BARQUEROS TEMPLARIOS
Hay mucha gente que todavía sigue preguntándose por qué llegaron a poseer tantas riquezas los de la Orden del Templo. Deben saber los que estas preguntas se hacen que, si hubo en aquellos incultos tiempos personas que le dieron prioridad al saber y al aprender, fueron precisamente estos soldados de Cristo. En un tiempo en que saber leer y escribir era cosa de personas que aprendían para poder tener un oficio y vivir de él, los templarios, no solo hicieron lo posible y lo imposible por aprender, sino que dedicaban su tiempo a enseñar a sus Hermanos, fuesen caballeros, sargentos, soldados, fámulos o escuderos. Una casa templaria, por muy pequeña que fuese, siempre era poseedora de una extensa biblioteca.
Ellos pensaban en servir a los pobladores que se encontraban dentro de su jurisdicción militar, pero, al mismo tiempo también sabían que ese servicio podía producir unos pingües beneficios. Persiguiendo este fin, inventaron muchos oficios nuevos. Uno de los que más llamaron la atención en aquellos tiempos, fue poner plataformas de madera para pasar de una orilla a la otra del río a personas, bestias y carros. Este servicio, por la gran clientela que tenía, dejaba muchas ganancias. Funcionaba desde que salía el sol hasta el ocaso. Solo tenía un gasto: el salario que se le daba a la persona que trabajaba como barquero. Su misión consistía en cuidar de la plataforma y en mantener en perfecto estado la gruesa y potente maroma que estaba sujetada fuertemente en ambas márgenes del río. La improvisada embarcación era movida —fuese en una u otra dirección—, empujando la cuerda para que por la inercia se deslizase sobre el agua de una margen del río a la otra y viceversa. Como sólida herencia de los templarios, todavía queda una de estas plataformas que, aunque modernizada, ha quedado como discreto testigo de lo que aquí se revela.
En EL PASO DE LA BARCA, en Miravet (Tarragona), cuantas personas tengan curiosidad por saber cómo eran estas plataformas, podrán ver, visitar y navegar en una de ellas… Podríamos decir que es la última que queda, no sé si en el mundo, pero sí en España… Como también se podrá admirar y disfrutar de la vista que desde la ciudad ofrece el castillo que ocuparon los templarios desde el año 1153 en que les fue concedido por don Ramón Berenguer IV, hasta que la Orden fue abolida y quemados como herejes sus dirigentes.