentir
o foi el, non poderon nen tanger en cravilla. 

A que por nos salvar...
 
Depo[i]s aquest' avo, que fui a Murça eu,
e o mais d' Arreixaca a Aljama mi deu
que tolless' a eigreja d' ontr' eles; mas mui greu
me foi, pa era toda de novo pintadilla.

A que por nos salvar...
 
Poren muit' a envidos enton llo outorguei,
e toda a Aljama foi ao mouro rei
que o fazer mandasse; mas diss' el: «Non farei,
ca os que Mariame desama, mal os trilla».

A que por nos salvar...
 
Depois, quand' Aboyuçaf, o sennor de Çalé,
passou con mui gran gente, aquesto verdad' é
que cuidaron os mouros, por eixalçar ssa fe,
gãar Murça per arte. Mais sa falss' armadilla. 

A que por nos salvar...
 
Desfez a Virgen santa, que os ende sacou,
que ena Arraixaca poucos deles leixou;
e a sua eigreja assi deles livrou,
ca os que mal quer ela, ben assi os eixilla.

A que por nos salvar...
 
E porend' a eigreja sua quita é ja,
que nunca Mafomete poder y averá;
ca a conquereu ela e demais conquerrá
Espanna e Marrocos, e Ceta e Arcilla.

A que por nos salvar...

                               

Traducción:

Esta es de un milagro que hizo Santa María al proteger una iglesia suya que está en la Arrixaca de Murcia, que los moros quisieron destruir y no lo consiguieron.

A quien para salvarnos
hizo Dios Madre e hija,
quererla honrar nosotros
no es rara maravilla.
Contaré aquí un milagro
glorioso que yo vi
desde que Dios a Murcia
me concedió, y oí
contar a muchos moros
que habitaban allí
y que, por nuestras pecados,
poblaron el país.

A quien para salvarnos...

Es una iglesia antigua
donde se iban a juntar
que afuera estaba alzada
a la reina sin par
dentro de la Arrixaca
y a donde para orar
genoveses, pisanos y sicilianos van.

A quien para salvarnos...

Allí hacían sus votos,
y así de corazón
a la Virgen rogaban,
su oración con fervor
era por Ella oída;
y siempre los libró
de desgracias y de males,
con el poder de su amor.

A quien para salvarnos...

Por guardias fue guardado,
y por tanto poder
no tuvieron los moros
para algún daño hacer
en aquel lugar santo
ni tocar nada de él,
aunque a su alcance estaba
encerrado en su red.

A quien para salvarnos...

A pesar de que a veces
me rogaban también
que mis órdenes diera
de hacerlo acometer,
queriendo demostrarme
que mandarlo era bien;
aunque así lo otorgaron,
nada les valió después.

A quien para salvarnos...

Pasado largo tiempo
aconteció otra vez,
que Don Jaime, el ilustre
monarca aragonés,
convirtió la Mezquita
en templo de la fe
cuando se alzaron
los moro de Murcia y Sevilla.

A quien para salvarnos...

Toda la Aljama entonces
Le vinieron a pedir
que la apartada iglesia de la Arrixaca
hiciese destruir
y, aunque se vio forzado
en ello a consentir,
no pudieron aquellos
mover un clavo allí.

A quien para salvarnos..

Después de haber esto sucedido
estando en Murcia yo,
y aun en la Arrixaca,
la Aljama me ordenó
que la iglesia de entre ellos
quitase, y me apenó
porque estaba pintada
de reciente color.

A quien para salvarnos...

Aunque mal de mi grado
entonces accedí
y se vio a la asamblea
del rey moro acudir
pidiendo su derribo
mas se le oyó decir:
«No, que quien a María
desama, tiene mal fin».

A quien para salvarnos...

Después, Aby Yusuf,
Señor de Cádiz,
con su ejército
pasó a luchar aquí
y a Murcia pretendía
con mañas abatir
para exaltar sus armas,
mas fue vano su ardid.

A quien para salvarnos...

Lo deshizo la Virgen,
que de allí los sacó.
En la muralla de la Arrixaca
pocos de ella contó.
Así su vieja Iglesia
de enemigos libró.
Que a quienes mal la quieren
Ella siempre alejó.

A quien para salvarnos...

Y por tanto su iglesia
librada está ya.
Nunca Mahoma allí
poderío tendrá;
que Ella la conquistó
como ha de conquistar,
con España y Marruecos,
a Arzilla y Ceuta a la par.

A quien para salvarnos...

Otra es la número 339, titulada «En quantas guisas», que el Rey dedica a Santa María del Rosell,  de Cartagena. Una de sus vírgenes preferidas y a la cual le tenía tan gran aprecio y devoción que no dudó en hacerla patrona y señora de la Orden Militar y Religiosa de Santa Maria de España, en cuyas filas militaron los mejores navegantes del reino de Castilla y de León.

Esta é como Santa Maria guardou ha nave que non perigoasse no mar.

En quantas guisas os seus acorrer
sab' a Virgen, non se pode dizer.
Ca acorre en coit' e en pesar
e en door a quena vai chamar,
e acorre nas tormentas do mar;
ond' un miragre quero retraer.

En quantas guisas os seus acorrer...
 
No reino de Murça un logar é
mui forte e mui nobre e que sé
sobelo mar, e jur' en bõa fe
que muit' adur pod' om' atal veer.

En quantas guisas os seus acorrer...
 
Este logar Alecante nom' á,
e omes per mar muitos van alá
e per terra, ca en logar está
d'as gentes muit' y de sa prol fazer.

En quantas guisas os seus acorrer...
 
Porend' en Cartagena se partiu
ha nave, e eu vy quena viu;
e ynd' alá, pelo fondo s'abriu
assi que muita d'agua foi coller.

En quantas guisas os seus acorrer...
 
Os que na nave yan log' enton
aos santos fezeron oraçon;
mais u ome bõo lles disse: Non
á y quen nos possa tanto valer.

En quantas guisas os seus acorrer...
 
Como a Virgen, que Madr' é de Deus,
que senpr' ajuda e acorr' os seus;
e porend' ora, ai, amigos meus,
mercee lle peçamos sen lezer.

En quantas guisas os seus acorrer...
 
E eles o fezeron log' assy,
e pois cataron a nave des y
per u entrara a agua, e y
foron todos por consell' y põer.

En quantas guisas os seus acorrer...
 
E o consello deles foi atal
que sacassen, e non fezessen al,
a agua da nave. Mais a que val
aos coitados lles foi y valer. 

En quantas guisas os seus acorrer...
 
Ca per u a nave se foi abrir
foy y tres peixes enton enxerir,
assi que non pod' entrar nen sayr
agua per y pois nen enpeccer.

En quantas guisas os seus acorrer...
 
Aos da nave foi enton gran ben
quand' esto viron, e deron poren
graças a aquela que nos manten;
des i foron logo porto prender

En quantas guisas os seus acorrer...
 
En Alecant'. E logo que chegou
a nav', o maestre dela catou
per u entrara a agu' e achoti
tres peixes engastõados jazer.

En quantas guisas os seus acorrer...
 
Na nave, que non á tan sabedor
maestre nen tan calafetador
que podesse calafetar rnellor
per cousa que y podesse meter.

En quantas guisas os seus acorrer...
 
Enton o maestr' os peixes prendeu
e os dous que eran mortos comeu;
e o que ficava vivo tendeu
ant' o altar polo todos veer.

En quantas guisas os seus acorrer...
 
Na eigeja da Madre do gran Rei,
que fez muitos miragres, com' eu sei,
por que a loo sempr' e loarei
enquant' en aqueste mundo viver.

En quantas guisas os seus acorrer...

                                     

Traducción:

Esta es de cómo Santa María salvó una nave que con mucho peligro estaba en el mar.

De cuántas formas podemos ser socorridos
Por la santa virgen, no se puede decir.
Aconteció un caso cumplido
Y es algo que quiero contar,
Cuando corrían unas tormentas en el mar;
Ocurrió un milagro que quiero recordar.

De cuántas formas podemos ser socorridos...

En el reino de Murcia, en un lugar
Muy fuerte y muy noble que
Tiene mar, con gente de mucha fe
Es donde muchos tal sucedido pudieron ver.

De cuántas formas podemos ser socorridos...

A un lugar nombrado Alicante,
Muchos hombres van allá por mar
Y por tierra, que es lugar
Lleno de gente y todo allí se puede lograr.

De cuántas formas podemos ser socorridos...

Desde Cartagena partió
La nave, y al poco tiempo;
Los de allá, vieron como el fondo se abría
Y que mucha agua comenzó a entrar.

De cuántas formas podemos ser socorridos...

Como los nave estaba alejada
A los santos oraron de corazón;
Mas un hombre bueno les dijo: No
Hay quien nos tenga en tanto valor.

De cuántas formas podemos ser socorridos...

Como la virgen, que es Madre de Dios,
Siempre ayuda y socorre a los suyos;
Después de orar, ay, amigos míos
Merecemos la pena contar lo que ocurrió.

De cuántas formas podemos ser socorridos...

Lo que ocurrió fue lo siguiente,
Después de examinar la nave
Por una entrada de agua, se
Fueron todos por su consejo y poder.

De cuántas formas podemos ser socorridos...

Este consejo que se les dio fue
Que se fuesen, y que no tocaran nada,
Ni el agua de la nave. ¿Mas qué valor
Este consejo puede tener?

De cuántas formas podemos ser socorridos...

La mella no se podía abrir
Porque habían tres peces que hacían tapón,
Para que en ella no pudiera entrar ni salir
El agua que quería irrumpir.

De cuántas formas podemos ser socorridos...

Entonces la nave tuvo un gran viento
Y los que esto vieron, dieron gracias
A aquella que nos mantiene;
Y llegaron luego al puerto amarrar.

De cuántas formas podemos ser socorridos...

En Alicante. Después que llegó
La nave, el maestro investigó
Por donde había entrado el agua
Y tres peces embutidos allí encontró

De cuántas formas podemos ser socorridos...

La nave, que  disponía del mejor
Maestro calafateador
Que nunca pudiera calafatear mejor
Vio por qué no pudo el agua entrar.

De cuántas formas podemos ser socorridos...

Entonces el maestro cogió los peces
Y dos que estaban muertos, los guardó;
Y el que estaba vivo lo tendió
En lo alto del altar para que todos lo vieran.

De cuántas formas podemos ser socorridos...

No hay mayor gloria de la Madre del Gran Rey,
Que hacer muchos milagros, porque por ellos,
Daremos gracias siempre y seguiremos loando
A cuanto en este mundo vive.

De cuántas formas podemos ser socorridos...

 

La tercera es la número 69, titulada «Santa Maria os enfermos sãa» cantiga que el Rey dedica a Santa María la Blanca de Toledo:

Como Santa Maria fez oyr e falar o que era sordo e mudo, en Toledo.

Santa Maria os enfermos sãa
e os sãos tira de via vãa.

Dest' un miragre quero contar ora,
que dos outros non deve seer fora,
que Santa Maria, que por nos ora,
grande fez na cidade toledãa.

Santa Maria os enfermos sãa...

Seend' y o Emperador d' Espanna
e d' omes onrrados gran conpanna
con el, e cavalaria tamanna
que dentro non cabian ne-na chãa.

Santa Maria os enfermos sãa...

Ali enton un monje foi vudo
que del Cond don Ponç' era connoçudo,
e troux' un seu yrmão sord' e mudo
que chamavan Pedro de Solarãa.

Santa Maria os enfermos sãa...

Aqueste non falava nen oya,
mais per sinas todo ben entendia
o que lle mandavan, e o fazia,
ca non vos avia el outr' açãa.

Santa Maria os enfermos sãa...

E pero non oya nen falava,
en Santa Maria muito fiava,
e chorand' e mugindo lle rogava
que o sãasse. E ha mannãa.

Santa Maria os enfermos sãa...

Ll' aveo que foi perant' a ygreja
e viu dentro claridade sobeja,
e entre ssi disse: «Se Deus me veja,
esta claridade non é humãa.»

Santa Maria os enfermos sãa...

Pois isto viu un ome mui fremoso,
vestido ben come religioso,
que no levar non foi mui preguiçoso
cab' o altar u tangen-na campa.

Santa Maria os enfermos sãa...

Do Corpus Domini. E viu estando
un om' ant' o altar, ben como quando
está o que diz missa consagrando
a hostia a costume romãa.

Santa Maria os enfermos sãa...

E a destro viu estar da capela
de gran fremosura ha donzela,
que de faiçon e de coor mais bela
era que non ést' a nev' e a grãa.

Santa Maria os enfermos sãa...

Que lle fezo sinas que sse chegasse
ant' o preste e que ss' agollasse;
e ao preste fez que o catasse
a Virgen piedosa e louçãa.

Santa Maria os enfermos sãa...

Que lle meteu o dedo na orella
e tirou-ll' end' un vermen a semella
destes de sirgo, mais come ovella
era velos' e coberto de lãa.

Santa Maria os enfermos sãa...

E tan toste oyr ouve cobrado
e foi-ss' a casa do monje privado,
e logo per sinas ll' ouve mostrado
que ja oya o galo e a rãa.

Santa Maria os enfermos sãa...

Enton corrend' o monge como cerva
se foi a cas don Ponçe de Minerva
e disse: «Conde, non sei con qual erva
oe Pedr' e a orella lle mãa.»

Santa Maria os enfermos sãa...

Entonçe diss' el conde muit' agynna:
«M' ide polo que fez a meezinna,
ca ben leu é maestre de Meçinna,
ou de Salerna, a çizillãa.»

Santa Maria os enfermos sãa...

E depus esto, vernes madurgada,
levava vinn' e pan aa pousada
Pedro do monge, u fez sa passada
perant' a porta que é mais jusãa

Santa Maria os enfermos sãa...

Da ygreja; e ya pela mão
con el un preste. E viu ben de chão
Pedro vir a ssi un ome cão
ena cabeça, e a barva cãa.

Santa Maria os enfermos sãa...

Que o tirou contra ssi mui correndo
a foy-o ena eigreja metendo,
u viu a preto do altar seendo
a Virgen, d' Elisabet coirmãa.

Santa Maria os enfermos sãa...

Que mandou ao preste revestido
que lle fezera cobra-lo oydo,
que lle fezesse que logo guarido
fosse da lingua, que non dissess’ «ãa».

Santa Maria os enfermos sãa...

Logo o que mandou ela foi feito,
ca o preste sabia de tal preito;
poren da lingua, ond’ era contreito,
lle fez falar paravoa çertãa.

Santa Maria os enfermos sãa...

E pois sãydad’ ouve reçebuda,
diss’ a gran voz: «Madre de Deus, ajuda
ao teu servo que á connoçuda
a ta graça», e cantou Traduc.

Santa Maria os enfermos sãa...

Quantos aqueste miragre souberon
a Santa Maria loores deron;
e tantos aa eigreja veeron
que non cabian y nena quintãa.

Santa Maria os enfermos sãa...

                               

Traducción:

De cómo Santa María hizo oír y hablar a quien era sordo y mudo en Toledo.

    Santa María sana a los enfermos; y a los sanos saca del camino de vanidad.

De esto quiero contar ahora un prodigio,
que no debo pasar por alto.
Santa María, que ora por nosotros, obró
esta maravilla grande en la ciudad de Toledo.

Santa María sana a los enfermos...

Estando en esta ciudad el Emperador de España,
y con él gran compañía de hombres honrados
y tamaño apresto militar que los caballeros y sus tropas
no cabían dentro del cerco amurallado, ni en la vega.

Santa María sana a los enfermos...

Un monje había venido con la demás gente;
el cual era conocido del conde D. Ponce,
y trajo consigo a un su hermano, que era sordomudo
y se llamaba Pedro de Solarana.

Santa María sana a los enfermos...

Este ni hablaba ni oía;
mas por señas, a las que atendía,
lo entendía todo bien. Lo que le mandaban,
esto hacía; no se empleaba en otra cosa.

Santa María sana a los enfermos...

Mas bien que ni hablaba, ni oía,
tenía mucha confianza en la Virgen;
y llorando y mugiendo le rogaba que le sanase.
Y acaeció que una mañana,

Santa María sana a los enfermos...

yendo a entrar en la Catedral,
vio resplandecer dentro de ella soberana claridad.
Y dijo para sus adentros: «¿por ventura me miraría Dios?
Esta claridad excede la potencia humana.»

Santa María sana a los enfermos...

Y luego vio a un hombre muy bien parecido,
vestido con hábito de monaguillo, que,
postrado sobre el altar, no tardó
en tañer la campana, a la elevación

Santa María sana a los enfermos...

del Corpus Domini. Y vio que estaba
otro hombre ante el altar, de la misma manera
que lo está el preste, cuando celebra la misa
consagrando la Hostia, según el rito romano.

Santa María sana a los enfermos...

Y a mano derecha de la capilla
vio una doncella hermosísima,
de aspecto y de color más bella
que la nieve y la grana.

Santa María sana a los enfermos...

La cual le hizo señas que se llegase
al preste y se postrase ante él de hinojos;
y al preste, por otra parte, la Virgen compasiva y lozana,
le indicó que lo palpase.

Santa María sana a los enfermos...

El sacerdote le metió al sordomudo el dedo en la oreja,
y le sacó un gusano, parecido a estos de seda,
mas no liso, sino velloso
y lanudo como oveja.

Santa María sana a los enfermos...

Y tan pronto como hubo cobrado el oído,
fuese a casa del monje reverendo;
y luego por señas le manifestó que ya oía
el cantar del gallo y el croar de la rana.

Santa María sana a los enfermos...

Como cierva, el monje echó entonces a correr;
y fuese a donde posaba D. Ponce de Minerva,
y le dijo: «Conde, no sé qué yerba
es esa que ha hecho que Pedro oiga,
y su oreja no esté ya dura.

Santa María sana a los enfermos...

Si es así, dijo el Conde,
«se me antoja que el doctor que le ha dado esa medicina,
por fuerza será un graduado en Mesina
o en Salerno del reino de las dos Sicilias.»

Santa María sana a los enfermos...

Y después de esto, viernes en la madrugada,
Pedro llevaba pan y vino a la posada del monje,
y pasó por delante de la puerta Llana,
que está en lo más bajo

Santa María sana a los enfermos...

de la iglesia; é iba con él
por la acera un sacerdote; mas de soslayo
vio Pedro venir hacia sí a un anciano
cano de cabeza y de barba,

Santa María sana a los enfermos...

que a toda prisa le cogió y metió
dentro de la iglesia,
donde vio a la Virgen, prima de Isabel,
que estaba cerca del altar.

Santa María sana a los enfermos...

Lo que ella mandó, se cumplió luego;
que de tal pleito bien se le
alcanzaba al preste. Se soltó la trabada lengua
y se le concertó el habla.

Santa María sana a los enfermos...

Y recobrado que hubo la salud,
prorrumpió en esta exclamación: «Madre de Dios,
ayuda a tu siervo, que ha conocido
tu gracia». Y cantó la antífona.» 

Santa María sana a los enfermos...

Cuantos supieron este milagro dieron loores
a Santa María, y tan gran muchedumbre acudió
al templo, que ni cabían dentro de él
ni en la quintana ó plaza delantera.

Santa María sana a los enfermos...

Y ya, por último, vamos a dar a conocer la número 78, la que el Rey ofrenda a la Orden Militar y Religiosa de Santa Maria de España, o de la Estrella, tal como reza en esta cantiga. Pero en vez de darla en primer lugar en la lengua en que fue escrita, para  que podamos admirar de qué forma eran escritas y dibujadas en los libros, traemos aquí la página que corresponde a esta cantiga:

Traducción:

Cómo Santa María se apareció a un caballero y le ordenó que entregase a un rey una imagen suya que llevaba. 

De muchas maneras, Santa María favorece a los que tiene por suyos...

Sobre esto os querría mostrar un milagro
y os rogaría que los escuchaseis con agrado,
y por él os haría ver a la que
está adornada de todo bien.

De muchas maneras, Santa María favorece a los que tiene por suyos...

Esto sucedió a un rey que servía
cuanto más podía a esta señora,
y sentía gran placer en alabarla;
y os diré qué le aconteció por ello.

De muchas maneras, Santa María favorece a los que tiene por suyos... 

Un caballero de los de la ESTRELLA
llevaba en su cuello una imagen de marfil
de la que nos guía, en la que creía mucho,
que tenía en brazos a su hijo.

De muchas maneras, Santa María favorece a los que tiene por suyos...

Y una noche, cuando yacía en su lecho,
ni completamente despierto, ni dormido,
vio a la Madre de Dios que le decía:
«No lleves en modo alguno

De muchas maneras, Santa María favorece a los que tiene por suyos...

esa imagen que llevas porque cometes
gran locura con llevarla ahí,
sino que dirígete hacia el rey y dásela,
porque me agradaría que se la entregases.»

De muchas maneras, Santa María favorece a los que tiene por suyos...

Cuando le hubo dicho esto,
repentinamente desapareció;
y el caballero contaba lo acontecido a otros caballeros
y cada uno de ellos respondía: «Se trata de un sueño sin importancia.»

De muchas maneras, Santa María favorece a los que tiene por suyos...

Y el caballero, cuando esto escuchó,
tomó la decisión de no entregársela al rey,
mas a la tercera vez de aparecérsele, vio que la Virgen
muy seriamente le habló de esta manera:

De muchas maneras, Santa María favorece a los que tiene por suyos...

¿Pero cómo osaste no entregar al rey
lo que te había ordenado que le dieses,
que era cosa de mi agrado? Entrégasela,
si no, te vendrán males por ello.

De muchas maneras, Santa María favorece a los que tiene por suyos...

El caballero, inmediatamente,
antes de la hora tercia daba a conocer esto a su maestre,
el cual respondió: hicisteis una tontería
en demorarlo y no os conviene

De muchas maneras, Santa María favorece a los que tiene por suyos...

llevar tal imagen, pero al rey sí le convendría
y por ello os aconsejaría
que se la dieseis porque sabría honrarla mucho más que vos.
Buscad a alguien que os acompañe.

De muchas maneras, Santa María favorece a los que tiene por suyos...

E inmediatamente partió el caballero
y halló al rey que oía misa
y le entregó la imagen,
alegrándose mucho por ello.

De muchas maneras, Santa María favorece a los que tiene por suyos...

Y con ambas manos la alzaba,
y gracias por esto le daba y bendecía
su santo nombre diciendo:
Bendita seas y amen.

De muchas maneras, Santa María favorece a los que tiene por suyos...

                                               

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Dos Vírgenes paralelas en la historia
Antonio Galera Gracia

Entre la Virgen del Rosell de Cartagena y la Virgen de la Arixaca en Murcia, hay una historia de patronazgo tan pareja que bien podríamos decir que si no son iguales, sí nos parecen demasiado paralelas.

 Tal vez la culpa de esta semejanza la tenga la lluvia.

El agua, beneficio de primera necesidad para cualquier ser viviente, ha sido uno de los elementos más buscado y glorificado por la humanidad, y tanto hoy en la Región de Murcia, como antaño en el Reino de Murcia, el agua fue siempre una necesidad urgente que la fértil huerta y el generoso campo tuvieron que soportar.

Pero dejando a un lado estos lamentos, y centrándonos en las vidas concordantes de la Virgen de la Arixaca y la del Rosell, tendremos que decir que su paralelismo está basado en que ambas nacen de las aguas, en que ambas fueron las patronas de sus respectivas ciudades y después dejaron de serlo, en que ambas tengan hospitales que lleven sus nombres, en que ante ambas se postró para rezar el rey Alfonso X, en que ambas son loadas en las cantigas de Santa María, en que ambas han estado en sus respectivas catedrales, en que cada una de ellas ha habitado una iglesia con nombre de Santa María de Gracia y en que ambas fueron desposeídas de su patronazgo sin que al día de hoy exista un documento que certifique este acto. Veamos:

La virgen de la Arrixaca

En todas las religiones el agua ha sido considerada como un componente divino. Así, por ejemplo, los fenicios creían que un dios al que llamaban Aleyin, que significa: el que cabalga sobre las nubes, era el dios de la lluvia, el dios que hacía crecer las plantas que los alimentaba y cuyo espíritu se podía encontrar y venerar en fuentes, manantiales, arroyos y ríos. En la mitología griega descubrimos que el mar Océano estaba considerado como un inmenso río —poderosa y limpia corriente del río Océano—, nos dice Homero en su obra: «La Iliada». Un inmenso río que bajado del cielo era el padre de las fuentes, de los arroyos y  de los manantiales... En la religión cristiana también en el agua se ha percibido el espíritu puro y eterno de la divinidad.

En la época en que los visigodos y los romanos ocupaban esta bendita región de Murcia, y quizá muchísimo antes, hubo algunos grupos que poblaban la parte que hoy conocemos como La Fuensanta. Por la zona habían muchas fuentes que manaban agua cristalina y servían para abastecer con holgura a todas las familias que habitaban por el monte. Sin embargo, entre todas estas fuentes, había una en concreto que chorreaba un agua gustosa, delicada, saludable y mucho más cristalina que las demás. El agua de la fuente se convirtió por aquella época, o se había convertido ya, en un agua medicinal, muy apta para curar numerosas enfermedades.

Una vez que los árabes alcanzaron el caudillaje de estos dominios y supieron de la existencia de la fuente y de las propiedades terapéuticas del agua que brotaba por su fecundo arcaduz, los más ricos y poderosos edificaron residencias alrededor de ella.

Cuando, al fin, el Reino de Murcia es tomado por el joven príncipe Alfonso X, más tarde llamado El Sabio, la fuente ya era famosa por las muchas curaciones que sus aguas habían logrado. Los habitantes de esta región la llamaban La Fuente Santa.

Fueron tan famosas las propiedades curativas del agua de nuestra fuente que, enterados en otras regiones, comenzaron a peregrinar a ésta. Caminantes de casi toda la península Ibérica venían a visitarla. Unos para tomar las aguas, otros para transportarla en cántaros para sus parientes enfermos..., y otros, para quedarse a vivir como ermitaños en lo que ellos ya consideraban como terreno sagrado. Y para que hubiese orden y respeto entre peregrinos, ermitaños y curiosos, el obispo hizo levantar al pie de la fuente una pequeña ermita que estaba al cargo de un religioso elegida por el cabildo de la diócesis, en cuyo interior se veneraba la imagen de una virgen coronada y vestida con, según nos dice el acta del cabildo catedralicio del 13 de octubre de 1522, «una camisa, un vestido y un tabardo de jamelgote». Era una virgen conocida con el nombre de «La Virgen de la Fuente Santa», que dicho de corrido, tal y como hablaban nuestros antepasados, se entendía como La Virgen de la Fuensanta.

En el año 1610 llegó a Murcia la compañía de teatro de Andrés Claramonte, cuyos actores principales eran Francisca de Gracia y su marido Juan Bautista Gómez. Un matrimonio que había atesorado muchas riquezas durante los numerosos años que habían estado actuando.

Parece ser que Francisca de Gracia y su marido estaban escuchando Misa en la catedral cuando Francisca sufrió un desmayo. La mujer le contó después al marido y a cuantos quisieron escucharla, que la Virgen había bajado hasta ella y le había acariciado la cabeza con mucho amor. Después dijo que la divina Señora le había recomendado que dejara los bienes terrenales y se acogiera a la riqueza que proporciona la santa penitencia.

Francisca de Gracia y su marido se fueron aquel mismo día a vivir junto a la ermita de la Virgen de la Fuente Santa. Donaron todas sus joyas, sus vestidos, sus dineros y sus objetos de valor a la pobre Virgen que allí se veneraba, y excavaron una cueva que les sirvió de morada durante el resto de los años que vivieron. La cueva se conserva en muy buen estado gracias a la Academia Alfonso X El Sabio, cuyos miembros velan y se desvelan por suministrar luz a nuestra historia y atesoran en sus archivos el desparpajo y las costumbres de nuestra huerta murciana.

Fueron tantos los bienes que este matrimonio donó a la Virgen, que el Canónigo don Gabriel Valcárcel, en unos documentos, dice: «...hasta que vinieron nuestros hermanos Juan Bautista y Francisca de Gracia, que lo entregaron todo, y lo demás se vendió, y la dicha mujer dio acomodo a todos sus vestidos a la imagen de Nuestra Señora, que eran muchos y buenos, y para los altares muchas cosas curiosas que traían, como se ve y verá en todo tiempo. También gastaron muchos ducados en la fabrica de la dicha ermita, como se ve en todo lo que es vestidos de la dicha imagen, y adorno de altares y servicio de culto divino. Tengo inventario en mi poder, porque todo lo dieron de su voluntad a todas pasadas dichas imagen y ermita: el demás menaje de casa que ellos trajeron e hicieron declaró el hermano Juan Bautista, era de su mujer, con los cuadros que había y porque ella había traído dos mil ducados de dote, y así hizo ella otro inventario de las demás cosas de la Ermita...» El mismo canónigo, explica en otro documento, «que antes de estar allí los comediantes no hubo cosa ni alhaja de provecho».

La  santidad y los múltiples milagros que la Virgen de la Fuensanta obró por esta comarca, calaron muy hondo en los corazones de los murcianos. Por aquellos tiempos, la patrona de Murcia era la Virgen de la Arrixaca, pero, por razones que ahora no vienen al caso, podemos decir que surgieron dos bandos que rivalizaban entre sí; un grupo era partidario de la Virgen de la Arrixaca; el otro, de la Virgen de la Fuensanta.

A principios del año 1640, la región de Murcia se vio empobrecida por una prolongado sequía. En la huerta y en al campo todo se malograba, la lluvia no aparecía. La región llegó a tal estado de necesidad que el cabildo de la diócesis decidió sacar en procesión rogativa a la Virgen de la Arrixaca, los padres agustinos, que eran los custodios de esta virgen, se negaron a dejarla salir del convento, exponiendo que la petición no había sido hecha por orden reglamentario. Entonces el cabildo dio orden de sacar a la Virgen de la Fuensanta, ya que al estar esta imagen bajo su cargo, no tenía que pedir permiso a nadie. Cuentan las crónicas que aquel día llovió y nevó copiosamente. Los partidarios de la Virgen de la Fuensanta, manifestaron con mucha alegría, que gracias a ella se habían salvado las cosechas.

En el año 1702, debido a una nueva sequía, llevaron a la Virgen de la Arrixaca a la Catedral en rogativa. Se celebraron los ritos correspondientes, pero no llovió. La devolvieron nuevamente a su convento, y decidieron traer a la Virgen de la Fuensanta. Comenzaron las rogativas y los ritos pertinentes y, ¡milagro!, volvió a llover y a nevar copiosamente. Este nuevo prodigio, alegró tanto a los partidarios de la Fuensanta, que se jactaron mucho y muy abundantemente de ello. Por esta circunstancia hubo un enfrentamiento tan grande entre los dos bandos, que incluso el Papa tuvo que tomar parte en el asunto, dictando, para que se terminará el conflicto, la Bula Autorem Fidei.

A partir de aquel día, la Virgen de la Fuensanta fue la imagen preferida por los murcianos. Y, para agradecer sus favores, se le compraron caros vestidos y se decidió hacer una colecta popular para levantarle un hermoso Santuario. Y es natural que los murcianos la eligieran a ella, ya que una Virgen que venía del agua, y que por revelarse del agua se llamaba Fuente, no podía defraudar a sus hijos cuando éstos necesitaban agua.

Poco a poco, y sin saber cómo, la Virgen de la Arrixaca fue perdiendo protagonismo, y la Virgen de la Fuensanta, ganándolo. Hoy, la Virgen de la Fuensanta es la patrona de todos los murcianos. y como nota curiosa diré, que el obispo Frutos, que fue el que la coronó, era primo hermano del padre de mi suegra doña María Frutos Meroño.

La Virgen del Rosell

Las memorias que vamos a dar a conocer ahora, podrían muy bien comenzar de la misma forma que las que dimos a conocer antes, es decir, diciendo que en todas las religiones el agua ha sido considerada como un componente divino.

Se cuenta y se da como cierto, que un pescador llamado Matías Ros, salió a pescar en su barca. Echó las redes al mar y espero. Cuando llegó el tiempo de sacarlas, se dice que Matías Ros comenzó a tirar de ellas y, por lo que pesaban, pensó el pescador que aquel día las redes vendrían rebosantes.

Cuando tenía las redes ya seguras en el fondo del bote, comenzó a desenredarlas y a sacar la pesca. El pescador quedó sorprendido porque entre las redes se encontraban tres peces y la imagen de una virgen que rebosaba belleza y humanidad. Era una Señora sentada sobre un trono. En su mano derecha llevaba una rosa y sobre su regazo un niño de porte divino.

Llevó el pescador su glorioso descubrimiento a la sede episcopal, cuyos prelados se hicieron cargo de la serena y apacible imagen y, en compensación y agradecimiento a la honradez demostrada, dicen que el obispo decidió bautizar a la Virgen con el nombre de Santa María del Rosell, en ofrenda del pescador que como ya hemos dicho se apellidaba ROS.

A veces las leyendas ocultan historias antiguas que al no tener base donde sustentarse, se convierten en testimonios que han ido pasando de boca en boca, y a los cuales cada narrador le ha ido quitando o poniendo los comentarios que él le interesaban o favorecían.  Es mucha casualidad que a través de Aurelio Ambrosio Macrobio Teodoro, sepamos que según la mitología romana, ROS era una dios cuyos padres eran el aire y el MAR. Dicen que este dios vivía en el fondo del mar, en un palacio lleno de luz y rodeado de ocho hijas que cuando se hicieron mayores se convirtieron en ocho estrellas; dicen también que era tan bondadoso que nunca engañaba a nadie. Tampoco olvidaba las normas de la equidad y de la justicia; y no tenía más pensamientos que aquellos relacionados con la rectitud y la honestidad. La coincidencia que encontramos en esta última leyenda, es que las ocho hijas se convirtiesen en estrellas, sabiendo como sabemos que el rey Alfonso X, dio como distintivo a la Orden de Santa María de España, una estrella de ocho puntas.

Al igual que la Virgen de la Arrixaca de Murcia, la Virgen del Rosell también fue sacada en procesión bajo súplica de que hiciese caer abundante lluvia sobre las secas plantaciones del campo de Cartagena. Pero en el siglo XVI aparece la Virgen de la Caridad que también parece tener más facilidad para hacer llover sobre las secas tierras y para ahuyentar las terribles epidemias de peste, y, como es natural, la devoción comienza a dividirse. Y más bien antes que tarde, la Virgen del Rosell pierde protagonismo y patronazgo en favor de la más joven.

La Virgen del Rosell lleva en su mano una rosa, que desde los tiempos más antiguos del cristianismo fue el símbolo de la espiritualidad y de la fe, de ahí que la Virgen haya sido en todo tiempo denominada como «Rosa mística», esta fue una realidad que supo percibir el rey Sabio cuando en su cantidad número 10, titulada: «Rosa das rosas», dice de esta Virgen lo siguiente:

Esta dona que tenno por Sennor
de que quero seer trobador,
se eu per ren poss' aver seu amor,
dou ao demo os outros amores.
Rosa das rosas e Fror das frores,
Dona das donas, Sennor das sennores.

                                  

Traduzco:

Esta dama que tengo por Señor
y de la que quiero ser trovador,
si no logro nada por su amor,
doy al diablo los demás amores.
Rosa de las rosas, Flor de las flores
Dama de las damas, Señor de señores.

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La Orden de Santa María de España
Antonio Galera Gracia

En el año del Señor de 1272, las incursiones de los piratas berberiscos por todo el Mediterráneo eran interminables. Los desprotegidos pueblos, villas y aldeas costeras se veían atacados frecuentemente por grupos de musulmanes que, además de despojarlos de cuanto tenían de valor, ya fuese en domicilios particulares o iglesias, arrasaban, quemaban, esclavizaban y mataban cuanto encontraban a su paso, ya fuese casa, animal o persona que no les valiera para ser vendido o muy grande para embarcarlo.

El mar Menor, en Murcia, y el puerto y costas de Cartagena, fueron objetivos prioritarios de estos violentos piratas.

Los pescadores del mar Menor se veían con mucha frecuencia despojados de la pesca que habían obtenido durante la noche. Del mujol de La Encañizada, que era en aquellos tiempos uno de los bocados más apetecibles, y cuya adquisición llegaba a ser bastante cara, de las redes, e incluso a veces, de los barcas, a las que prendían fuego en alta mar, dejando al pescador maltrecho o muerto flotando sobre las aguas.

La base de estos pescadores murcianos se encontraba en el puerto de Los Alcázares, que había sido obrado ex profeso para esta clase de comercio.

Lleno de vida, como todos los lugares donde Dios se deleitó creando, Cartagena era en le Edad Media una intensa tela de araña cuyo centro estaba localizado en el puerto. El trasiego diario allí era muy parecido al de un hormiguero: cargas, descargas, carros, galeras, viajeros...  Las viejas piedras de esta dársena, que ahora dan sostén a las nuevas, guardan el alto secreto de su acontecer histórico, de sus vigilancias, de sus ataques y de sus defensas... Cartagena, cuya antigüedad es la misma que el agua que abarrota y da vida a su bahía, es un puerto cargado de historia. Un puerto que tanto en el ayer como en el hoy, fue y sigue siendo uno de los más importantes de España.

Al puerto de Cartagena llegaban y salían todos los días naves cargadas de diversos productos. Desde el reino de Murcia, a través de este milenario puerto, se exportaba a otras ciudades españolas almendras, olivas, nísperos, cereales del campo, salazones y otros productos más o menos perecederos. Y algo muy importante, muy demandado y muy necesario en aquellos tiempos: la sal. Una sal bastante especial porque era sacada del mar Menor donde existe una gran concentración de sal y de yodo. Esta sal era producida en las salinas de San Pedro del Pinatar. También era exportada otra clase de sal. La que era sacada de las canteras que se hallaban en Sangonera y molida luego en los molinos que se encontraban en el río Segura, bajo el puente viejo.

La sal tenía en la Edad Media un alto valor económico porque era usada para limpiar, teñir y blanquear tejidos: para preparar cueros y pieles; para condimentar comidas y aderezar ensaladas, y para conservar y preservar alimentos, en especial toda clase de carne y pescado... Y cosa muy importante en aquellos tiempos, para curar heridas ponzoñosas y servir de medicina benéfica y milagrosa como remedio a todos los males. Este fragmento de un privilegio del rey Fernando el Santo, fechado el día 27 de noviembre del año del Señor de 1218, que hemos sacado del archivo de Calatrava, nos lo dice muy claramente:

«Ferrandus, Dei gratia, rex Castellæ, et Toleti, omnibus hanc cartam videntibus salutem, et gratiam. Sciatis quod mando fratribus de Calatrava quod secure saquent de Medinaceli duodecim kafitios Toletanos de sale quem ibi habuerint, et levent illos unoquoque Domino ad domum suam quam habent in el Collado pro sua enfermería...»

Traduzco:

«Fernando, por la gracia de Dios, rey de Castilla y de Toledo, saluda a cuentos esta carta vieren y se lo agradece. Por la misma concedo a los hermanos de Calatrava les sean dadas de las salinas de Medinaceli doce cafices[1] toledanos de sal cada año, para ser usada en la enfermería que ellos tienen en el Collado...»

El Collado que se mienta en este documento, es un término municipal que fue entonces y sigue siendo hoy conocido como Virgen del Collado. En el año 1189, según copia de documentos que obran en nuestro poder y que fueron hallados en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, cuya referencia es «Escritos de la orden de Calatrava»; sign. 1341c, fol. 111, vemos como por un acuerdo que hubo entre Raimundo, abad del Monasterio de Monsalud y don Nuño, maestre de la orden de Calatrava, esta orden se queda con los derechos de explotación de las villas de el Collado y Berninches a cambio de la entrega de once moros... Si este documento no fuese suficiente para dar como indiscutible la villa de la Virgen del Collado, veamos el artículo 25 de un Capítulo que fue celebrado en el año del Señor de 1575, y presidido por los magníficos señores don Francisco Moreno y don Pedro Martínez de Nuño, alcaldes ordinarios en aquel tiempo de la villa de Berninches:

«25. Que en esta Villa ni en sus términos no ay cortijos ni cosas señaladas, sino es el término de nuestra Señora del Collado, que fue de la horden de Calatrava, y encomienda que lo tiene esta Villa á censo perpetuo de la dicha horden de tiempo inmemorial, y está plantado de heredamientos de los vecinos de la dicha Villa, y de los frutos que se cogen en el dicho término, pagan de diez cosas dos de pan, vino, é aceyte y cáñamo, y lino, y de los demás frutos de diez uno, y de los dichos diezmos y renta de este término goza el dicho Señor marques. La hermita de nuestra Señora del collado está en el medio del dicho término del collado en la vega, hermita devota; tiene una huerta cercada con un cortijo, y casa do se avita un hermitaño; tiene entre la casa y la hermita una torre de más de cinquenta pies de alto con un arco para una campana, que tiene para tañer á las horas, y en los cimientos de la Torre nace una raiz de yedra que toma todo el compás de la Torre en derredor, y sube por las paredes arriba, asida con una trebed derraigada, que casi no se ve piedra de las de la torre; hasta medio de la Torre no tiene ramas, sí solamente la raigada de grueso de una vara de cañas, y de medio la Torre tiene ramas de grueso de un muslo de pierna de un hombre. Está toda la torre cubierta de yedra, que no sale rama de rama, ni hoja de hoja, que tiene una capilla encima mui redonda y hermosa, á manera de un arbol de nogal grande, tiene más de treinta pies en quadro de compás, á manera de media naranja. Dícese, y así lo tienen por cierto, que es de las cosas que hay que mirar en el Reino, Y es muy antiguo el edificio y yedra.»

Después de haber dado esta explicación que hemos creído necesaria para saber qué Collado de los muchos que hoy existen en España era el que se mienta en el documento dado a conocer, seguiremos diciendo que por esta circunstancia era también la sal muy ambicionada por los piratas berberiscos que atacaban con mucha frecuencia las costas del mar Menor y de Cartagena.

Ante tamaños latrocinios y atropellos, el Concejo del reino de Murcia elevó sus quejas al Rey, y éste decidió venir con sus tropas para ver y vivir el problema de cerca. Alfonso X era un amante de la mar, y por ende, del arte de la navegación. Durante sus muchos traslados había visto cómo sus capitanes y almirantes sabían con exacta precisión a qué puerto tenían que arribar guiándose únicamente por las estrellas.

Amante de la Virgen, como ya hemos visto en capítulos anteriores, creía que las estrellas eran señales que la madre del Señor dejaba a sus hijos para guiarlos por el mar y que no se perdieran. Creyendo, asimismo, que la única estrella que quedaba visible durante el día, era la Virgen en persona que se hacia presente para que sus queridos hijos pudieran disfrutar de su resplandeciente presencia.

Las tropas que acompañaron al Rey en aquella campaña tuvieron varios enfrentamientos con los piratas predichos. Pero ni el Rey ni su ejército podían estar allí eternamente. Y, sin embargo, aquel problema necesitaba una urgente solución.

Alfonso X tenía la costumbre de rezar todos los días a la Virgen del Rosell, que en aquellos tiempos se encontraba en una pequeña capilla que había sido obrada en el puerto de Cartagena con la intención de que los marineros, antes de embarcar, pudiesen orar por ellos y por los familiares que dejaban indefensos, y suplicar ayuda y buenos vientos para su viaje. Se hizo así porque una Virgen sacada del océano, tendría que ser la mejor auxiliadora para quienes, como ella,  se adentraran en el mar.

Fue allí, ante la imagen coronada de la Virgen del Rosell, en cuyo regazo mantenía protectora la también coronada figura de su tierno hijo, donde Alfonso X concibió la idea de crear una orden militar y religiosa donde militarían los marinos más curtidos y entendidos de su reino.

La Virgen del Rosell, como la estrella que iluminaba en la noche a los marineros para que no se perdieran en el mar y lucía durante el día para proteger a sus hijos de todo mal, había inspirado y alumbrado a don Alfonso. La rosa blanca que la imagen llevaba asida suavemente en su mano derecha, le era mostrada al Rey como inmaculada vela dispuesta a ser desplegada al más mínimo suspiro... Rosa de las rosas, Flor de las flores, Dama de las damas, Señor de señores... La Virgen del Rosell sería su patrona, y la Orden se intitularía «Orden Militar y Religiosa de La Estrella». La Estrella del día que mostraba el camino que guiaba hacia Dios...

El día  21 de noviembre del año del Señor de MCCLXXII, día de la presentación en el Templo de Nuestra Señora, la fiesta más importante que se celebra en torno a la Virgen porque en ella se conmemora el misterio más trascendental de la vida de quien fue elegida para ser madre del Hijo de Dios, la Orden Militar y Religiosa de la Estrella, como fue llamada en un principio, quedó constituida.

El uniforme y distintivos que se eligieron para dotar a los miembros de la Orden fueron dos, el de gala y el de guerra. El primero estaba compuesto por bonete de piel, sin adornos ni bordados, sujeto con barbuquejo para cubrir la cabeza; túnica de color negro que llegaba un poco más arriba de los tobillos. Esta prenda se llevaba siempre sin cinturón; capa roja, en cuyo hombro llevaban cosida una estrella de paño de ocho puntas con la imagen de la Virgen del Rosell bordada en el centro; espinilleras y zapatos negros de cordobán. Los maestres y comendadores, portaban una vara de mando, el maestre adornada con una cinta de color púrpura y el comendador de color blanco. Quienes hayan estudiado o visto las miniaturas alfonsíes, habrán podido observar que esta era la misma indumentaria que usaba el rey Alfonso X, el Sabio, cuando salía en la procesión o tenía que vestir de gala, es decir, hábito negro, en cuya pechera llevaba bordado en blanco el emblema de su reino, calzas rojas y zapatos negros, azulados o marrones, según fuera la ceremonia que tuviera que presidir, corona de ocho puntas y cetro. Conociendo la austeridad de este Rey, creemos que bajo el uniforme de gala de los miembros de la Orden de Santa María de España, no llevarían ninguna otra prenda, pues las reglas de Alfonso X llegaron a prohibir el uso de camiseta o camisón como prenda interior. Si sus bandos fueron bastante estrictos para el pueblo llano, para la Orden de Santa María de España, fueron aún más rigurosos, pues creó ordenanzas para ellos que prohibían expresamente el embellecimiento de prendas con perlas, oro o plata, y los enjaezados y campanillas en las monturas de los caballos.

El otro uniforme era el de guerra. Éste estaba compuesto por casco de hierro que llevaba una pieza fija para proteger la nariz, sin adornos ni salientes, que se llevaba sobre una capucha de malla. Cota de malla a modo de camisola, que llevaban sobre su hábito negro y le cubría pecho, espalda y brazos, con manoplas que protegían sus manos. Y sobre ésta, una coraza pectoral de hierro cubierta por una sobrevesta roja en cuya pechera llevaban bordada la estrella de ocho puntas que era el distintivo que identificaba a los miembros de la Orden. Las piernas estaban cubierta por musleras, espinilleras de hierro, y zapatos ferrados con espuelas sin dorar ni abrillantar. Espada con empuñadora de latón entrelazada de tiras de cuero para hacer su prendimiento más ligero. Escudo para protegerse de los golpes asestados, de hierro o de bronce, en cuyo centro se veía pintada la estrella de ocho puntas. El color del fondo de este escudo era morado, tal que lo era el color del vestido de la virgen del Rosell en aquellos tiempos, ahora ya más descolorido; el color de la estrella era amarillo, en modo y forma de la estrella que veían durante el día y que era su guía y protectora. Dentro de la estrella del escudo se decidió no colocar la imagen de la virgen del Rosell, como era obligatorio en todos sus distintivos porque no querían que fuese profanada por los golpes del enemigo.

Esta Orden también tuvo soldados de infantería y servidores domésticos. Su atuendo estaba compuesto por una única túnica de lana marrón de origen sarraceno. Zapatillas sujetas por medio de largos cordones que se ataban en lazos a las piernas. Era un atuendo común para servidores, escuderos y soldados de infantería. Sin embargo, los escuderos y soldados de a pie, sobrellevaban sobre la túnica descrita, cuando entraban en batalla, un jubón, calzones de cuero con cintas metálicas para tener más protección y una capucha, esta vez de piel de oveja, que llevaban bajo un simple casco de hierro. Sus armas eran, lanza, hachas, arcos y ballestas. Estos servidores son llamados en los estatutos como los hermanos legos, y aunque haya escritores, e incluso historiadores que nieguen que en la Orden de Santa María de España existieron esta clase de servidores o legos, nosotros no lo creemos. Hay que tener en cuenta que los admitidos en las órdenes de caballería de la Edad Media eran todos de noble estirpe. Y la nobleza es tan antigua que apenas podemos fijar con seguridad su principio. Quizás fueran surgiendo distinguidos por sus soberanos por su especial saber o por sus memorables hazañas. La primera legislación que tenemos para comprender en toda su plenitud la palabra “caballero” la encontramos en una de las siete partidas del Rey sabio: «...E por esto, sobre todas las cosas cataron que fuesen omes de buen linaje, porque se guardasen de facer cosas porque pudieran caer en vergüenza. E por eso fueron escogidos de buenos lugares, e con algo, que quiere decir en lenguaje de España, como bien, por eso los llamaron fijosdalgo, que muestra tanto como decir fijos de bien... E facen buena vida porque les viene de lueñe con heredad. E por ende, son mas encargados de facer el bien, e de guardarse de yerro...»

Podemos vislumbrar, por todo lo expuesto, que las órdenes de caballería vienen de tiempos inmemorables. Y que cuando comenzaron a redactar sus primeros reglamentos, tenían como objetivo principal defender la patria y los desvalidos. Pero tendremos que advertir también, que personas de tan rica cuna, estando acostumbrados a ser servidos, no sabían cocinar, leer, escribir, ni tan siquiera amasar argamasa para tapar un simple agujero en la pared... Tengan ustedes en cuenta que un caballero requería de varios sirvientes solamente para él, independientemente de los que ya ejercían en sus tierras y en su servicio doméstico... Y aquí es donde surge la pregunta: ¿hubieran podido existir las órdenes de caballería sin sus correspondientes servidores?

Como Gran Maestre de la Orden fue nombrado el infante don Sancho, que de entre los hijos varones del Rey era el segundo en orden de sucesión. Aunque hemos de decir que este infante, mientras que estuvo al frente de la Orden como Gran Maestre, sólo tuvo la distinción porque no intervino en ningún Consejo ni convivió con ella. Por este motivo se nombró como Maestre y responsable de la misma a don Pedro Núñez, que llevó desde el principio hasta el final el gravoso peso del gobierno de la Orden.

La orden admitía en su seno caballeros casados, solteros o viudos, siempre que reuniesen las condiciones exigidas de nobleza y de los demás requisitos que damos a conocer en el capítulo dedicado a «Ingreso y ceremonia de toma de hábito». Entre ellos, y tal como ya se hiciese antes en la Orden de Santiago y en la de Calatrava, fueron admitidos para convivir con ellos sacerdotes de la orden del Cister, cuya misión era la de dar catequesis a sus hermanos caballeros y a sus familias, confesar, dirigir las horas canónicas  y celebrar la santa Misa.

Tres años después de haber sido constituida la Orden, concretamente en el año del Señor de 1275, como consecuencia de la muerte de don Fernando de la Cerda, llamado así por haber nacido con un lunar en la cara muy grande y lleno de pelos gruesos, duros y largos, el infante don Sancho se vio en la necesidad de tener que renunciar al título de Gran Maestre para hacerse cargo del gobierno de la Corona, pues había ocurrido que el rey Alfonso X el Sabio había dejado a su hijo mayor al frente de su reino por los motivos que a continuación vamos a dar a conocer: Ocurrió que, habiendo muerto el último emperador provisional don Guillermo de Holanda, y creer don Alfonso X ser el sucesor para regir el Imperio Romano-Germánico, sabiendo además que el Papa Gregorio X estaba en contra de su nombramiento, se empeñó en organizar un viaje para hablar con el Papa y convencerlo de su derecho de sucesión, pero el Pontífice no quiso recibirlo, mandándole un mensaje en el que le exigía que retirase sus pretensiones de ser emperador bajo pena de sufrir las censuras papales que lo condenarían de por vida a estar separado de la Iglesia.

Durante el tiempo que duró este largo e inútil viaje, había dejado el Rey al frente del reino a su sucesor Fernando de la Cerda, pero éste murió en su ausencia a la edad de veinte años. Sucediéndole en el gobierno su hermano Sancho, como ya hemos detallado anteriormente, quien dando muchos beneficios se ganó la confianza de los nobles de la corte. Así, pues, cuando el rey Alfonso regresó, no tuvo más remedio que aceptar a su hijo Sancho como heredero del reino. Cosa que hizo con todo el dolor de su corazón, ya que él defendía que ese puesto le correspondía por orden genealógico al primogénito de su hijo Fernando.

Desde aquel día, nunca ya hubo Gran Maestre que perteneciera a la Orden. El grado más alto fue el de maestre, que siguió siendo tutelado por don Pedro Núñez, por ello aparece en la historia este ilustre marino como único maestre de la Orden Militar y Religiosa de Santa María de España. A este grado o escala en el mando, le siguió en categoría el de Comendador, y tras éste estaba el de Prior, que recaía siempre en el superior de los  frailes del Cister.

Hemos de decir, sin embargo, que don Pedro Núñez, había sido antes de ser maestre de la Orden de Santa María de España, maestre de la Orden de la Caballería de Santiago, y, tal como aparece en numerosos documentos de la época, siguió luego siendo maestre de la Orden de la Caballería de Santiago. Así es como podemos ver que en el año del Señor de 1281, ya disuelta la Orden de Santa María de España, el rey Alfonso X el Sabio hace entrega a don Pedro Núñez, maestre de la Orden de la Caballería de Santiago, la villa y castillos de Cieza a cambio de la villa y castillos de Abanilla... Y asimismo lo vemos firmar, entre otros muchos, como testigo en un Privilegio concedido por el santo rey don Fernando el III a Burgos, que es confirmado por don Sancho el IV, en Toledo, el día 24 de mayo del año del Señor de MCCLXXXV. En este privilegio firmaban también como testigos don Fernand Pérez, maestre de Alcántara; don Ruy Pérez, maestre de Calatrava; don Gómez García, comendador del Temple y don García Zofre, adelantado mayor del reino de Murcia.

Como ya hemos dicho anteriormente, la Orden Militar y religiosa de Santa María de España, fue en un principio fundada exclusivamente para defender las costar mediterráneas pertenecientes al reino de Murcia con el nombre primitivo de «Orden Militar y Religiosa de La Estrella». Pero como siempre ocurre en estos casos, los piratas berberiscos, al serle ya más difícil operar en estas costas por la fuerte vigilancia armada que encontraban, dejaron de realizar sus latrocinios en estas costas y se dirigieron hacia otras que no estaban vigiladas. Este cambio de actuación, trajo nuevos quebraderos de cabeza al Rey. Así que, seis meses después de haber sido fundada la Orden de La Estrella, el Rey no tuvo más remedio que ampliar su cometido y crear tres conventos más: Uno en San Sebastián, para la defensa del Cantábrico; otro en La Coruña, para la defensa del Atlántico, y el otro en el Puerto de Santa María, para la defensa del estrecho. Estos tres conventos estaban sujetos al maestrazgo de Cartagena, que había prolongado también su vigilancia a toda la costa castellana del Mediterráneo. Con la mencionada ampliación, se tomó la determinación de cambiar el nombre de la orden. De ser conocida como la «Orden de  La estrella», pasó a ser distinguida como la «Orden de Santa María de España», ya que en las costas vigiladas se  hallaban todos los mares de España. De ahí que encontremos, a través de la historia, diversos privilegios en lugares diferentes que le fueron concedidos a la ya llamada y conocida como «Orden Militar y Religiosa de Santa María de España». Veamos:

A CARTAGENA. Como sede principal les fue concedido el Castillo, donde en aquellos medievales tiempos se encontraba la ciudad, protegida por macizos muros. Ciudad que había sido arrebatada a los musulmanes por las tropas cristianas en el año 1245. Y como lugar de culto el Monasterio de Santa María la Mayor, donde fue depositada la escultura de Santa María del Rosell. La Orden podía disponer del tercio del cobro de todas las multas impuestas por los alcaldes; facultad de poder elegir maestre y abad mediante Capítulo; dispensa de impuestos a los pastores de la Orden, exceptuando la comida y la moneda forera; exención de portazgo, montazgo; potestad para comprar y recibir herencias y para poder hacer recaudaciones en todo el reino de Murcia...

A EL PUERTO DE SANTA MARÍA. La Orden podía disponer del tercio del cobro de todas las multas impuestas por los alcaldes. potestad para comprar y recibir herencias y para poder hacer recaudaciones en toda su jurisdicción... El diez de diciembre de 1279 el rey Alfonso X el Sabio concede a este Convento la villa y castillo de Medina Sidonia. En Palabras del mismo Rey: «A que Nos ponemos nombre Estrella, en que tengan el Convento mayor que esta Orden ha de tener en esta frontera del Reino de Sevilla...» . Castillo de Santa María, hoy conocido como de San Marcos, donde se instaló en el año del Señor de 1273 la Orden de Santa María de España, de donde tomó su nombre. En el mismo año concede el Rey también el castillo de Alcalá de los Gazules, haciendo constar en su privilegio que ha de llamarse «de la estrella». El castillo de Doña Blanca, en Cádiz. La villa fronteriza de Ribat, actualmente Rota...

A LA CORUÑA. La Orden podía disponer del tercio del cobro de todas las multas impuestas por los alcaldes. Potestad para comprar y recibir herencias y para poder hacer recaudaciones en toda su jurisdicción... Gobierno y explotación de la villa de Puebla de Santiago del Campo Arañuelo, sita entre las provincias de Toledo y Cáceres; Hospital del Emperador, en Burgos, cuyo privilegio, concedido por Alfonso X, el Sabio, se encuentra en el Archivo de Simancas, libro 370, art. 10...

A CANTABRIA. La Orden podía disponer del tercio del cobro de todas las multas impuestas por los alcaldes. Potestad para comprar y recibir herencias y para poder hacer recaudaciones en toda su jurisdicción... Iglesia de santa María del Puerto, en Santoña; Iglesia de Santa Marina, en Udalla; Iglesia de San Julián, en Butasur; el Castillo de la Estrella, en Montiel (Ciudad Real), también estuvo habitado por estos caballeros durante algún tiempo.

Se afirma también por algunos que la Orden de Santa María de España no llegó a tener barcos propios, nosotros sin embargo no creemos que fuese así. Aunque existe una tradición histórica que sostiene que el rey Alfonso X prefería no tener barcos por considerar más apropiado secuestrar los navíos enemigos o usar los de los pescadores, cosa esta última que sí hizo su hijo Fernando de la Cerda en Algeciras, sabemos que órdenes como el Temple, Santiago, Calatrava y otras más, que no habían nacido precisamente para proteger el mar tenían sus barcos propios. Cuanto más no los tendría una Orden que había sido creada precisamente para proteger el mar contra incursiones musulmanas y cuyos caballeros eran expertos en el arte de la navegación.

Nosotros no creemos en esa afirmación que algunos vienen haciendo de que el Alfonso el Sabio no quería tener barcos propios, por el contrario hemos podido ver cómo a través de las cantigas, de las partidas y de otros documentos y cartas de poblamiento el monarca muestra mucho interés por tener una flota de guerra adecuada y bien servida. Lo que ocurre, y es comprensible, es que tener una armada bien guarnecida y servida, era sumamente caro. Tal vez un lujo que el monarca castellano no podía permitirse. Tomemos, tal como dice el profesor, José Manuel Rodríguez García, de la Universidad de Salamanca, como referencia una galera. Ésta se trataría de un birreme, impulsado por remos. Con una tripulación de unos 100 ó 108 remeros a los que habría que sumar 3 ó 4 oficiales, 50 infantes con sus armas. Es decir, una tripulación media de unos 150 ó 200 hombres. Y si para tener una flota completa se necesitan un mínimo de 50 galeras, echen ustedes las cuentas y se darán cuenta que muy pocos reinos de aquellos tiempos podían permitirse unos lujos como éstos. Otro gasto adicional a éste, es el hecho de que para tener una flota hay que tener bases, puertos y astilleros para acogerla. Hemos visto que el Rey sólo disponía de Cartagena, Cádiz, Puerto de Santa María y La Coruña. La creación y mantenimiento de una flota —sigue diciendo el profesor Rodríguez García—, era un negocio caro. Los contratos que firmó Alfonso X con los comitres sevillanos, la orden de Santiago y su Almirante aseguraban la dotación y construcción de estos navíos al tiempo que procuraban terrenos boscosos para obtener la madera. Pero hacía falta dinero. Alfonso X tuvo que recurrir a peticiones extraordinarias ante las cortes y todo el dinero que pudo recaudar de la Iglesia bajo el manto de la Cruzada, era poco para construir barcos y alimentar y pagar sus dotaciones. Recordemos que el desastre de una armada, en la Edad Media, no venía determinada por la pérdida de barcos sino, sobre todo, por la pérdida de personal cualificado como almirantes, comitres, capitanes, timoneles, remeros... Era mucho más difícil, largo y costoso reponer a cualquiera de este personal que construir una nueva nave. De ahí que creamos que aquellos que aseveran que Alfonso X no quiso tener barcos propios, estén equivocados, ya que, como hemos podido ver, era más costoso tener personal adecuado y experimentado que construir un barco. Y sin naves era imposible tener personal adecuado y experimentado porque para ello se necesitaba hacer muchas prácticas de guerra antes de entrar en batalla.


[1] Se refiere a «Cafiz», palabra que viene del árabe «qafiz», es una medida de capacidad para áridos y granos de distinta cabida según regiones. El de Toledo, que es el que nos ocupa, tenía como cabida 12 fanegas y equivalía a 666.012 litros aproximadamente.

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Circular de la Junta de Murcia solicitando la formación de la Junta Central

Provincias y ciudades de España, nuestros pensamientos son uniformes; nuestra voluntad se ha explicado de un modo maravilloso y nada equívoco; nos apresuramos a la defensa de la patria y a la conservación de los augustos derechos de nuestro amable y deseado Fernando VII. Temamos una desorganización, si tiene lugar la desunión: no se oiga otra voz en toda la Península, que no sea unión, confraternidad y mutua defensa. Hagámonos grandes y dominemos las pequeñeces, que ocupan los ánimos débiles sobre superioridades. Formemos un gobierno sólido y central adonde todas las provincias y reinos recurran por medio de representantes, y de donde salgan las órdenes y pragmáticas bajo el nombre de Fernando VII.

Las Cortes Generales celebradas en el año pasado de 1789 juraron por Príncipe de Asturias y heredero de la Corona a este digno Monarca actual. Los diputados de Cortes y el Rey Carlos IV juraron mutuamente guardar los privilegios, fueros, leyes, usos y costumbres sobre los cuatro Evangelios. Grandes y Señores hicieron el pleito homenaje a uso y fuero de España. Por este mutuo juramento, ni los vasallos pueden separarse de la obediencia prometida, ni el Rey contravenir a su promesa jurada de guardar las leyes, usos y costumbres de la nación.

La principal, y acaso la más esencial, es a la sucesión del reino, que se establece en nuestro gran código titulado De las Partidas, cuyas leyes acreditan la antiquísima costumbre de suceder en España. Esta nación no ha querido variar este método; y así cuando el Señor Felipe V intentó variar el orden de suceder, queriendo introducir la ley sálica de Francia, por la que se excluyen las hembras, cuya solicitud renació en las citadas Cortes de 1789, se declaró por uniformidad de votos: «Que Su Majestad no podía variar el establecimiento español, cuya observancia había jurado guardar; y, por consecuencia, la Señora Carlota Princesa del Brasil debía ser admitida a la Corona a falta de sus hermanos varones».

Bajo este hecho, por el que se ligaron los vasallos a la fidelidad, y los Soberanos al cumplimiento de su juramento, se hace presente a la nación, que las renuncias y abdicaciones de la Corona de los Señores Don Carlos IV y Fernando VII a favor del Emperador de los franceses, han sido positiva y notoriamente nulas, como hechas en un extraño de la familia señalada en las Cortes con arreglo a las leyes, fueros, usos y costumbres de España, y contrarias al juramento solemne y recíproco verificado entre el Rey y sus vasallos en la solemnidad de las Cortes. Sobre esta nulidad, que nos exime de toda obligación de reconocer por Soberano al Emperador de los franceses, concurre la falta de libertad con que se han hecho, y estar el nombrado con un poderoso ejército en el lugar donde se hizo la renuncia y adonde se condujo por engaño y traición al Príncipe jurado, reconocido y aclamado Rey por todos los pueblos.

El Rey Francisco I de Francia se negó a cumplir el tratado que hizo con el Emperador Carlos V (por el que obtuvo su libertad en Madrid) bajo el pretexto de haberlo ejecutado estando prisionero. Cotejen las naciones suceso con suceso: Francisco I fue aprisionado en la famosa batalla de Pavía en una guerra abierta y justa; Fernando VII aprisionado en Bayona bajo la idea de abrazar a un íntimo aliado que lo llamaba para consolidar y estrechar más la paz y la unión, y aumentar la gloria de ambas naciones.

La cesión y renuncia de una plaza, y aun de una provincia, puede tolerarse si por ello fenece una guerra sangrienta y cruel; pero la renuncia inaudita y espantosa de una gran monarquía en el seno de la paz, sin más noticia de la nación y consentimiento de los reinos que arrancarla de la boca de un Monarca aprisionado, o quizás estampada en la imprenta sin haberla hecho, es tan violenta y tan extraordinaria que no se hallará ejemplo adaptable entre los ladrones de reinos, aunque se recorra la historia del mundo.

Los papeles de Francia han censurado la conducta de la Inglaterra cuando se apoderaron de nuestras fragatas y de la marina real de Dinamarca: ¿qué podrán, pues, decir sobre el atentado de disponer de la Monarquía entera de España bajo la confianza de amistad y de alianza? Carlomagno poderoso, con ejércitos aguerridos, dominador de vastas provincias, intentó hacer valer ciertos derechos sobre esta nación; pero el Casto Alfonso le hizo conocer en Roncesvalles, que los Soberanos, aunque de Reinos pequeños como era el de León, pueden destruir a los que sólo confían en sí como Nabuco. El que tiene la Justicia tiene a Dios por protector, y si Dios está con nosotros en vano velan los que nos acechan y persiguen.

Ciudades de voto en Cortes, reunámonos, formemos un cuerpo, elijamos un consejo, que a nombre de Fernando VII organice todas las disposiciones civiles, y evitemos el mal que nos amenaza, que es la división. La voz terrible en realidad de que en cada capital la Junta de Gobierno se suponga suprema sin subordinación a otra, atraería la anarquía, la desolación y la pérdida de todo; y nosotros que reunidos seremos invencibles, por la división daremos al enemigo común el placer de vernos desolados. Llore España si esto sucediese. Fernando VII manda: Las Cortes le reconocieron por Príncipe heredero; los pueblos lo han proclamado Monarca. Sevilla, Granada, Valencia, Zaragoza, ciudades insignes, dignaos tomar la voz, uníos y abrazad este pensamiento, circulad el señalamiento de lugar y día para la reunión de los representantes de los pueblos; ocupad por ahora las facultades de las nobles ciudades Burgos y Toledo, que no pueden levantar la voz por estar supeditadas.

Capitanes generales, generales famosos, proteged este remedio que va a salvar la nación: dignos héroes, de vosotros se debe formar un consejo militar de donde emanen las órdenes que obedezcan los que rigen los ejércitos, y con el conocimiento de todas las fuerzas de la nación, y de los movimientos del enemigo, mandaréis ejecutar y concurrir adonde la necesidad mande, y por donde se salve la patria.

Esta ciudad se lisonjea, que este último remedio es el único y el solo que puede salvarnos. Gobierno central, Gobierno supremo son indispensables. Fernando VII lo manda: Fernando VII no puede ser restituido a su trono sin esta unión y soberanía: unidas todas las provincias por sus representantes no hay celos de superioridad y se le cortan al enemigo las armas terribles de la desunión y de la intriga; las potencias extranjeras sabrán con quién han de entenderse para la paz y para la guerra; y reconociendo un Gobierno universal de España, la Monarquía se conservará ilesa para su legítimo y amado Soberano.

Esta ciudad espera contestación de usted para su satisfacción e inteligencia.

Murcia, 22 de junio de 1808.

FIRMAS DE: Clemente de Campos.- Josef Obispo de Cartagena.- Conde de Floridablanca.- Joaquín de Elgueta.- Julián Josef de Retamoza.- M. Marqués de Espinardo y Aguilar.- El Arcediano de Villena.- Vicente Hezeta.- Conde de Campo Hermoso.- Antonio Abat.- Marqués de Villar.- Antonio Fernández de Santo Domingo.- Vizconde de Huerta.- Luis Santiago Bado.- Francisco López de Aguilar.- Josef Henarejos.- Por acuerdo de la Junta.- Antonio Josef de Calahorra. 

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Carta en razón de la justicia y tratamiento que se haga con los ladrones que hurten
Don Fernando III, el Santo. Rey de Castilla y León.
Archivo Histórico Provincial de Murcia.

Carta en razón de la justicia y tratamiento que se haga a los ladrones que hurtaren:

Don Fernando por la gracia de Dios Rey de Castilla de Toledo de León de Galicia de Sevilla de Cordoba de Murcia de Jaen del Algarbe y Señor de Molina al Consejo y Adelantado de Murcia y a los alcaldes deste mismo lugar que ahora son y seran de aquí en adelante Salut y que sepades que nuestro Martin_nez de Cosico un mandadero dijome que vos  el Concejo y Alcaldes del fuero de Sevilla que no mandan a los que hurtan sino a la pena de azotar tanbien por la primera vez como por las otras y por esta pena que eran escarmentados y que recibida por esta razon muy grandes daños es por lo que me pidiades merced  que mandase poner mayor escarmiento y yo tengolo por bien por ello a vos mando que de aquí en adelante cada vez que alguno delinquiere que le fuere dado según el derecho que por la primera vez que se le de pena de azotes y que por la segunda se le corten las orejas y por la tercera que le matades que yo tengo por bien que los malhechores sean escarmentados y para que conste mando esta carta dada en la cerca de Algeciras a veintiun dias de agosto era de mil doscientos cuarenta y siete años. Yo Garces de la Camara la hago como la manda el rey.

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La campana llamada de los moros en la torre de la catedral de Murcia
Revista CARTAGENA ILUSTRADA, núm. 17. Mayo de 1872. Artículo escrito por Javier Fuentes y Ponte

Encierran muchos de los monumentos religiosos de nuestra patria, ejemplares de arqueología que no se muestran a los viajeros cuando visitan aquellos, y debiera hacerse dándoles las convenientes noticias para que completasen el estudio de cuanto vieren, y no formasen una idea pobre de la que por cierto no la merece y antes por el contrario es digna de toda atención; tal es el ejemplo casi desconocido que existe en la torre de la Catedral de Murcia, y aludimos a la antigua campana distinguida a causa de sus inscripciones y signos, con el erróneo título de Campana de los Moros.

El origen de las campanas para llamar a los cristianos a las ceremonias y rezos, data del año 300 en que el obispo de Nola, ciudad de Campania en Nápoles, llamado Paulin, prescribió, en razón a la localidad en donde primero fueron usadas, que se llamaran por entonces Nolas como también Campanias y más tarde campanas; al principio fueron pequeñas y manejables, agitándolas un religioso o eclesiástico a cuyo efecto se ponía este en una plataforma elevaba junto a las puertas de los santuarios y abadías; quedando ejemplos de dichas campanas de mano en las llamadas Tintinabaluan: no se generalizó su uso en España hasta dos siglos más tarde, según orden del papa Severino, de cuyo tiempo es la hallada en el pueblo de Trasierra, provincia de Córdoba, la cual tiene treinta centímetros de diámetro, es semiesférica con un asa rectangular y en el tercio del casquete se  lee una inscripción latina por la cual conmemora su dedicación el Abad Sansón en la Era DCCCC; el XIII.

El Saufang de Santa Catalina en Colonia, es un esquilón como los que encontramos en la alta montaña de Cataluña y también en Asturias: no es más que una campana formada de planchas metálicas unidas con redoblones, y su badajo es de madera. En los viajes que hacían las comunidades para traslación, fundación o conducción de reliquias, imágenes y otros cortejos, se usaron llevar los esquilones colgando del atalaje de las caballerías que marchaban delante y de las que conducían al objeto más sagrado, para llamar con ello la atención de los castellanos y campesinos, quienes salían a reverenciar cuando conducían las comunidades; quedando luego esta costumbre para las recuas que conducen cualquier mercadería y también para con un sonido hacer que sigan la querencia los ganados.

El perfeccionamiento de las campanas fundidas con bronce, plata y oro, tuvo lugar en los siglos VIII y IX; fechada en 1159 hay una campana en la torre de Visdomini (Siena) que tiene un metro de diámetro y la forma de un barril con una extremidad aguda donde están dos asas para pasar la barra de sostenimiento. A la reunión de muchas campanas de distinto tono que con un martillo hacían sonar los campaneros, llamaron carillón y órganos de campanas con las que producían armonías alegres, si tenía el toque cierta vivacidad y animación; o aristes, si las tocaban de un modo grave y acompasado; luego fueron combinándose con medios mecánicos y también formando parte de los relojes de torre quedando muchos de ellos en las principales ciudades de los Países Bajos.

Cuando el 13 de febrero de 1265 tuvo lugar la conquista de Murcia y siguiendo la costumbre de obligar a los moros a traer a hombros las campanas para las nuevas iglesias, es probable que las primeras campanas se importasen del reino de Aragón por san Pedro Nolasco que consagró la iglesia cristiana y dijo la primera misa aquel día en la mezquita mayor, hoy plaza de las Cadenas; y debieron colocarlas provisionalmente en sus minaretes, o también en espadaña, hasta que en 1302 principió a su costa una nueva torre Jacobo de las Leyes, bajo el cual labró su enterramiento en capilla que dedicó a san Judas Tadeo a cuyo fin derribó el antiguo minarete árabe de la mezquita: en dicha torre debieron estar hasta 1521 en que fue derribada así como la capilla de san Judas, empezándose en 17 de octubre del mismo año a costa del Ilmo. Señor obispo don Mateo de Langa la torre actual que se terminó el 26 de junio de 1794.

Entre las veinte campanas que hoy existen una de ellas es la conocida por campana de los moros a causa de las inscripciones y signos, no inteligibles por la generalidad, que tiene en dos fajas según el dibujo que presentamos: tiene el vaso setenta y seis centímetros de diámetro por setenta y uno de altura; su casquete es casi semiesférico como todas las campanas de la Edad Media, y en tales fajas se lee así el bilingüe:

+ Ec(c)e signum: Fugita, portes, adversa (e) Vincit lco de Tribu Iuda radix David XPS Ale(uy)a. Era d(e) mil e CCCC e XXI a(ños).

Traducción:

+ He aquí el signo (de la cruz): Huid enemigos (del alma, mundo, demonio y carne). Vence el León de la tribu de Judá raíz de David (Nuestro Redentor) Cristo. Alegría, (Esta campana fue fabricada por la agremiación de obreros). Era 1421. Año(1383 del nacimiento de Nuestro Salvador).

 

La representación del Castillo y del León indica claramente sin lugar a dudas que debió ser un regalo del Rey don Juan I y es digno de considerarse la igual representación particularmente en el Castillo de tres torres que se ven en las monedas de su reinado, así como lo bien dibujada que está la inscripción monacal, que indica, a no dudar, es obra para conmemorar algún acontecimiento importante, pudiendo muy bien ser un donativo de aquel monarca con motivo de sus bodas con doña Beatriz de Portugal que se celebraron en Badajoz en mayo de aquel mismo año; y fue costumbre en tales casos hacer los reyes, ofrendas de campanas, cruces, cálices, relicarios, lámparas, etc., a las catedrales y monasterios. El timbre de esta campana es muy limpio y sonoro, pudiendo, acaso, estar aleada su fundición con alguna cantidad de plata. En los primeros tiempos debió ocupar en la torre algún sitio avanzado y tocar a conjuro como parece indicarlo el exorcismo de su leyenda en la parte expresada en latín, que no es más que la Antífona de Láudes del oficio divino de la Invención de la Santa Cruz 3 de mayo, desde cuyo día hasta la Exaltación 14 de septiembre, queda la costumbre de tocar con algunas campanas (no con ésta) todos los días a las 6 y 11 de la mañana, y 5 de la tarde un toque a conjuro, el que también se repite a cualquier otra hora del día o de la noche cuando amenaza temporal, conjurando así por un error físico y altamente peligroso a las nubes, que se exorcizan procesionalmente desde las cuatro torrecillas finales del primer cuerpo mayor de la torre, en el cual existe y conserva en una capilla para ello, cierta reliquia con la que en tal ceremonia echa la bendición el sacerdote desde las torres que se han llamado conjutorias.

Solo esta campana queda hoy de las antiguas, pues se fundieron en 1738 para la campana Mayor y otra vez en 1816 para completar las demás, y por si acaso, sin hacer grande aprecio, desapareciese por fundirla, incautarla, u otras causas, hemos hecho este ligero trabajo para llamar con los datos que presentamos, la atención de nuestros lectores, y de los viajeros, interin aquello no suceda,  cuando junto a ella contemplen desde la torre de la catedral de Murcia el bellísimo panorama de su fértil huerta.

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Fundación
Antonio Noguera Lorenzo. Jefe de la sección de estadística del Excmo. Ayuntamiento de Murcia y periodista - Guía de Murcia - 1952 

Don Bernardo Espinal y García, oficial del Correo General de la Corte, en su "Atlante Español", editado en el año 1778, publicaba los siguientes datos (folios 22 al 27 y 8 al 11).

"Fundaron esta ciudad unos españoles que habitaban en Italia, trayendo consigo unas gentes llamadas "Morgetes" sus "confederados" (Estrada. Pob. de España, fol 274), que se preciaban de ser descendientes suyos en el año 2683 de la Creación, y 1279 antes de la venida de Nuestro Señor Jesucristo, y le dieron el nombre de Murgia, hoy Murcia. Otros atribuyen su fundación a Homero; lo que no tiene duda es que fue poblada en 308 años antes del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo (Cascales, fol. 340, col. 2) y que estuvo en poder de los romanos 616 años; en el de los godos 310 y en el de los moros, 527."

En el año 1241 (Diaz Cassou, en su apéndice II, da como fecha de la conquista de Murcia el 31 de mayo de 1243; Gaspar Romero en "Murcia Musulmana", pagina 296, da la del 2 de abril de 1243; y Cascales y otros sitúan dicha fecha en el 1241, sin concretar día ni mes, pero por estudios recientes efectuados por don Nicolás Ortega Pagan, Archivero Bibliotecario del Ayuntamiento, decano de los periodistas murcianos y actual cronista de la ciudad se fija la fecha de la conquista de Murcia en el día primero de mayo del año 1243, ya que de los textos consultados se desprende que la fecha cierta es ésta por conmemorarse en ella, repetidas veces, y en aquellos tiempos el aniversario de nuestra conquista). El santo rey don Fernando III de Castilla envió a conquistar esta ciudad y reino (Estrada, Fol. 275. Cascales, Fol. 357, col. I) a su hijo el infante don Alonso, pero su rey moro Abenhudiel Alboaques se adelantó y se la entregó. Y habiéndose perdido otra vez, la recuperó el ínclito rey don Jaime I de Aragón, el Conquistador (llamado así por haber ganado a los moros treinta batallas campales), en el día 13 de febrero del año 1265, saliendo de ella treinta mil bárbaros; y habiendo consagrado la mezquita mayor los obispos de Barcelona y Cartagena, celebró la primera misa san Pedro Nolasco (Estrada, fol. 274) fundador de la religión de la Merced en la primera iglesia de Santa Eulalia de Barcelona, y en el año siguiente vino a poder del rey don Alonso el Sabio, décimo de Castilla y yerno del de Aragón, como queda referido, y la pobló de nuevo en el año 1272, con trescientos treinta y tres caballeros, como catalanes y aragoneses, que le había dejado el rey don Jaime, que (según Muntaner), eran de las familias más ilustres de Cataluña y de Aragón; de algunos de los que les trae sus nombres Cascales, fol. 27; y les concedió grandes privilegios y una feria el día de san Miguel, por espacio de quince días, y mercado franco los jueves de cada semana, que confirmó la católica reina doña Isabel en Valladolid el 4 de junio de 1476, que con su esposo el rey don Fernando Quinto dieron a esta ciudad el título de Muy Leal; y el emperador Carlos Quinto el de Muy Noble.

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Escudo
Federico Atienza y Palacios - Guía del Forastero en Murcia - 1872.

La siete veces corona ciudad de Murcia tiene por escudo cinco coronas de oro en campo rojo, con que la honró el rey don Alonso el Sabio; y para darle mayor muestra de su amor, no se contentó en tener su corte y habitación en Murcia en algún tiempo de su vida, sino que en muestra también quiso honrarla y dejó mandado se depositase su corazón y sus entrañas como lo están en la catedral; y por segundo decreto la distinguió el rey don Pedro, añadiéndole la sexta corona con que uniese a sus armas cuatro castillos de oro en campo rojo y cuatro leones rojos en campo de plata, y finalmente, para colmo de sus esclarecidos timbres, el rey don Felipe V el Animoso, en justa recompensa de su fidelidad, lealtad, valía y hazañas, no contentándose con derramar mercedes en la nobleza murciana, dándoles marquesados, condados, y otro sin número de concesiones, concedió un  nuevo escudo en el corazón de sus armas con un león y una flor de lis que añadió para que sea sin limite la gloria que esto simboliza; la séptima de las coronas de oro, manifestando aún más el amor que le profesa con el lema: "PRISCA NOVISSIME EXALTAT ET AMOR".

NOTA DE ANTONIO GALERA. El historiador Blanco, en su "Murcia en la mano", publicado en el año 1910, asegura que la fecha de la concesión de la séptima corona, fue el día 16 de septiembre del año 1709. En el Museo Provincial de Murcia se conserva una tabla, que fue encontrada cuando fue derribado el Ayuntamiento en el año 1844, en la cual se dice: "Alfonso X quem regna negarunt Hispalis hospitium Murcia aceptra pasat. Haspalisilla tenet corpus, sed viscera regis hoec sibi perpetuam pignus amorists habet intemerata fides mernit proe cordia Regis". Cuya traducción es la siguiente: "Cuando al rey Alfonso X, le dejaron de obedecer sus reinos, Sevilla amparó su persona, pero Murcia lo mantuvo en la corona, por lo que después de difunto, Sevilla guardó su cuerpo y Murcia sus entrañas. Y la gran lealtad de esta ciudad mereció el corazón de su Rey."

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Puertas de la antigua muralla
Antonio Noguera Lorenzo. Jefe de la sección de estadística del Excmo. Ayuntamiento de Murcia y periodista - Guía de Murcia - 1952.

Amador de los Ríos recoge numerosos datos de Lozano, Ponte, Fuentes, Conde, Ponzoa y otros, así como facilita otros, fruto de su profundo estudio sobre la ciudad de Murcia y su Región, de entre ellos entresacamos los referentes a las puertas de la muralla que rodeaba la ciudad musulmana, el historiador nos dice:

"Los escritores locales señalan y puntualizan las puertas de la ciudad muslime, haciéndolas subir unos al número de seis y otros al de siete: próximo al puente que hoy existe estuvo la puerta de África, desde la que corría la muralla con dirección al oriente hasta la puerta de Alquibla o de Bibalmuden, que estuvo junto al actual teatro (este teatro no existe hoy). Desde la puerta de Alquibla seguía la muralla con la misma dirección a Santa Eulalia; y continuaba volviendo más adelante con dirección al norte y a poniente hasta cerca de la Merced. En las puertas del Mercado hubo una casa fuerte..., y otra puerta pequeña titulada de Ben Amadi. Desde este punto seguía la muralla a la calle del Porcél, donde estuvo la puerta de Aljufía, y siguiendo también por Santa Teresa, volvía al mediodía hasta la puerta de Xecura, que estuvo en el mismo sitio que ahora ocupa el arco Del Pilar, dice el señor Fuentes, constaba últimamente de un sólo un arco, bajo en el cual y en uno de sus estribos estaba una reja de la ermita; fue destruida la puerta para mejoramiento de la calle en el año 1863, y se mudó la puerta de dicha ermita al sitio que antes ocupaba la reja, continuado y torciendo al oriente para unirse con la puerta de África.

Investigaciones posteriores, realizadas por uno de los más laboriosos e inteligentes cultivadores de los estudios arqueológicos en Murcia, Don Juan Albacete, de la Comisión Provincial de Monumentos de Murcia, fallecido en el último cuarto del siglo 19, elevan al número de siete las puertas puertas de la ciudad, situándolas en forma no desemejante a la indicada, de suerte que la puerta de Alquibla o Bib-al-quiblah, puerta del mediodía, debió hallarse en el encuentro de la calle del Val de San Juan y la que partiendo de la calle de los Apóstoles, va a la de Ceballos. Seguía por esta muralla, que tanta admiración produjo en Muntaner en el siglo XIII; y torciendo luego hasta poniente, a espaldas del Hospital, del Instituto de segunda enseñanza, del Seminario y del Palacio Episcopal, pasaba por las Casa Consistorial, desde cuyo punto se adelantaba un poco en dirección al río, para abrirse, entre las modernas casas de Zabalburu y la calle de la Palmera, la Bib-Ifriquia o Puerta de África, y continuaba en la misma línea el muro hasta torcer por el camino del Septentrión y volver a abrirse con la la Bib-Xecura o Puerta del Segura, más tarde llamada Vidrieros, donde estuvo el arco del Pilar y existe la iglesia del mismo título. De allí proseguía por el Val de San Antolín la muralla doblándose al oriente en la desembocadura de la calle de San Nicolás, punto en el cual tornaba a abrirse con la Bib-as-Soque o puerta del Zoco o Mercado, en el edificio de Santa Florentina (en aquellos tiempos casa de maternidad), caminando en pos de la calle Santa Teresa; en el punto de intersección de ésta y la del Porcel, se situaba la puerta Bib-al-Jufía o puerta del Norte, desarrollándose la muralla hasta el extremo casi de La Trapería donde estuvo la Bib-al-Munien, Puerta de las Almunias o Casas de Recreo, tendiéndose casi en línea recta por las calles de Zambrana y de Orcasitas, no lejos de La Merced, y torciendo después hacia el mediodía hasta llegar a la Plaza de Santa Eulalia, donde estaba la Bib-Oriola o Puerta de Orihuela, se enlazaba por la calle del Val de San Juan con la Bib-al-quiblan, ya mencionada, cerrando así el perímetro de la población, la cual resultaba por consiguiente de mayor latitud de E. a O., que longitud hubo de S. a N.

Existía demás en Murcia otra puerta en el siglo VI (XII de Jesucristo), cuyo emplazamiento es desconocido, que se conocía como Aben-Ahmed. Los estudiosos del tema sitúan esta puerta al norte de la ciudad y al poniente y próxima a la de Bib-al-Minien, al salir de la cual había un cementerio llamado Al-Baquia, donde en el año 563 fue enterrado el poeta murciano Yahgun-ben-Baquí. El historiador Abh-Dhabi es quien facilita estos datos al escribir sobre dicho poeta, cuando dice: "Murió, sea afable Alá con él, el año 563, y fue enterrado en la Al-Baquia, fuera de la puerta de Aben-Ahmed..."

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Real, Ilustre y muy noble Cofradía del Santísimo Cristo del Perdón
Antonio Noguera Lorenzo. Jefe de la sección de estadística del Excmo. Ayuntamiento de Murcia y periodista - Guía de Murcia - 1952

Esta Cofradía tuvo su origen, sin que podamos declarar la fecha precisa, en el siglo XVII, cuya majestuosa y vespertina procesión sacaban el día del Jueves Santo, desde la parroquia de san Juan mártir, los gremios de Torcedores y Tejedores de seda, aunque algunos años por obras importantes en la primitiva iglesia antolina, salió organizada desde la conventual de san Agustín, por permanecer a su demarcación parroquial. Se denominó de "Nuestro Señor Jesucristo del Prendimiento o del Arte de la Seda, y en virtud de bulas concedidas por varios pontífices, fue enriquecida con innumerables gracias espirituales. También disfrutó de muchos privilegios reales.

Al quedar extinguidos los gremios por decreto de las Cortes  generales y extraordinarias de Cádiz, dado a la Regencia del reino en 1812, dejó de salir esta procesión de altos vuelos, reconstituyéndose la Cofradía con el título más digno de veneración: Cristo Crucificado bajo la consoladora advocación del Perdón, el día 15 de junio de 1896, dentro del siglo de continuidad canónica, a costa de 33 beneméritos caballeros amantes de las tradiciones religiosas murcianas, únicos que podían formar la primera Junta de Gobierno de esta prestigiosa corporación.

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Hermandad del Santísimo Cristo del Rescate
Antonio Noguera Lorenzo. Jefe de la sección de estadística del Excmo. Ayuntamiento de Murcia y periodista - Guía de Murcia - 1952

Fue constituida en Murcia el día 20 de mayo de 1946 por iniciativa de un grupo de hombres de buena voluntad y con la finalidad de rendir un mayor culto a Nuestro Padre Jesús del Rescate que, desde tiempo inmemorial se venera en la iglesia parroquial de san Juan Bautista.

La junta directiva que se nombró en aquella fecha pensó en organizar un cortejo pasionario que, al mismo tiempo que sirviera para la finalidad antedicha, cubriera el vacío de Nuestra Semana Mayor en el día de Martes Santo, buena idea que prendió en todos los componentes de la  misma que con gran entusiasmo y trabajando sin descanso consiguieron la realización de tan feliz pensamiento; culminando con la salida de la Procesión de la Esclavitud, el día 1 de abril, o sea antes de cumplirse el año de la constitución de la Hermandad y que, obtuvo un éxito tan resonante en todos los ámbitos de la población por la severidad del cortejo, disciplina y carácter penitencial a la vez de la sencilla elegancia de sus vestas (túnica y capúz morado y capa de lana blanca, sandalias de charol negro con pie desnudo y guantes blancos de manopla).

No pararon ahí los anhelos de la junta en cuanto a la presentación de esta incomparable procesión e inmediatamente después de su segunda salida, el año 1948, surgió la iniciativa de un grupo de sus componentes de ampliarla organizando un nuevo paso con la santísima virgen de la Esperanza, encargándose de la ejecución de la imagen el notable escultor murciano Sánchez Lozano y cuyo tercio de penitentes visten túnica y capúz blanco y capa verde de las mismas características, viniendo a realzar aún más, desde el año 1949, tan magnífica y severa procesión.

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Real y muy Ilustre Cofradía de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo
Antonio Noguera Lorenzo. Jefe de la sección de estadística del Excmo. Ayuntamiento de Murcia y periodista - Guía de Murcia - 1952

Esta murcianísima Cofradía pasionaria, organiza, además de innumerables cultos en honor de su excelente titular, la procesión del Miércoles Santo, conocida por los "coloraos", por lo encarnado de sus túnicas.

Está vinculada actualmente a la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Carmen, sita en el barrio del mismo nombre. Su cortejo pasionario sale al oscurecer y entra en el ciudad pasando por el Puente Viejo, recorre sus principales calles y vuelve a la iglesia a las doce en punto de la noche.

Su origen es antiquísimo y aún sin poder determinar la fecha exacta de su fundación sabemos positivamente que se constituyó en nuestra ciudad en los primeros años del siglo XV en la iglesia de santa Eulalia de los Catalanes, y que san Vicente Ferrer, con sus predicaciones sobre la sacra Especie de la Preciosísima Sangre , contribuyó a su fundación.

Muchos años después pasó esta Cofradía al convento de los Padres Trinitarios, a extramuros de la ciudad, y de aquí, en el año 1586, pasó al convento que los Carmelitas Descalzos tenían en el mismo lugar que hoy ocupa la citada parroquia del Carmen.

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