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Voces de nuestra tierra, en su afán por dar conocer a sus lectores la historia antigua, moderna y futura de nuestra Región, tiene el gusto de ofrecerles una exclusiva que si no fuese porque hoy la traemos a nuestras páginas, se perdería como noticia curiosa para todos los murcianos, y no pasaría, como está llamada a pasar, a lo más profundo de nuestra futura historia.
El Monasterio de San Pedro de Cardeña ha encargado recientemente dos grandes cuadros para dejar terminada la «Capilla Cidiana», que es la sala donde se encuentran las sepulturas originales del Cid y de doña Jimena, así como donde se hallan también enterrados todos los personajes del poema del «Mío Cid» y los familiares, tanto del Cid como de doña Jimena.
Los cuadros miden 3,80 de alto por dos metros de ancho, y cuando estén terminados serán conocidos por: «Despedida del Cid a doña Jimena en el momento de salir para el exilio» y «La jura de Santa Gadea». Su autor, Cándido Pérez Palma, uno de los mejores y más cotizados pintores contemporáneos, es un amigo de Murcia y un devoto de la Cruz de Caravaca. Nacido en Barcina de los Montes, provincia de Burgos, y afincado en La Coruña desde el año 1986, tiene en su haber numerosos premios y distinciones, entre los que cabe destacar por su importancia, el primer premio de la «Famiglia Artística Internacionale», en Roma; Medalla al Mérito Artístico del Ministerio de Educación, y el primer premio en el «II Concurso Nacional de Grabado Ciudad de Burgos».
La exclusiva de esta noticia está en que el pintor, según confiesa él mismo, no sabía cómo ubicar a los numerosos personajes del cuadro llamado «Despedida del Cid a doña Jimena en el momento de salir para el exilio». Y parece ser, que después de mucho pensar y pensar, al mirar la Cruz de Caravaca, comenzó a verlo muy claro.
Voces de nuestra tierra ha entrevistado al Pintor en el Monasterio
de San Pedro de Cardeña, donde actualmente trabaja, para saber de sus propias
palabras qué ocurrió entre él, el lienzo y la Cruz de Caravaca.
Voces.- ¿De qué forma
le ayudó la Cruz de Caravaca a resolver el conflicto de la colocación de los
personajes en el cuadro?
Cándido.- Estuve
bastante tiempo pensando de qué forma iba a instalar el grupo y no daba con la
solución. Un conjunto armónico da brillantez a una obra, pero si está
desparramado, el cuadro queda descompensado. Le tengo mucha fe a la Cruz de
Caravaca. Y no supe qué hacer con el lienzo hasta que la tuve entre mis manos.
Entonces fue cuando se me abrió la mente. El grupo, para estar centrado y
unificado, tendría que ser representado por la misma Cruz de Caravaca. Hice un
boceto y todos los personajes quedaban exactamente en el centro. Había
encontrado la solución.
Voces.- Explíquenos ese
misterios.
Cándido.- Pues mire
—dice mientras me lleva hacia el cuadro—, el Cid, que está apunto de romper
en lágrimas, simboliza el palo vertical de la Cruz; las cabezas de sus dos
hijas representan el madero horizontal de abajo, y al mismo tiempo, sus cuerpos
personifican a los dos ángeles que la sostienen; el caballero don Albar Fañez,
que está a la izquierda del Cid, y San Sisebuto, que está a la derecha,
representan la madera horizontal superior de la Cruz. Siendo la persona de doña
Jimena, que está de espaldas, abrazada a su marido, la bella y rica caja que
amorosamente guarda el «Lignum Crucis».
Voces.-
¿Dónde estudió pintura?
Cándido.- Obtuve una
beca y elegí estudiar en la Academia di Belle Artí di Roma, en San Luca,
Italia. Estuve allí desde el año 1971 hasta el 1974.
Voces.- ¿Cuándo piensa
exponer en Murcia?
Cándido.- Hace mucho
tiempo que tengo ganas de exponer en Murcia, pero entre los monjes de este
Monasterio y de otros, y la Catedral de Burgos, donde también estoy haciendo
algunos trabajos, me es imposible. No obstante, creo que dentro de año y medio
expondré en allí, porque para mí esta ciudad es como un oasis lleno de obras
de arte, de gente amable y de gastronomía donde hay abundantes y variados
platos.
Voces.- ¿Le debe a
alguien haber llegado tan alto?
Cándido.- Cuando llegas
a algún sitio es debido siempre a tu propio esfuerzo. No obstante, sí tengo un
recuerdo muy agradable de una maestra que yo tuve en mi pueblo cuando yo era
pequeño. Nunca fui en clase de los primeros. Las letras que nos hacían
aprender no me entraban muy bien, la única que aprendí y que era el primero en
decir, fue la X. La maestra, en vez de desanimarme o reñirme, me alentaba. Un día
me tocó hacer un dibujo en la pizarra, y quedó tan agradada de él, que desde
entonces yo era el que siempre hacia los dibujos. Ella me alentó y me ayudó a
seguir por el camino de la pintura. Ahora, siempre que voy por mi pueblo, pasó
por el cementerio para llevarle flores.
Esto ha sido todo, amable lector. No obstante, si algún día vas por el Monasterio de San Pedro de Cardeña, cosa bastante probable, cuando admires esta obra de arte podrás saber que dentro del corazón de ese cuadro tan bello y tan armónico, se encuentra la esencia de nuestra Cruz de Caravaca.

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