Motivación del tema. 
              Preguntar por las reacciones del hombre frente al Misterio
              es bucear en las profundidades del alma humana porque la actitud
              personal de fe o incredulidad es, quizá, la actitud más libre
              que puede darse en nuestra vida. En este puente tendido por Dios
              al hombre que es la revelación, uno de los pilares, el último,
              el que cierra y completa el arco misterioso de la comunicación
              con Dios, es la apertura del hombre, su receptividad ante el
              misterio y, por tanto, la posibilidad de una respuesta a la
              Palabra revelada
              
              
              
              La respuesta de la fe. La
              Constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano II introduce el
              punto 5 con esta afirmación: "cuando Dios revela, el hombre tiene que someterse con la fe". Es una afirmación con categoría de principio. Y si consideramos
              que la revelación es un diálogo comunicador entre Dios y el
              hombre, a través del cual tenemos acceso a ese misterio
              insondable que se nos hace presente en Cristo Jesús, tendremos
              que pensar que en virtud de ese diálogo el hombre queda
              interpelado, queda invitado a una respuesta, y de tal manera
              invitado que si esa respuesta no se diera, la palabra reveladora
              quedaría truncada, carente de fin o de sentido, como algo que cae
              en el vacío. El acercamiento de Dios al hombre no sería
              verdadero encuentro y la palabra no llegaría a ser verdadero diálogo.
              Quien no escucha al Dios que se revela diariamente en su interior,
              está condenado a escuchar a los que se hacen llamar intérpretes
              o intermediarios de Dios.
              
              
              Desde las raíces de lo humano.
              Una vez más
              el comportamiento humano en sus más profundas raíces es camino
              para rastrear el comportamiento de Dios con el hombre y el
              comportamiento que el hombre 
              ha de tener con Dios. No hay por qué romper con la vida ni
              dejar de armonizar con nuestros semejantes para conectar con lo
              sobrenatural o trascendente. En lo cotidiano del hombre Dios se
              hace presente de una manera singular. La respuesta de fe es
              siempre un crecimiento personal, un auto estimarse, un respeto
              hacia los demás, algo que planifica al hombre en cuanto que
              responde a las más profundas raíces de su ser personal. Esta es
              la dimensión más radical de la verdadera fe. Difícilmente
              encontraríamos un hombre en cuya vida no haya acontecido el
              momento de una decisión radical frente a la adversidad. De esa
              actitud interior dependerá realmente toda la existencia. La fe
              determina y al mismo tiempo es fruto de un estadio de madurez
              personal, según la cual somos capaces de tomar la propia vida en
              nuestras manos e integrar, orientándonos según el sentido de la
              fe, los acontecimientos, las realidades, los fracasos...
              
              
              
              
              LA
              FE COMO DON GRATUITO
              
              
              La
              fe no es monopolio de ninguna iglesia, ni es un privilegio que
              Dios da a cierta clase de hombres. La fe es un don gratuito, una
              semilla que nace y crece en  todos
              las personas creadas sean o no religiosos. 
              Creer que mi fe, por pertenecer a cierta comunidad
              religiosa, es la única y verdadera es caer en el fundamentalismo
              religioso. El fundamentalista es enemigo declarado de todo
              pluralismo, es poco sensible a la condición histórica de la
              existencia, antepone el valor de la verdad tal como él la
              entiende al de la libertad, y mantiene una visión monolítica de
              la vida personal y social regida de forma inmediata por la religión
              o la iglesia. Desde el punto de vista teológico el
              fundamentalista cree disponer 
              de una noción adecuada de Dios que le permite rechazar
              cualquier doctrina que no coincida con ella y que le lleve a
              intentar imponérsela a todos los demás, porque no comprende que
              la religión vive del reconocimiento de Dios como Misterio
              insondable que no se deja captar en concepto humano y que nadie
              puede pretender poseer e imponer a los demás. El verdadero hombre
              religioso distinguirá  siempre entre el Absoluto al que aspira y las mediaciones en
              las que encarna esa aspiración. Y sabrá que sólo Dios es
              absoluto y que todas las mediaciones son relativas y están al
              servicio de Dios, del hombre y de su relación con él. El sábado 
              -dirá el sujeto religioso-, 
              fue hecho para el hombre; no el hombre para el sábado. Y
              esto  constituye el más
              eficaz antídoto contra el fundamentalismo.
              
              
              
              
              DIFERENTES
              CLASES DE FE
              
              
              TENGO
              FE EN MI MÉDICO. Eso significa que admito 
              sus ideas, que le tengo afecto. Significa que además de
              admitir sus ideas (las que comprendo y las que no comprendo),
              pongo en juego mi vida por seguir sus métodos de curación.
              
              
              TENGO
              FE EN MI MUJER. Quiero decir que me fío totalmente de ella, que
              mi vida a partir del momento en que cristalizó el amor está
              tomando un ritmo que no llevaba antes de conocerla. Se entrecruza
              en mi vida, es parte de mi corazón. Alguna vez he llegado a decir
              que tal aspecto es para mí un <<misterio>>, pero soy
              capaz de defender esos puntos de vista, e incluso arriesgarme por
              ellos porque vienen de ella, y ella me ha dado suficientes motivos
              de bondad para que la crea.
              
              
              TENGO
              FE EN JESUCRISTO. Por ello su ideología, su manera de ver y
              actuar en la vida, me convence, la acepto. Cuanto más lo conozco,
              cuanto más me adentro en su Evangelio, más crece mi amor hacia
              él y hacia mis semejantes. Porque tengo fe en él, me hace tomar
              posiciones ante mis semejantes que no tomaría si no fuera porque
              le conozco y le amo. Él me hace renunciar a cosas que el simple
              sentido común no me habría llegado a exigir: perdonar, renunciar
              a una ganancia excesiva, ser fiel en mi matrimonio, ser tolerante,
              ser libre... Pienso que si hoy Jesús apareciera en nuestras
              calles o  lugares de
              trabajo, oiría lo mismo que yo oigo diariamente: <<así no
              vas a ninguna parte>>; 
              <<no te sabes aprovechar>>; <<si los demás
              son corruptos ¿por qué no lo has de ser tú?>>; <<¡engañar
              y aprovecharse del prójimo ya no es pecado..!>> Aguantar
              esta clase de consejos es  la consecuencia de haber elegido un camino, de ser firme en
              la fe y de llevarla a lo más profundo de la vida misma.
              
              
              
              
              ANALES
              DE LA FE    
              
              
              En
              el antiguo testamento el concepto de <<fe>> nos sale
              primero al encuentro en la historia de Abraham: <<creyó
              Abraham a Dios que le había prometido un hijo>> (Gen.
              15,6). Pablo desarrolla e interpreta este versículo afirmando que
              Abraham es el gran modelo de <<fe>> (Rom. 4,3). Según
              eso, la fe consiste en un asentamiento del entendimiento, en la
              confianza que el hombre pone en Dios, en su obra y en sus
              semejantes. La voluntad del hombre para llevar a cabo este
              asentamiento está en saberse único e irrepetible, en saber que
              Dios revela en él confidencias de su existir que a otros hombres
              les pueden parecer abominables. Por eso hemos de ser respetuosos
              cuando el otro habla de Dios o de la fe que ha puesto en Él,
              porque Dios es tan infinitamente grande que cualesquiera
              argumentación le cabe.
              En
              el Nuevo Testamento San Pablo dice que la fe consiste en confesar
              todos los días: <<Si tus labios profesan que Jesús es Señor
              y crees de corazón que Dios lo resucitó de la muerte te salvarás>>
              (Rom. 10,9). Sin embargo, también los judíos contemporáneos de
              Jesús pronunciaban dos veces al día la profesión de 
              fe judía que dice: <<Escucha, Israel, sólo hay un
              Dios y ninguno fuera de él>>. Así y todo, Jesús les llama
              generación incrédula. Lo cual quiere decir que se puede confesar
              todos los días que se tiene fe ciega en Dios y sin embargo ser un
              hombre sin fe. Porque la fe no se sustenta diciendo constantemente
              que se cree o se ama a Dios al que no se ve, sino en creer y en
              amar al hombre creado por Dios, único trozo de Dios palpable y
              visible que en todo momento el hombre tiene para amar, respetar,
              ayudar, defender y honrar.  La fe tiene que acreditar su actitud en una conducta
              consecuente. Lo que vale es una fe que se traduce en amor. Sin
              amor no hay fe. El amor corre por las venas del hombre que tiene
              fe, y ese amor es transportado, indistintamente, de Dios al prójimo
              y del prójimo a Dios.