FALSAS IMÁGENES DE DIOS

No puedo comenzar este tema sin agradeceros a todos el apoyo y las continuas muestras de amor  y amistad que habéis mostrado hacia mí  con motivo de la dolorosa muerte de mi madre. Vosotros habéis sido los samaritanos que  curaron mis heridas, habéis sido los cirineos que  me ayudaron a soportar el peso de la cruz y habéis sido, ante todo,  el motivo de mi pronta aceptación de lo inevitable.

Es muy doloroso cuidar de una madre cuando sabes que ya no se puede hacer nada por ella, cuando sabes que va a morir... Pero mucho más doloroso es cuando, para evitar sufrimiento,  tienes que  fingir  naturalidad y contento; es decir: reír por fuera y llorar por dentro.

Mientras velaba su  sedado sueño,  envuelto en la penumbra que casi siempre nos envolvía  porque la luz le molestaba mucho,  pensaba en lo efímera que es la existencia del hombre. Pensaba en que mi madre se moría  y en que era todavía joven y necesaria para sus hijos y para su marido que ahora no sabe qué hacer sin ella. Veía cómo la muerte se hacía cada vez más presente en  la habitación y cómo fuera de ella brotaba generosamente la vida: la hierba reverdecía por todas partes, la juventud se arrullaba en los parques y jardines y los pájaros, concretamente los gorriones, hacían el amor sobre los aleros de los tejados. Fue entonces cuando me asaltó aquella extraña pregunta:  ¿por qué Dios le dio tan poca importancia a la vida individual y tanta  a la perpetuación de la especia?  Millones de espermatozoides mueren para que uno de ellos viva, los árboles se cubren generosamente de frutos, nacen arbustos entre los muros  pétreos de los castillos y entre las losas que cubren las aceras de  las ciudades... Entonces fue cuando me di cuenta que estaba cuestionando el proceder del Padre. Yo que siempre había defendido y había dicho a todo el mundo que todo lo creado por Dios es bueno, estaba cuestionando el proceder del Padre. Cerré los ojos y vi al Padre ante mí,  lo vi como Job lo ve en el Antiguo Testamento, y me dijo las mismas cosas que le dice a él, las mismas cosas que mi padre me hubiera dicho a mí, las mismas cosas que yo le hubiera dicho a mis hijos: <<¿Quién eres tú para cuestionarme?  -dijo- ¿Quién eres tú para pedirme cuentas? ¿Dónde estabas tú cuando yo cree la tierra?  Tú que siempre has defendido el principio de que todo lo creado por Dios es bueno,  ¿por qué  crees que la vida es buena y la muerte mala; si ambas cosas, vida y muerte, fueron creadas por mí?  

Dudé  entonces de mis propios argumentos, y fui reprendido por ello. Pero lo hice cuando todavía no había aceptado lo inevitable, cuando el dolor era del cuerpo y también del alma, cuando no podía evitar las lágrimas, cuando no quería  hablar cara a cara con quienes de vosotros me manifestasteis querer hacerlo, cuando creí firmemente que Dios me había abandonado,  cuando, en definitiva, comencé a tener una imagen falseada de Dios...

TEMA

Una imagen falseada de Dios ha tenido muchas veces como consecuencia una reacción de rebeldía contra nosotros mismos y contra Dios. Eso fue lo que me ocurrió a mí. Me di cuenta de que cuando falseamos la verdadera imagen de Dios,  surge como consecuencia una reacción de  autodestrucción contra nosotros mismos y de rebeldía contra el proceder de Dios.   

La imagen falsa de Dios se debe a la desviada figura que, como en mi caso,  aparece muchas veces en  nuestro modo de actuar y  de pensar, y sobre todo,  cuando nos negamos a aceptar lo inevitable.  

Yo siempre he dicho que de Dios no hay que hacer un ídolo personal. Siempre he dicho que tenemos que ponernos en guardia para no hacer  de Dios un Dios personal y supeditado a una clase determinada de hombres.  Siempre he dicho que tenemos que ser muy modestos  a la hora de conocer a Dios y a la hora de mostrarlo.  Siempre mantuve que de Dios no se puede hablar como de algo que se ha visto y al verlo se posee, sino como de alguien por quien uno se deja poseer  sin cuestionarlo.  Por ello siempre defendí que en la revelación que Dios hace en cada uno de nosotros hay que dejarse  sorprender por Él,  abrirse, acogerlo, escucharle, asombrarse..., dejarse llevar como las hojas secas de los árboles se dejan llevar por las corrientes murmurantes de los ríos... 

EXPOSICIÓN DEL TEMA

            1. Falsas imágenes de Dios.  

            a) Un Dios adversario o rival del hombre.

            Un Dios que con su acción  o su presentación hace inútil la decisión libre del hombre. Por ejemplo, presentar la oración como una especie de <<técnica>> para curar enfermedades.  Un Dios que respalda ciertos tabúes morales, que nos impone caprichosamente lo que es molesto, y nos manda sistemáticamente lo que es desagradable. Un Dios de cuyo capricho dependen las catástrofes y las guerras.

            b) Un Dios subordinado al hombre.

             En este caso Dios debe de estar pendiente del capricho del hombre, reparar los errores que éste comete en su vida cotidiana, sutituirle siempre que no tome las decisiones que debe tomar. Si este Dios no cumple con el oficio que el hombre le ha señalado, el hombre reaccionará con ira contra este Dios-servidor-inútil.

            c) Un Dios guardián del orden público.

             El Dios que sirve para justificar las injusticias del orden constituido, que vigila con severidad las normas de una moralidad oprimente, que se caracteriza por una actitud de amenaza, de castigo vengador. El Dios que protege siempre a los de nuestro país, a los de mi partido, a los de mi religión y mira con ira a los enemigos de mi Patria, de mi partido, de mi iglesia... El Dios que ha hecho que unos pocos privilegiados posean la mayor parte de los bienes de la tierra y prohibe a los pobres organizarse para reclamar con eficacia sus derechos.

            d) Un Dios pueril.

             El Dios relojero del universo que maneja como un técnico muy hábil la máquina de todas las cosas creadas. El Dios objeto de todas las ñoñerías sentimentales de ciertas formas de piedad y beatería.

            e) Un Dios lejano.

             Un Dios que está en el cielo y que nos observa desde allí con ojos policiales y actitud amenazante.

            f) Un Dios tapa-agujeros.

              Como alguien que viene sola y exclusivamente a cubrir nuestras deficiencias, sobre todo si esto se entiende en el sentido de disminuir la vocación que el hombre tiene de alcanzar plenamente su autonomía personal y de construir por sí mismo su proyecto de llegar a ser plenamente hombre.

            2. La verdadera imagen de Dios.

            La verdadera imagen de Dios la hemos de ir descubriendo a través de la revelación que el mismo Dios hace en cada uno de nosotros y a través de la presentación  que Jesús nos hace  del Padre. Cristo nos presenta un Dios más humano, más cercano... Jesús comienza su predicación anunciando esta buena nueva:  "El Reino de Dios está cerca de vosotros.
---¿Dónde está? -le pregunta un hombre andrajoso y hambriento.
---El Reino de Dios -le contesta Jesús- dentro de vosotros está.
---Si las escrituras dicen que el Reino de Dios está en el cielo, ¿cómo es que tú dices que está dentro de nosotros? -vuelve a preguntar el hombre.
---Si el Reino de Dios estuviera en el cielo - le contesta Jesús- las aves nos tomarían la delantera, y si estuviera en el mar, los peces nos tomarían la delantera. El Reino de Dios está dentro de vosotros en forma de grano de mostaza. De vosotros depende hacerla germinar o ahogar su crecimiento. Quien quiera conocer a Dios lo encontrará, porque conociéndole a Él  os conoceréis a vosotros mismos y entenderéis que sois hijos del Padre, y, a la vez, os daréis cuenta que sois hijos de Dios. Vosotros sois la ciudad de Dios.

El Dios que anuncia Jesús es el Padre que acoge, sale al encuentro, perdona... Toda la vida de Jesús fue eso: hacer visible la proximidad de Dios al hombre. Ser samaritano próximo a cualquier hombre en necesidad. Y a mayor necesidad mayor cercanía.  

Jesús no fue un teólogo, ni habló mucho sobre Dios, pero ciertamente se expresó y vivió de tal manera que los que le veían se preguntaban quién era ese hombre, y de dónde le brotaba aquel amor y aquella libertad.  

Las actitudes de Jesús resultaron escandalosas. La gente que lo oía estaba desconcertada.  Y este desconcierto atañó por igual a cercanos y lejanos:

  • su familia cree que ha perdido la cabeza (Mc 3, 22-21)

  • Juan el Bautista duda de su misión (Mt 11,4-6)

  • Los escribas y fariseos le tienen por endemoniado (Mc 3,22)

  • Le acusan como <<amigo de malas compañías>> (Mt 11,19)

El Dios que Jesús anuncia y hace visibles es un Dios que hace salir el sol sobre justos e injustos, que no acepta nuestras clasificaciones, diferencias y anatemas.  

Creer en este Dios que Jesús nos muestra no es negar sino afirmar una predilección que la tradición judeo-cristiana  ha puesto repetidas veces de relieve. Un Dios que se caracteriza por una clara solidaridad y predilección por los pobres, pequeños y marginados. El Dios cristiano es un Dios de los hombres, de todos los hombres. Pero es un Dios que no puede evitar su constante predilección por los más necesitados, los pobres, los desheredados, los sin ley, las víctimas del egoísmo... No necesita médico el sano sino el enfermo.  

La soberana libertad de Jesús en su lucha por liberar al hombre de la esclavitud de una ley que había sido escrita por los hombres, del sábado, del culto, de los prejuicios sociales, ha llegado a ser nota definitiva en su persona: Jesús fue un hombre libre que nada dejó escrito, que predicó con su propio ejemplo, que dijo que la ley había sido escrita por los hombres, y que la verdadera Ley estaba escrita en el corazón del hombre...  

Jesús mostró con su acción que el Dios a quien invocó como Padre no es un Dios que oprime, sino un Dios que libera. Eso es lo que Jesús reprochó a los escribas y fariseos: encadenar a Dios a sus propios intereses y hacer de la acción liberadora de Dios una razón para oprimir a los demás. Para ellos el sábado era el día del honor de Dios, no el de la libertad del hombre. Por consiguiente, si el día consagrado a Dios es aquel en que precisamente resulta imposible trabajar para dar de comer a los que padecen hambre o para curar a los enfermos, el Dios al que se honra de esta forma no es Dios, es un ser despiadado.

Jesús puso de relieve que optar por un Dios liberador,  creer en un Dios libre y generador de libertad es arriesgado y costoso.  Muchos de vosotros lo sabéis perfectamente porque lo habéis sufrido en vuestras propias carnes. El mismo Jesús selló con su vida esa opción. Opción que no es fundamentalmente una decisión de la voluntad, ni algo que se adquiere a fuerza de puños, sino que es algo que brota de lo más profundo de uno mismo cuando, gratuitamente, uno se encuentra cogido, seducido por Dios y su Reino. Es lo que decíamos antes acerca del conocer a Dios. Es fruto de la experiencia del dejarse poseer, no del querer poseerlo.  

Creer en un Dios así no es sinónimo de despreocuparse y olvidarse de que la fe es llamada y respuesta. Pero es muy importante saber que la fe no es: un yo te doy para que tú me des, porque el amor está, no en que nosotros amemos o hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero (Jn 4, 10). Aunque con la misma claridad dirá después Juan que <<quien no ama al prójimo no conoce a Dios>>.  

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