El hombre fue religioso en un principio merced a una intuición inmediata
de su situación en el mundo que le hacía sentirse dependiente de un misterio
sagrado envolvente, cuya presencia se manifestaba poderosamente activa en los
fenómenos de la vida. La mentalidad específica del hombre de las religiones
"naturales" era una mentalidad de participación, de amistad, de
respeto, de ayuda mutua. Las desviaciones religiosas sobrevinieron cuando el
hombre decidió arrogarse para sí mismo el título de intermediario de Dios, y
comenzó a manipular a los creyentes en su propio beneficio. De ahí las
aberraciones en las que incurrieron muchos hombres de las religiones antiguas.
Todas las religiones del mundo, incluyendo las menos conocidas, han ofrecido, en
algún momento de su existencia, la salvación eterna y un paraíso lleno de
placeres a quienes se hayan martirizado por ellas. A pesar de la transformación
que el hombre religioso fue experimentando a través de los tiempos, ha quedado,
sin embargo, enquistado en las profundidades de las religiones mencionadas, una
clase de líderes religiosos que se han negado a progresar. Son personas que se
aprovechan del desconcierto, de la pobreza o de la desesperación de los fieles
para meter en sus cabezas ideas trasnochadas, artificiales y, casi siempre
recompensadas por Dios, cuya finalidad es conseguir una obediencia tan ciego que
incluso puedan ser enviados a matar o a matarse en nombre de los intereses de
los líderes que los manejan. Esta clase de hipocresía fue la que Jesús les
reprochó a los escribas y fariseos: encadenar a Dios a sus propios intereses y
hacer de su acción liberadora una razón para oprimir y dominar a los
creyentes. Similar denuncia hace Mahoma: Los indicios del hipócrita --dice el
profeta--, son tres: cuando habla, miente; cuando promete, no cumple y cuando en
él se confía, traiciona.
Si
la inmolación fuese buena para Dios y no solamente para los intereses del
hombre, esta clase de líderes espirituales también ofrecerían a Dios este
sacrificio, pero, ¡cosa extraña!, desde que el hombre comenzó a ser religioso
hasta nuestros días, no ha habido líder religioso de ninguna de las religiones
mencionadas que se haya inmolado en nombre de Dios por voluntad propia.