Se
dice que los espíritus del mal conocen e interpretan con mucha facilidad, e
incluso sin haberlos leído, los textos bíblicos, tanto del Antiguo como del
Nuevo Testamento. Pero hay uno en concreto, sin embargo, que les causa tanto pánico
como la visión de un crucifijo o como el agua bendita. Este texto es el que
conocemos como “El Apocalipsis”, escrito por San Juan, el evangelista, el
amado del Señor...
El
Apocalipsis es, sin duda, el libro de más difícil interpretación de la
Biblia. Su lectura despierta en nosotros muchas interrogantes que no acertamos a
descifrar. Para mejor interpretarlo, trataremos de definir la situación en que
fue escrito.
La
resurrección de Cristo era su triunfo y el de su Iglesia, que encontró su
complemento en la efusión del Espíritu Santo. Los discípulos creyeron que
desde entonces podrían vivir tranquilos y sin persecuciones, pero la realidad,
sin embargo, les presentó una situación diversa: no siempre eran bien
recibidos, ni respetada su fe; cuando el Imperio Romano comienza sus
persecuciones violentas contra la Iglesia, la débil fe de los cristianos se
tambalea...
Bajo estas
circunstancias escribe San Juan su Apocalipsis, para responder a esta crisis de
fe de los cristianos.
Dos son los
elementos principales de esta respuesta: confianza en medio de las
persecuciones, que son transitorias, y esperanza en Cristo, que vendrá a
restablecer definitivamente su Reino.
LAS LLAVES DEL LIBRO
Para
penetrar en este libro son necesarias numerosas llaves que hay que tener en la
mano antes de intentar entrar a él.
Las
cifras.- En el Apocalipsis hay muchas cifras que tienen un sentido simbólico
y hay que conocer este sentido. Es el siguiente:
           
7 es el número perfecto.
           
8 (7+1) es la superabundancia de la
perfección.
           
6 (7-1) es la deficiencia, el mal. La
bestia que simboliza el mal por excelencia está expresado por el número 666.
           
3,5 (mitad de 7) tres años y medio, o
42 meses, o 1260 días. Significa periodo corto, una cosa que durará.
           
1000 es el número inmenso,
indefinido.
           
12 es la cifra santa, que indica
plenitud.
Los
colores.
Blanco:
victoria o pureza.
Rojo:
sangre, crueldad, guerra.
Púrpura:
poder imperial.
Negro:
miseria.
Verde:
peste
Arco
Iris: presencia divina.
Algunas expresiones.
           
Las trompetas: Dios habla.
           
Que está lleno de ojos: que todo lo
ve.
           
Que tiene alas: la fuerza de elevarse
al nivel de Dios.
Algunos procedimientos.
Hay cuadros
que se superponen unos a otros: a la vez nos encontramos en el cielo y en la
tierra... Nos aturdimos... Se grita “por favor”... Poco importa. Todo
pervive.
Las mismas
realidades pasan bajo diversas imágenes, con una rapidez desconcertante:
           
Jesús: un cordero, un caballo blanco,
un Hijo del hombre.
           
La Iglesia: un templo, la esposa del
cordero, una doncella resplandeciente y, en fin, una ciudad deslumbrante.
           
Babilonia: representa Roma, después
una mujer, después una ciudad.
           
SATÁN: es, alternativamente, dragón,
bestia, estrella caída y, por último, caballería abigarrada.
Un
ejemplo.-  «Vi como un hijo
de hombre, vestido de un manto talar ceñido a la cintura por un ceñidor de
oro: su cabeza y sus cabellos, blancos como la lana blanca, como la nieve, y sus
ojos como llama de fuego, y sus pies semejantes al bronce purificado en el
crisol, y su voz como el ruido de aguas caudalosas, y tenía en su mano derecha
siete estrellas, y de su boca salía una espada tajante de dos filos, y su
mirada era como el sol que resplandece en su poderío (Apoc. 1, 13-16).
           
Hijo de hombre: carácter mesiánico
(Dan. 7,13; Mt. 26- 64)
           
Vestido talar: carácter sacerdotal
(Ex. 28, 4; Lev. 8- 13)
           
Ceñidor de oro: carácter sacerdotal
y regio (Ex. 28, 4; 1 marc. 10- 28)
           
Cabellos blancos: eternidad (Dan 7, 9)
           
Ojos como llamas de fuego: mirada que
todo lo penetra, de la que nadie puede huir. Ciencia divina (Ex. 3, 1). El fuego
es símbolo de la vida y de la presencia de Dios.
           
Píes de bronce: solidez, estabilidad
(Ex. 1, 7; Dan. 10- 6)
           
Siete estrellas en la mano: poder
sobre las siete iglesias. La derecha es la mano de la preferencia y la distinción
(Gén. 48, 8-20)
           
Espada afilada: la palabra de Dios.
Nadie podrá escapar. La espada de dos filos no tiene una parte embotada. Nadie
puede sustraerse al doble filo de su hoja.
COMPOSICIÓN DEL LIBRO
Las siete cartas. El capítulo
primero nos ofrece una visión introductoria. Sigue una serie de siete mensajes 
dirigidos a las iglesias de Asia. Es el mundo en que vive San Juan y a
ellas quiere exhortar de manera especial. Por otra parte, si se dirige a las
“siete” iglesias, se dirige a todas las iglesias.
En estos mensajes, que abarcan los
capítulos segundo y tercero, podemos distinguir las siete partes:
a)     
Introducción, que alude a la visión introductoria. (El que tiene en su
diestra las siete estrellas. El que pasea en medio de los candeleros. El que
tiene la espada de dos filos...)
b)     
Una mezcla de alabanzas y reproches. (Conozco tus obras, tus trabajos, tu
paciencia... Pero dejaste tu primera caridad)
c)     
Invitación a superar las dificultades y a perseverar. (Arrepiéntete,
practica las obras primeras, sé fiel hasta la muerte...)
d)     
Conclusión, a modo de ramillete espiritual. (Al vencer le daré a comer
del árbol de la vida, al vencer no sufrirá daño de la segunda muerte...)
Estos capítulos de género más
bien profético, son completamente distintos de los otros siguientes.
En el capítulo cuarto comienza el
Apocalipsis propiamente dicho. Después de las anteriores consideraciones, prácticas
y concretas, se presenta el gran cuadro mural del cielo. En él aparece Dios
rodeado de veinticuatro ancianos, servido por siete espíritus, y cuatro
vivientes ante él.
Oiremos al escritor decir:
--Vi a la derecha del que estaba
sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete
sellos.
--Vi un ángel poderoso que
pregonaba a grandes voces: ¿quién será digno de abrir el libro y soltar sus
sellos? Y nadie podía, ni en el cielo ni en la tierra, ni debajo de la tierra,
abrir el libro ni verlo. Yo lloraba mucho porque nadie era hallado digno de
abrir el libro ni verlo. Pero uno de los ancianos me dijo: «No llores, mira que
ha vencido el león de la tribu de Judá, la raíz de David, para abrir el libro
y sus siete sellos».
--Vi en medio del trono y de los
cuatro vivientes, y en medio de los ancianos, un Cordero, que estaba en píe,
como degollado, que tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus
de Dios enviados a toda la tierra.
Vino y tomó de la diestra del que
estaba en el trono. Y cuando lo hubo tomado, los cuatro vivientes y los
veinticuatros ancianos cayeron delante del Cordero, teniendo cada uno una cítara
y copas de oro llenos de perfume, que son las oraciones de los santos. Cantaron
un cántico nuevo que decía: «Digno eres de tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado y con tu sangre has comprado para Dios hombres de todas
las tribus, lenguas, pueblo y nación y los hiciste para nuestro Dios reino y
sacerdotes, y reinan sobre la tierra. Nos ha llegado el momento de conocer los
grandes secretos ocultos en el pequeño libro que, gracias al Cordero, se va a
abrir ante nuestros ojos». Vamos a contemplar la historia de la humanidad, en
versiones que van agrandándose poco a poco, y en diversas panorámicas que
estarán como filmadas cada vez más cerca.
Aunque basado en hechos históricos
de sus días, el Apocalipsis tiene un valor más universal. Sus páginas están
llenas de hechos que se repiten y se completan, valederos para todos los
tiempos. Nos va a revelar el porvenir del mundo y de la Iglesia en cuatro filmes
sucesivos. En todos ellos se presenta una lucha entre el ejército del bien
y el ejército del mal. El triunfo definitivo lo traerá Cristo.
a)     
Primer film-Los siete sellos. Aparecen los cuatro jinetes,
que constituyen el ejercito del mal. Púrpura: los demonios de los
pueblos orgullosos; Rojo: guerra. Negro: hambre. Verde:
peste.
En contraste, aparecen también los
ejércitos del bien. Los que han muerto por la palabra de Dios. Claman
“justicia”. Se les pide “paciencia” y se les asegura el “triunfo”.
Son las tres ideas que se repiten continuamente. Finalmente, el triunfo
prometido. Ha llegado el día grande de la ira
b)     
Segundo film-Las siete trompetas.  Aparece el ejército del mal. Satán bajo la figura de astro
caído, que tiene la llave del abismo. Su ejército está formado por langostas
y escorpiones, que no tienen autorización para matar, sino sólo para
atormentar.
c)     
Tercer film-Los siete signos.  Comienza
una visión encantadora. Una mujer aureolada del sol, la luna baja a sus píes
coronada de siete estrellas. Es el antiguo y nuevo Israel. El pueblo escogido de
Dios, que se perpetúa en la Iglesia de Cristo. Inmediatamente llega el enorme
dragón: Satán y sus ejércitos. La mujer, que está visiblemente protegida por
la gran águila, símbolo del poder divino, va a buscar refuerzos. Lo encuentra
bajo la forma de dos nuevas bestias. La bestia del Mar y la bestia de la Tierra.
d)     
Cuarto film-Las siete copas. 
Este último film es el que nos da de una manera precisa los datos sobre
el gran combate y el triunfo final. Bajo el nombre de Babilonia se describen
detalladamente los grandes pecados de Roma. Esto es el ejército del mal. En el
capítulo diecinueve aparece el ejército del bien. El coro glorioso que ya
conocemos y que aclama con anticipación a Cristo vencedor. Su triunfo será
descrito en dos combates:
Primer combate: Cristo
aparece sobre un caballo color “victoria”. Es llamado “Verbo de Dios”. Y
él sólo conoce este nombre, lo cual quiere decir que él sólo sabe todo lo
concerniente a Dios.
Segundo combate: He aquí
consagrada la victoria definitiva de Cristo por los siglos de los siglos. En lo
sucesivo no hay cielo ni hay tierra, al menos en este mundo... Se nos presenta
ahora el otro mundo. Un nuevo cielo y una nueva tierra. Enmarcado en este mundo
aparece la “esposa celeste”. Aquí se precisa una idea que se repite a lo
largo de toda la Biblia: la alianza de Dios con su Pueblo, de Cristo con su
Iglesia, comparada a unos desposorios que llegarán a la felicidad eterna del
cielo, en donde la unión del hombre con Dios será plena.
Punto final. El capítulo
último enlaza con las primeras páginas del Génesis. Aparecen los ríos de
agua, el árbol de la vida, la abundancia de frutos... Se ha conseguido la
victoria definitiva en la lucha que se nos anunció entre la descendencia de la
mujer y el espíritu del mal. Por eso, el trono de Dios y del Cordero estarán
allí, y sus siervos lo adorarán, y verán su rostro, y tendrán su nombre en
la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara, ni luz de
sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinará por los siglos de
los siglos...
Quienes hayan llegado a este punto
de la lectura sin haber profundizado en la simbología del Libro, pensarán sin
duda que el demonio no puede oírlo porque es un verdadero rollo, pero no
ocurrirá esto con aquellos de vosotros que hayáis llegado a descifrarlo, ya
que San Juan nos dejó como legado el siguiente mensaje: «Las claves para
vencer a los espíritus del mal son las siguientes: Amar, comprender y
compartir. Somos parte de Dios, a cuyo imagen pertenecemos, somos reyes que
hemos venido a este mundo para dar testimonio de nuestra filiación divina y
luchar contra los espíritus que contaminan (Aparecen los ríos, el árbol de la
vida, la abundancia...); que desprecian a los que no son de su misma raza o de
su mismo sexo (En lo sucesivo no hay cielo ni hay tierra...); que abusan de los
desvalidos (He aquí consagrada la victoria...) y que acumulan riquezas mientras
una parte del mundo se muere de hambre (No habrá más noche, y no necesitarán
luz de lámpara...)