EL COPÓN DE BULLAS
BULLAS
Situado al noroeste del antiguo
Reino de Murcia se encontraba el castillo de Bullas, que fue, junto al de Cehegín,
uno de los tres que formaron la Bailía templaria de Caravaca. En el centro de
la ciudad existen todavía las ruinas de otro castillo, del que solo se conserva
la torre, que también fue propiedad de los templarios. Por motivo de estrategia
defensiva, los freires tuvieron que residir en el que a continuación vamos a
describir:
En el año del Señor de 1285 sabiendo los musulmanes de Huéscar que la
guarnición del castillo de Bullas estaba bastante mermada de militares debido a
la ausencia de algunos de sus caballeros, por haber tenido que salir a castigar
a un grupo de árabes que habían osado robar en sus tierras, aprovecharon para
atacar el castillo de Bullas. Este fue entregado sin oponer resistencia por su
comendador frey Bermúdez Menéndez.
Cuando el rey de Castilla don Sancho IV, el Bravo, se enteró de la
flaqueza de los templarios, montó en cólera y mandó expulsarlos del
territorio murciano, aduciendo que “de esto había venido mucho daño a
toda la tierra que dependía de la frontera”.
El maestre de la Orden del Templo, frey Sancho Yáñez, para demostrar
que el rey les había culpado con precipitación, se hizo acompañar de sus
comendadores, de sus caballeros y de sus soldado y, con la ayuda del adelantado
don Fernán Pérez de Guzmán, en menos de medio día la villa de Bullas estaba
nuevamente recuperada y los árabes ocupantes muertos.
El rey Sancho, que era muy difícil de conformar, no quedó contento.
Todavía molesto por la anterior pérdida de bullas, mandó demoler el castillo,
dejando las ruinas que todavía hoy se pueden ver en el cerro.
La historia ha dado la razón a los templarios, dejando al Rey Sancho
como un ser soberbio e irascible. Si hoy, los restos de esta fortaleza,
demolidos y sin apenas restos que puedan identificarlo como castillo, han sido
declarados Bien de Interés Cultural por Ley 16/1985, de 25 de junio del
Patrimonio Histórico español, qué hubiera sido de haber estado en pie y
embellecido con su vieja arquitectura.
EL
COPÓN DE BULLAS
Lleno de
bellas y encantadoras leyendas, La Copa actualmente es un barrio de Bullas.
Cuenta la leyenda que en el tiempo que los templarios ocuparon la villa
de Bullas, aprovechando que el río Mula pasaba muy cerca de su castillo,
construyeron algunos molinos. Curiosamente, muy cerca del lugar conocido hoy
conocido como «castillico», donde los templarios tuvieron su fortaleza. Aún
se conservan topónimos y denominaciones alusivas a la presencia de los molinos.
Por estos parajes pueden encontrarse enclaves como «el Molino de En
medio», «el Molino de Arriba», «el Molino de Abajo», o «el Molino de
Sebastián», entre otros.
Algunos de ellos, como es el
caso de «el Molino de Abajo», fue restaurado y rehabilitado para convertirlo
en hospedería y restaurante.
Sigue refiriendo la leyenda que, tanta harina se llegaba a moler
diariamente en los molinos de la Orden que, el comendador templario ordenó
edificar un gran almacén en un lugar bastante apartado para depositar y
almacenar allí la harina que no podía ser guardada en los molinos. Dicho lugar
fue bautizado con el nombre de «La Copa», y para evitar que los ladrones
saquearan la harina allí depositada, el comendador ordenó que las veinticuatro
horas del día permaneciese allí un retén de vigilancia.
Los templarios, como fieles observadores del Nuevo Testamento en todos
sus actos, bautizaron el lugar con el nombre de «La Copa», aludiendo con ello
al simbolismo eucarístico que se desprende de las palabras del Evangelio que
dicen: “Por tanto, examínese cada uno a sí mismo, y coma del pan hecho de
trigo y beba de LA COPA que contiene el vino”
(I
corintios. Capítulo 2; versículo 28).
La gente, al observar que los templarios dispensaban una vigilancia tan
riguroso a un lugar tan apartado y solitario, comenzó a decir que allí debían
de custodiar un tesoro muy importante.
Eran los tiempos de los romances de El Grial.
Bajo estos auspicios la leyenda se fue haciendo cada día más grande y
extendiéndose por todos los lugares de España. Todavía hoy hay quien cree, a
pies juntillas, que en Bullas se conserva una gran copa conocida como «Copón»,
que fue el Cáliz que usó Jesús en la Última Cena.
Desde entonces, la literatura, la tradición y las consejas populares han
ido dejando en la historia señales de esta confusión: la de mezclar los
distintos orígenes de «Copa» y «Copón», como si se tratase de una
indiscutible certeza.
Sin embargo, y como en cuestión de leyendas los pueblos de España
tienen tanto pintoresquismo, el sacerdote Juan Sánchez Pérez, que fue cronista
oficial de Bullas y ejerció como párroco del lugar durante 25 años en la
pedanía de La Copa, en una entrevista que fue publicada en el periódico
murciano de La Verdad, el día 17 de abril de 2007, al ser preguntado cómo
surgió el nombre de «Copón de Bullas», contestó lo siguiente:
Es una mezcla de leyenda y tradición popular. Antiguamente existía
un mesón en La Copa. El mesón era el lugar de paso de las gentes que iban al
campo a trabajar, y era costumbre, e incluso diría que casi obligado por
necesidad física, para reponer fuerzas antes de seguir camino para la faena.
Era tradición que sirviesen una copa de anís fuerte, o leche anís, en un
recipiente grande. De ahí lo del «Copón de Bullas», que en realidad es el
derivado de su verdadero nombre de origen.
Tanto
ha arraigado esta costumbre de tomarse de buena mañana aquí el licor, que hay
vecinos que se levantan temprano para ir a esa zona, tomarse la copa y después
volver al pueblo a trabajar.
Parece evidente, por tanto, que
una cosa sería el origen etimológico del topónimo La Copa y otra, de sentido
más prosaico y reciente, el origen del popular término «Copón de Bullas».